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La estrategia ‘perdedora’ del PP condena a Coalición Canaria a la peor presencia institucional de su historia

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

Nunca una declaración de rebeldía había resultado tan rentable a una fuerza política en Canarias. Al Partido Popular en las islas, liderado por el palmero Asier Antona, le han salido bien los cálculos que hizo cuando decidió rechazar las condiciones humillantes que la central de su partido en la calle Génova de Madrid había pactado a su espalda con Coalición Canaria. Porque permitir un pacto por la derecha que mandaba a su casa a Antona o, en el mejor de los casos, lo colocaba como presidente florero, habría permitido a los nacionalistas canarios tomar oxígeno y sobrevivir a costa de una nueva inyección de cuatro años de poder. Y ésas eran las instrucciones de Madrid: no pactar nada con el PSOE y permitir los gobiernos de Coalición Canaria donde fuera posible.

Se avecinan expedientes disciplinarios, dicen algunas fuentes sin identificar a los medios nacionales. Nada que reprochar, dicen otras locales, a la vista de la desastrosa gestión de los pactos en el resto de España dirigida por Teodoro García Egea, el secretario general, y del buen balance que presentan los populares canarios.

Con el Gobierno de Canarias en manos del acuerdo de progreso (PSOE, Nueva Canarias, Unidas Podemos y Agrupación Socialista Gomera) gracias a la estratégica renuncia del PP, el poder territorial de Coalición Canaria ha ido cayendo como fruta madura. Y casi siempre bajo la inspiración por acción u omisión de los de Asier Antona.

Si ya resultaba duro para CC perder el Gobierno regional tras 26 años ejerciéndolo con pactos hacia la izquierda o hacia la derecha, peor ha encajado ir quedándose poco a poco sin los influyentes y poderosos cabildos insulares, que había convertido en feudos inexpugnables. Con la ayuda del PP, el PSOE empezó por arrebatar a los nacionalistas el Cabildo de Lanzarote, y a partir de ahí han caído los de Fuerteventura (40 años en manos de CC) y El Hierro, a los que se sumaron este miércoles los de Tenerife y La Palma, en este último caso también con el concurso de los populares. Por primera vez desde que se fundó en 1993, Coalición Canaria no gobernará en ninguno de los siete cabildos insulares.

Igualmente doloroso para el partido que ahora estrena oposición ha resultado la caída en manos del PSOE de los ayuntamientos de Santa Cruz de Tenerife y de La Laguna, lo que deja su poder autonómico, insular y local reducido prácticamente a la insignificancia, sobre todo si se compara el nuevo escenario político con el que había primado hasta ahora. Hasta 2019, CC o sus franquicias presidían o gobernaban en cinco de los siete Cabildos y en tres de la capitales insulares. Ahora, ni un solo presidente o presidenta, ni un solo alcalde o alcaldesa capitalino.

Por contra, el PP de Asier Antona, a los que sus adversarios internos, capitaneados por un indiscreto José Manuel Soria, habían dado por amortizado, ha conseguido nueve mayorías absolutas en otros tantos consistorios, se ha hecho con tres alcaldías que no tenía anteriormente, las ha renovado en otras dos y cogobierna en otros ocho municipios. En total, un 25% de poder local, 22 de los 88 consistorios de Canarias.

Además, en un pacto muy ventajoso, ocupará la presidencia del Cabildo de La Palma (83.000 habitantes) y la vicepresidencia del de Lanzarote (146.000), en cuyas capitales, Santa Cruz de La Palma y Arrecife, ha colocado alcalde y alcaldesa, respectivamente.

La moción de censura anunciada este miércoles por el PSOE, Ciudadanos y Unidas Podemos en el Cabildo de Tenerife, buque insignia de la flota nacionalista por ser en esa isla donde se sitúa el germen de lo que dio lugar a CC, ha sido el último aldabonazo. 24 horas después de que los populares de Tenerife escenificaran su respaldo al presidente Carlos Alonso (CC) mediante un pacto que no parecían estarse creyendo ni los que aparecían en la fotografía, se anunció esa censura encabezada por el secretario general del PSOE en la isla, Pedro Martín, al que respalda abiertamente el líder de Ciudadanos en la Corporación, Enrique Arriaga, arriesgándose a un expediente de su partido por facilitar y participar en un gobierno con socialistas en cuyos alrededores aparece Unidas Podemos.

La crisis de Ciudadanos

La crisis de Ciudadanos en Canarias, iniciada con la decisión de los dos concejales en el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife de respaldar a la alcaldesa socialista, Patricia Hernández, y entrar a formar parte de su gobierno municipal, se agravará ahora con la postura de Arriaga, lo que de carambola también beneficiará al PP isleño.

Así las cosas, unas veces por acción propia y las demás por la concatenación de acontecimientos benefactores, el PP aparece como claro beneficiario de la nueva coyuntura política canaria. De entrada, presenta a grandes rasgos mayor poder institucional que Coalición Canaria, a la que, con su negativa a prestarle los apoyos que venían impuestos de Madrid, ha colocado en una posición perdedora, pese a haber obtenido en el Parlamento nueve escaños menos (20-11).

Pero cortocircuitándole la posibilidad de acceder al Gobierno regional, a lo que también contribuyeron Ciudadanos y las dudas del líder de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), Casimiro Curbelo, y arrebatándole como está haciendo poder institucional local, debilita a su principal adversario electoral. Porque Coalición Canaria, por mucho que se presente en el ámbito regional como un partido nacionalista, en realidad es un partido de corte conservador y burgués. Sólo puede considerársele de ideología progresista en Fuerteventura y levemente en Lanzarote, dos de las isla que pronto empezarán a rebelarse dentro de la organización. En el resto de las islas, CC se disputa con el PP el electorado conservador, especialmente en la isla de Tenerife, donde los nacionalistas han salido especialmente tocados.

En Gran Canaria, donde la histórica hegemonía de los populares ha reducido a Coalición Canaria casi a la nada, los nacionalistas han tenido que pasar en estas pasadas elecciones por un acuerdo contra natura con Unidos Por Gran Canaria, lo que ha dado lugar a la paradoja de que en el Grupo Parlamentario Nacionalista Canario se siente por primera vez un declarado nacionalista español, Lucas Bravo de Laguna. Que tardará lo él que quiera en empezar a votar con el Partido Popular.

Para colmo de males, la decisión de Coalición Canaria de colocar al frente de su grupo parlamentario al todavía presidente en funciones, Fernando Clavijo, dificultará todavía más sus tareas de oposición y las facilitará, por lo tanto, a su rival en esas lides, el PP. Clavijo parte con una doble desventaja: es el presidente saliente, cuya gestión estará en entredicho por los nuevos gobernante durante al menos los dos primeros años de legislatura, y está imputado en una causa penal, el caso Grúas, que amenaza con incrementarse con otro sumario ya abierto en los juzgados de La Laguna, el caso Reparos.