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El Jardín Canario abre un sendero a la espiritualidad

Mariluz Laforet realiza una ponencia ante decenas de asistentes. (Canarias Ahora)

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

A las diez de la mañana, un sábado al mes, desfilan desde la entrada del Jardín Botánico de Las Palmas de Gran Canaria hasta el Tagoror del mismo jardín, unas ciento cincuenta personas, almohadas, mantas y esterillas a cuestas. Así de equipados asisten a Clases de metafísica en la naturaleza. No es la imagen a la que estamos acostumbrados. Sí a la de grupos de colegios, turistas y ciudadanos en general que acuden de visita a este entorno. Pero es que en este día, Mariluz Laforet, artista visual y estudiante de metafísica de largo recorrido, convoca a los asistentes para hablar de aquello que está fuera de lo común.

El interés por el esoterismo, entendido este concepto por la cualidad de lo que está oculto a los sentidos y a la ciencia o es difícil de entender, es la razón de estos encuentros. Buscar más allá de lo comúnmente aceptado es lo que han hecho tantos y tantos hombres durante la humanidad, cada uno por el sendero que más a mano o más afín ha encontrado. Ya lo dijo Juan Agustín Goytisolo con palabras y en La Palabra: “Hay tantas canciones, tantos caminos hacia la tarde. Hay en las cosas de todos tantos rincones de nadie…” Y entre tantas cosas, no sé si hay algo que haya tratado de señalar la realidad menos visible de una manera más honesta que la poesía, señalar sin tocar, sin acotar, incluso dudo que haya algo que se acerque más a la realidad que ella misma. Pero en ese empeño inevitable del ser humano, de búsqueda y anhelo, se ramifica el camino, se multiplica o se divide, a veces se empinan, haciéndose incluso inaccesibles, y entonces surge quien con fe desbordante viene a echar una mano a los que se esfuerzan en cruzar ciertas fronteras. Yo, intrépida y atrevida, no puedo decir que haya pasado la barrera. La barrera de la palabra. No he sido capaz aún de atisbar ese otro mar, sino a través de la poesía. La poesía de unos pocos. Palco de lujo, prestado, desde donde atisbo todas las fronteras que acabarán por caer. Fuera de ella, de la palabra, el mundo se me hace insostenible. Confieso entonces que tengo vértigo.

Después del vértigo pueden aparecer nuevos mundos

Y es que hay algo de base que sí parece ser común a distintas circunstancias y situaciones. Cuando hacía escalada con mi amigo Antonio, tuve que vencer el vértigo para descubrir nuevos paisajes que no imaginaba ni que existían. En alguna charla con Leopoldo también le escuché unas palabras que creo eran de Cortázar, “hay otros mundos posibles y están en este”, -solía repetir-. Vamos, que no pongo en duda, que siempre hay más de lo que vemos, lo percibamos o no. En las dos ocasiones anteriores fui capaz de constatarlo. Entonces, -me pregunto- ¿podríamos estar hablando de lo mismo?

Con un lenguaje u otro, el ansia de conocer ha dado lugar a teorías que, antes de ser aprobadas y aceptadas por la comunidad científica, eran meras especulaciones metafísicas, por lo tanto, -me digo-. ¿No será esto otra manera de cuestionar lo aparentemente hoy incuestionable? Quizás sólo sea ese el aprendizaje, saber que podemos ser más de lo que pensamos en un determinado momento. Otra manera de perseguir el fondo y trascender la forma.

Tras el cuervo blanco

Conocer, al margen de las modas, así lo explica Guillermo, asistente al curso. “Según el paradigma actual yo me considero científico, y me refiero dentro del paradigma actual puesto que este también ha ido cambiando con el paso de los años. Acorde con los medios e instrumentos desarrollados para medir la realidad física, hablamos de cosas medibles y constatables que percibimos con los sentidos y otras que, en un principio, no son perceptibles a nuestros sentidos. Un ojo no ve el wifi, las microondas, los rayos X, el bluetooth, etc… En el paradigma científico de hace 500 años era impensable hablar de ello porque no existían instrumentos para medir este tipo de cosas. Cambia el paradigma, hay instrumentos que pueden medirlas, es refutable y cambian los criterios de la ciencia. De lo que estamos hablando aquí, todavía no hay un paradigma que pueda medirlo y que sea refutable. Pero no significa que en un futuro pueda llegar a ser medible.

Lo maravilloso de la ciencia es que no se trata sólo de que sea demostrable, sino refutable, es decir, tiene que poder demostrar que no es cierto. El poder refutar una teoría es lo que convierte en ciencia una hipótesis. Te pongo un ejemplo; aunque veamos millones y millones de cuervos negros, si vemos un sólo cuervo blanco, ya no podemos decir que todos los cuervos son negros. Un solo negativo puede tirar la inmensa cantidad de positivos abajo. Eso es la ciencia. Con un solo negativo, se echa abajo una teoría. Lo que ocurre con este tema es que no hemos podido encontrar ese cuervo blanco, entonces de momento no hay instrumentos para demostrar que no todos los cuervos son negros. Eso no quita que hay investigaciones muy profundas y exhaustivas en marcha“.

Distintos vuelos hacia una misma cima

Palomas y mariposas revolotean por el Tagoror, algún que otro pajarillo da la nota. Entre la gente envuelta en mantas y abrigos reconozco a Sergio Alzola, cantautor canario. Me acerco a pedirle impresiones. ¿Qué hace aquí un músico, hoy sábado por la mañana? “Bueno, pues tenía curiosidad. Para mí que me dedico al arte, la creatividad y la música están íntimamente conectadas con la espiritualidad. Cuando compongo una canción, siento que estoy ligado a una fuerza superior, posiblemente sea la inspiración, de la que durante tantos siglos se lleva hablando. No sé si podrían ser entes superiores, la divinidad o unas energías que simplemente no controlamos, pero lo cierto es que tú te quedas siendo nada más que un vehículo que reconduce esa belleza o idea. Desde pequeño yo he sentido esa ”llamada“ y lo he conseguido materializar a través de la música. Por eso me ha encantado el mensaje que ha dado Mariluz hoy. Somos creadores y podemos hacer un mundo mejor. Creo que los artistas y otras muchas personas llevamos hablando un lenguaje común durante mucho tiempo, de lo cual me alegro. Yo cuando hablo con algunos de mis amigos más intelectuales, de los que yo aprendo mucho, se los digo; la ciencia no puede abarcar todo, hay más aparte de la razón, creo que se limitan, pero cada cual opina libremente. A mí me gustaría que el conocimiento se convirtiera en unitario, que todo lo físico y espiritual llegue a unirse, aunque no creo que yo lo vea”.

Javier Cuadrado, uno de los asistentes, es practicante de biodanza. Un amigo le habló de estas charlas y aquí está. “Estoy en medio de un proceso evolutivo continuo y esto es un paso más. Es mi primera charla. A nivel creativo y de crecimiento lo encuentro interesante”.

La madre Luz. Así llaman a Mariluz sus alumnos más allegados, quienes reconocen que este proyecto, englobado bajo el nombre Artisofía, pretende enseñar a aprovechar la energía de la que estamos formados. Mariluz se reúne con ellos al modo en que lo hacían los filósofos griegos que se rodeaban de discípulos y fundaban escuelas. Platón llamó a la suya Academia, creando así el modelo que inspiraría a las futuras universidades. Algunos sentados en las gradas del Tagoror del Jardín Canario, cubiertos con mantas escuchan atentos, otros prefieren tumbarse en la pinocha sobre esterillas aislantes, cada cual a su manera, asimila y opina. “Yo vine la primera vez y tuve que repetir. Se trata de encontrar lo que para ti es verdad, fuera de lo mental. No es una regla matemática, no lo puedes aprender sólo con la razón”, comenta una de sus alumnas.

Mariluz, por su parte, piensa que lo racional está tocando techo y que avanzamos hacia una unidad en la que cabe la espiritualidad. Cada vez son más las instituciones y estructuras que posibilitan esta aventura interior, que, aunque se hace en soledad, también podemos compartir.

Mariluz lleva años estudiando filosofía esotérica. “Me refiero a ella como todo aquello que es común a todas las religiones. Esa semilla, ese germen de verdad que es común a todas. Me cambió la vida y pensé que debía compartirlo”. El Jardín Canario es un lugar muy familiar para la fotógrafa, “he venido mucho a meditar y a trabajar, así que lo encontré adecuado para dar las clases”. Desde hace más de un año convoca a las personas que tienen algún tipo de inquietud espiritual y han llegado a preguntarse ¿qué hago aquí?, ¿quién soy?, ¿hacia dónde voy?, ¿hay algo después de la muerte? Estas preguntas son respondidas siempre desde el punto de vista de que no somos sólo un cuerpo físico, hay una entidad espiritual que no vemos y que anima a este cuerpo material. Mariluz bebe de diferentes escuelas e iniciados; metafísica, teosofía, escuela arcana, el hermetismo y diferentes escuelas esotéricas del mundo, “todas ellas tienen esa semilla de verdad que creo es importante transmitir”. Mariluz dice que incluso los ateos podrían recorrer este sendero, teniendo en cuenta que personas como Helena Blavatsky, con su libro La doctrina secreta, síntesis de ciencia, religión y filosofía, sirvió de inspiración al científico Albert Einstein, aunque según se dice era un gran místico, por lo tanto una cosa no debe excluir a la otra.

Al final, toda búsqueda del fondo de las cosas, ese trascender de las formas, por nuestra condición mundana, debe ser explicado a partir de lo que conocemos, así se generan distintos discursos. Cristina Medina cree haber encontrado en el discurso de Mariluz la base de las religiones, el arte, la filosofía e incluso la mitología. Pretende aunar y recoger lo que hay en común, en todo tipo de simbología para entender y vivenciar esa parte espiritual que tan poco conocemos.“

Las cosas que nos ocurren no son por casualidad, -explica Cristina-, existe la ley de la causalidad y hace una analogía con la informática, “hoy tenemos el procesador de texto Word, pero hace años existía el Word Perfect y tenía la posibilidad de dividir la pantalla en dos mitades horizontales y en la de abajo podías ver los comandos que habías ido pulsando, de modo que, si en un momento dado, no te dejaba colocar el texto con su margen y su sangría, abrías el desplegable y veías si habías pulsado el tabulador sin querer o cualquier otra tecla. Quiero decir, que tenías la posibilidad de reconocer y entender el porqué, el camino, la ruta que te había llevado a X circunstancias, y podías recomponer el texto. Pues para mí estas clases me aportan la información que me aportaba el despegable. Sabiendo esto puedo interferir en mi ruta y cambiar lo que me haga falta”.

Esta teoría en principio sería opuesta a la existencia del azar y haría al sujeto responsable en última instancia de lo ocurrido, pero todos sabemos que hay cosas que se nos escapan de las manos, frente a ellas cada cual busca su modo de entender y vivir. Si te sientes con ganas, ya sabes dónde y cuándo. El tercer sábado de cada mes en el Jardín Canario.

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