Queco, el incansable Casanova a escala

Queco es un pequeño perro de la raza Yorkshire de apenas dos kilos. A sus 12 años ya puede ser considerado casi un anciano. Eso sí, durante su vida ha cumplido de sobra con el mandato bíblico de crecer y multiplicarse. Porque son más de 700 los cachorros que han nacido gracias a su portentosa capacidad reproductora. Queco era hasta hace bien poco todo un semental, aunque a pequeña escala.

Vecinos de la isla entera acudían hasta la granja Don Perro situada en San Miguel de Abona para cruzar sus perras con este inagotable conquistador. Pese a que en las fotos puede que no parecezca para tanto, lo cierto es que este perrito ha sabido contribuir a la conservación de su especie de una forma intachable.

Ahora ya retirado de los lances amorosos, el pequeño Casanova puede mirar hacia atrás y considerar que ha cumplido con la orden divina dictada al principio de los tiempos. Sin duda Queco no se lo habrá pasado nada mal completando esta inacabable lista de conquistas y su diminuta raza le puede estar perfectamente agradecida por garantizar durante un tiempo más su supervivencia en el planeta.

Este Yorkshire reposa hoy tranquilamente, rodeado de todo tipo de mimos por parte de sus dueños, en las instalaciones de Don Perro ajeno al ajetreo amoroso al que con todo su vigor se empleó durante la mayor parte de su existencia.

Era tan conocida su capacidad y dotes reproductoras que a algunos pueden parecerles milagrosas. Porque no era solo cuestión de cantidad sino también de calidad. Queco sabía transmitir perfectamente unas cualidades que hacían a sus hijos inconfundibles. Este animal es poseedor de una estupenda genética que ha sabido traspasar casi intacta a sus cachorros.

Por ello, sus exclusivos servicios han sido largamente solicitados durante años por los clientes de esta finca especializada en la cría y educación de perros. Los hijos de Queco podían alcanzar en el mercado un precio de hasta 600 euros y es que una naturaleza como ésta no podía salir gratis.

El dueño de la finca Don Perro, José Luis Maseda, indica que hace algún tiempo optaron por retirarlo de la cría ya que el tiempo no pasa en balde y mucho menos para este tipo de tareas tan agotadoras como placenteras. “Siempre fue muy buscado por los clientes porque ha dado unas crías muy pequeñitas, muy típicas. Además de que las ha calcado. A veces hay gente que reconoce sus hijos por el aspecto que tienen. Es que los retrata. Es todo un personajillo. El día que fallezca, porque el pobre ya es mayor, le vamos a hacer una estatua en mi casa”.

En el círculo que se mueve alrededor de Don Perro las facultades genéticas y amatorias de Queco se convirtieron en legendarias. “Nunca le faltaban novias. Siempre tenía alguna esperándola”. Su dueño no duda en sentenciar:“Cuando sea mayor quiero ser como él y pasármelo tan bien como Queco”.

El secreto de los sementales no es sólo que tengan cualidades extraordinarias sino que además puedan transmitirlas a sus cachorros. “De ahí que no todos sirvan para estas tareas. Puede que te encuentres con un magnífico caballo que corre mucho pero luego sus crías no salen igual”, indica el criador. El trabajo de Queco en su época de mayor esplendor nunca tenía fin.

Siempre había alguna perra dispuesta a permitir que sus genes sobrevivieran en el tiempo. Aunque normalmente a las yorkshire se les despierta el celo coincidiendo con las épocas en las que hay más luz, como ocurre ahora mismo en primavera, con el tiempo y su domesticación la naturaleza puede poner en marcha este mecanismo en cualquier momento del año. Y entonces siempre estaba ahí Queco disponible.

Eso sí hasta que los años acabaron inevitablemente pasando su factura. Hoy este perrito con pinta de no haber matado una mosca, reposa plácidamente en esta idílica finca del sur de Tenerife rodeado de cuidados y seguramente recordando aquellos lances amatorios a mitad de camino entre una novela medieval y una película subida de tono.

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