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Coalición Canaria ofreció a la desesperada la presidencia de Canarias al PP si no la ocupaba su líder regional

Asier Antona y Teodoro García Egea, secretario general del PP.

Carlos Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

A la misma hora en la que en la sede del Parlamento de Canarias, en Santa Cruz de Tenerife, se cerraba un pacto de progreso para la gobernanza de Canarias entre el PSOE, Nueva Canarias, Podemos y la Agrupación Socialista Gomera (ASG), en la isla de Gran Canaria el Partido Popular recibía la oferta extrema de Coalición Canaria (CC) para frustrarlo. El secretario general de CC, José Miguel Barragán, se presentó en solitario en la sede del PP del parque de Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria, para entregar la cabeza del presidente en funciones, Fernando Clavijo, y para proponer la presidencia del Gobierno de Canarias al partido que quedó en tercer lugar (el PP, 11 diputados), con la condición innegociable de que este sustituyera a su candidato, Asier Antona, por la diputada Australia Navarro y que soportara como vicepresidente al nacionalista Pablo Rodríguez.

La oferta fue escuchada atentamente por la cúpula regional del PP, con Asier Antona a la cabeza, reforzada para la ocasión por el secretario general nacional, Teodoro García Egea, y su vicesecretario de Organización Javier Maroto, desplazados expresamente a Canarias para lo que les anunciaron sería la firma de un pacto que permitiría al líder de la formación, Pablo Casado, pintar de azul en el mapa autonómico una plaza más que pudiera ayudarle a presumir de estrategias políticas eficaces. No pudo ser esta vez: la oferta fue rechazada abrumadoramente con el respaldo, además, de los altos mandos del PP canario. La culpa podría atribuirse, como viene ocurriendo estas últimas semanas de modo recurrente en Canarias, a los caprichos del líder de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), Casimiro Curbelo, quien ha vuelto a erigirse en pieza fundamental para la conformación de cualquier pacto de gobierno, aun siendo su caso de éxito el motivo por el que el nuevo Estatuto de Autonomía, aprobado por las Cortes Generales en noviembre de 2018, incluyera una reforma del sistema electoral que corrigiera la anomalía democrática de que 6.000 votos de una isla (3 diputados) pudiera condicionar la gobernabilidad en un Parlamento de 70 señorías en una región de 2,2 millones de almas.

El caso es que Casimiro Curbelo no estaba en esa reunión al más alto nivel -reforzado- del PP de Canarias, pero sí en la mesa que, en Tenerife, daba por definitivo el pacto de progreso con el PSOE (25 diputados), Nueva Canarias (5), Podemos (4) y su Agrupación Socialista Gomera (3). Barragán no sabía dónde meterse porque su golosa oferta, la de hacer presidente o presidenta a un miembro del partido que quedó en tercer lugar, no debería tener a priori la más mínima objeción. Al fin y al cabo despejaba medio camino para que Ciudadanos (2 diputados) prestara su respaldo al desaparecer de cualquier fórmula de gobierno el nombre de Fernando Clavijo, al que los naranjas vetaron desde el primer momento por su imputación en el caso Grúas. Pero al regalo le faltaban algunos complementos más que el PP debía aceptar. De entrada, que se vetara sin ningún tipo de argumento coherente al que había sido candidato del PP a la presidencia, y a su vez, presidente regional del partido, Asier Antona, y que en su lugar se colocara a Australia Navarro, número uno por Gran Canaria. A lo que habría que añadir convencer a Ciudadanos, reacio incluso a apoyar una combinación de gobierno en la que estuviera un partido nacionalista, lo que, en teoría, es CC. Y la variable gomera, que ni estaba ni se le esperaba.

CC y el PP solo suman 31 de 37 escaños necesarios para la investidura. O lo que es lo mismo, harían falta los dos de Ciudadanos y los tres de ASG para alcanzar la mayoría absoluta. Porque ya a esas alturas, después de que Nueva Canarias y el PSOE hubieran hecho las paces el lunes, carecía de cualquier credibilidad la tesis de que los de Román Rodríguez se iban a sumar a la mascarada.

La cosa quedó clara enseguida. Coalición Canaria había maniobrado a la desesperada después de su error táctico del viernes pasado, cuando en una reunión multitudinaria con sus socios naturales (PP, Ciudadanos y ASG) y con la presencia sorprendente de Nueva Canarias, negó cualquier posibilidad de una renuncia de Fernando Clavijo. Ahí quedaron frustradas todas las combinaciones posibles para que CC continuara en el poder, pero también se quedó sin posibilidad el Partido Popular, que a partir de la semana que viene tendrá las manos libres para actuar como le plazca en instituciones tan importantes como los cabildos de La Palma y de Tenerife, donde sus consejeros podrán optar a las correspondientes mociones de censura que desplacen al partido que ha sido incapaz de hacerle tocar poder autonómico, CC. Al fin y al cabo, siempre podrá decir que no gobierna en Canarias por la torpeza del socio natural que se le había impuesto.

Lo que sí ha conseguido Coalición Canaria en esta última jugada a la desesperada es sembrar la duda en el seno del PP autonómico. Aunque negó ante los suyos haber estado al corriente de la operación, Australia Navarro ha quedado señalada como sospechosa por haber sido su nombre el que ha puesto sobre la mesa el emisario de CC para presidenta de la autonomía en nombre del PP. Pero, peor aún, ¿quién ha estado detrás de todas estas escaramuzas en las que siempre aparece como víctima el presidente regional de la formación, Asier Antona?

Basta con repasar lo sucedido estas últimas semanas para llegar al elefante blanco, la persona a la que pueda interesar apartar a Asier Antona y, a su vez, mantener en el poder a Coalición Canaria. Debe ser alguien que consiga que la dirección nacional del PP reciba a Clavijo puenteando a Antona, que acepte una oferta a espaldas de Antona con la presencia innecesaria de dos de sus líderes nacionales. Alguien que haya apostado por Casado y no por Soraya Sáenz de Santamaría, la apuesta de Antona. Ese alguien se llama José Manuel y se apellida Soria. 

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