Arranca el proyecto para destapar el pozo de Tenoya

Hasta que cumplió los siete años, Pino Sosa no entendía porqué su madre bajaba hasta el barranco de Tenoya, en el término municipal grancanario de Arucas, para plantarse ante un trozo de arena rodeado de maleza donde no crecía ni la hierba. A partir de entonces empezó a comprender que aquella tierra podía ser la tumba de su padre, y la de decenas de represaliados más. Con 75 años, Sosa, vicepresidenta de la Asociación para la Memoria Histórica de Arucas (AMHA), sigue sin saber si el cuerpo de su padre fue tirado al pozo de Tenoya junto al resto de cadáveres de republicanos asesinados en 1937. El Cabildo grancanario ha aprobado una partida de 6.000 euros para iniciar los trabajos de apertura del que será el segundo pozo en abrirse en la isla.

Ha sido un trabajo de meses. La institución insular arrancó las negociaciones con la AMHA en octubre de 2011. La pasada semana anunció el primer paso definitivo de un proyecto que puede demorarse años y alcanzar un coste 300.000 euros si se tiene en cuenta la experiencia del pozo del Llano de las Brujas, de donde sacaron 24 cuerpos: tres camiones con ocho personas cada uno y las marcas de los disparos que aún recuerdan haber oído los vecinos.

“El único indicio es la tradición oral”, explica el historiador Sergio Millares. La desconfianza en los relatos de la gente de los pueblos del norte ha ralentizado el proyecto. Sosa recuerda aún el escepticismo del alcalde de Arucas cuando se inició la investigación en el primer sitio: “Nos decían a nosotros que allí no había nada”. Más tarde, se encontraron tres casquillos de nueve milímetros, munición suficiente para dar consistencia a la historia, que apunta a que los restos de hasta 88 personas de Arucas, Agaete, Gáldar, San Lorenzo, Tamaraceite, Las Palmas de Gran Canaria y Firgas podían estar repartidos en cuatro pozos: el Llano de las Brujas, el barranco de Tenoya, el puente de Arucas y la Vuelta del Francés. Quedan 64 cuerpos por enterrar.

Las características de las fosas también dificultan la investigación. La consejería insular de Cultura y Patrimonio Histórico empleará los primeros 6.000 euros presupuestados en avanzar un estudio sobre las condiciones del lugar. El primer paso es retirar la cubierta actual del pozo y realizar una “recogida de datos básicos”, explica Javier Velasco, arqueólogo del Cabildo: comprobar la existencia de gases de origen volcánico, como el anhídrido carbónico, inspeccionar el estado de las paredes o determinar la existencia o no de agua. “En función de los datos ya se planifica y se presupuesta”, insiste.

Los trabajos podrían empezar en pocas semanas, si el Ayuntamiento de Arucas no se demora en aportar la información sobre los propietarios de unos terrenos privados declarados Bien de Interés Cultural por parte de la Comisión Insular de Patrimonio del Gobierno canario. “Si todo va bien”, apunta Velasco, “el proyecto estaría a finales de año”.

A partir de ahí, comienza de nuevo la lucha por conseguir financiación. Tanto el Cabildo como la AMHA confían en arrancar un compromiso presupuestario al Ejecutivo regional, pese a la situación de crisis, y en poder recurrir a parte de los 2,5 millones de euros reservados por el Estado para las exhumaciones de fosas del franquismo, de acuerdo al cumplimiento de la Ley para la Memoria Histórica. Sosa, sin embargo, se mantiene a la expectativa. El Juzgado de Instrucción de Arucas, que ya rechazó investigar las fosas reconocidas por la administración regional, vuelve a tener la pelota sobre su tejado después de que el Tribunal Supremo haya derivado a los tribunales locales la responsabilidad del proceso abierto en la Audiencia Nacional por el juez Baltasar Garzón. “Vamos a ver si nos hacen caso o no”, dice. Hasta entonces, es la asociación quien se ve obligada a negociar con las autoridades para que accedan a financiar la investigación.

“No queremos dinero”, se lamenta la vicepresidenta de la AMHA, “lo puede hacer el Cabildo con materiales, arqueólogos... Lo que sí queremos es que empiecen”. A su edad, y tras un ictus que la está debilitando, Pino Sosa aguarda el momento en que la comparación de su ADN con el de unos huesos abandonados a varios metros de profundidad le devuelva el recuerdo de su padre: “Si estuviesen como en la Península, tirados en la cuneta de la carretera, no me hubiesen quedado muñones para excavar la tierra”.

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