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Del dulce Teneguía, al terrible Cumbre Vieja

Erupción del Teneguía, en 1971

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El 20 de octubre de 1971 comenzaron los dolores de parto del Volcán Teneguía, o dicho en palabras científicas, los movimientos sísmicos, tectónicos, telúricos, los enjambres, los temblores de tierra. La erupción se produjo a las 16.25 horas del 26 de octubre, y comenzó ya el revuelo periodístico internacional. El 28 de octubre Andrés Ruíz Delgado, director del ancestral y muy entrañable Diario de Las Palmas, me llamó a su despacho. “Prepárate que mañana te vas a La Palma a cubrir la información del volcán. El fotógrafo Juan Santana irá contigo. Aquí tienes el billete de avión, la reserva del Parador de La Palma, la de un coche de alquiler, y hemos hecho gestiones con un amigo palmero que tiene telex para que mandes las crónicas por si el del Parador está muy solicitado por otros colegas. Mucha suerte y buen trabajo”. Salí y me fui al despacho de Luis García Jiménez, mi jefe de deportes, y le vi con mala cara. No me dejó ni hablar. “Ya sé que te vas a La Palma, he discutido con Andrés para que mandara a otro, pero insistió en que fueras tú. Buena suerte y cuidado con la lava. No me hace ninguna gracia que en plena Liga dejes deportes, espero que sea por pocos días”.

Fueron catorce días, y ahora mismo considero que el Teneguía fue un dulce volcán comparado con este terrible de Cumbre Vieja. No me hacía ninguna gracia el trabajo encomendado porque mi mujer, Pepa Pérez, estaba embarazada de mi hija Sabina de ocho meses, pero el periodismo es así y no de otra manera. Pronto me vi con mi compañero Juan Santana cerca del volcán, escupiendo lava que corría hacia el mar, en el sur de La Palma, buscando el Faro de Fuencaliente o Las Salinas. Peligro, peligro, no pasé casi nunca, aunque mi compañero Juan Santana, atrevido, intrépido, buscando las mejores fotos, un día se quemó un poco en el antebrazo, pero tuvo el premio que –aparte de su importante trabajo gráfico para Diario de Las Palmas-revistas alemanas como Stern y Der Spiegel, las inglesas Play, Times, la francesa Paris Match, y algunas otras que no recuerdo, le publicaran las magnificas imágenes de Juanito Santana. Aunque repito que comparado con el Cumbre Vieja, el Teneguía fue menos peligroso, pero de todos modos los vecinos de los barrios de Los Canarios, Los Quemados, Las Indias, La Fajana, El Charco, pasaron miedo y muchos fueron evacuados a Fuencaliente y a Santa Cruz de La Palma.

Había que prevenir antes que curar, y en eso Don Telesforo Bravo, uno de los vulcanólogos más afamados de España, catedrático en Geología de la Universidad de La Laguna fue desde el principio muy tajante exigiendo la evacuación de los barrios más cercanos al Teneguía. Todas las tardes Don Telesforo organizaba una conferencia de prensa, más bien una charla científica en el Ayuntamiento de Fuencaliente en donde nos explicaba el acontecer y el desarrollo del día que había tenido el volcán. Con Don Telesforo hice una gran amistad, al ser un hombre muy comunicativo, afable y campechano, y su sabiduría llenaba toda la sala que servía de improvisada rueda de prensa, a veces se hacía incluso al aire libre cerca del volcán, y en esas circunstancias se permitía bromas diciéndonos “cuidado no se vayan a quemar, no se acerquen demasiado”.

Parece una coincidencia sísmica, tectónica, vulcanológica, pero lo que hasta ahora ha sido La Ruta de los Volcanes, en la zona dorsal de la Cumbre Vieja, ahora está este nuevo volcán que es un monstruo escupiendo magma de una forma maquiavélica, tenebrosa. La Ruta de los Volcanes recorría parte de la Cumbre Vieja hasta llegar al faro de Fuencaliente, donde muy cerca descansa el Volcán Teneguía. Una ruta que ha alcanzado un prestigio internacional, un impresionante sendero de 24 kilómetros que recorre todos los antiguos cráteres, desde el Refugio de El Pilar hasta la punta sur de la isla en Las Salinas, al lado del faro. Hasta ahora han funcionado en plan turístico y cultural el Centro de Visitantes del Volcán de San Antonio, y se podía caminar bordeando su cráter, y el Centro de Interpretación Caños del Fuego, en el municipio de los Llanos de Aridane, donde se podía visitar un tubo volcánico, pero ahora no me atrevería ni de coña, no sea que saliera una boca magmática de improviso.

Aunque insisto que el Teneguía casi fue un juguete volcánico visto desde la perspectiva de hoy día, de todas formas hubo unos días de miedo y de muchas precauciones inducidos por Don Telesforo Bravo, pero por la zona de Fuencaliente incluso cortaron la circulación, y caían piedras de lava y columnas de humo amenazadoras, que mi compañero Juanito Santana para sacar las mejores fotos sorteaba con gran habilidad. Los destrozos agrícolas no fueron como los que se han producido con Cumbre Vieja, aunque de todos modos cuando la lava comenzó a correr con más intensidad se llevó por delante cepas y vides del excelente vino blanco de Fuencaliente, mientras que por instrucciones de Don Telesforo los vecinos de Los Quemados, Las Indias y Las Caletas mayormente fueron evacuados y ubicados por la Cruz Roja y Protección Civil en Mazo, Breña Alta y Santa Cruz de La Palma. Pero también se vivieron momentos de angustia, especialmente cuando en los primeros días se tuvieron que evacuar 28 barcos de pesca en la playa del Faro, y un turista murió a consecuencia de una fuerte intoxicación sufrida por inhalación de gases cerca del volcán, al romper el cordón de seguridad establecido para proteger a la población. Fue la única víctima mortal del Teneguía. No quiero ni pensar si el Cumbre Vieja hubiese dirigido sus bocas y su magma hacía el oeste, Mazo, las Breñas, Los Cancajos y Santa Cruz de La Palma. Un desastre de incalculable magnitud.

Mientras escribo esta rememoranza de 1971, todavía no se sabe cuándo llegará la lava del Cumbre Vieja al mar, y ese es el tremendo peligro que está corriendo una gran zona agrícola de La Palma. Como el Teneguía tenía menos distancia a la costa llegó al mar por la zona de Las Salinas y el Faro de Fuencaliente, y creó una maravillosa playa, la de Echentive, en donde años después he estado bañándome con mi mujer, y otras pequeñas calas por toda la zona de La Zamora, Las Salinas y el Faro de Fuencaliente. Los palmeros saben que viven sobre un enorme volcán, que comenzó a fraguarse hace millones de años por Garafía, dicen los geólogos, y que más modernamente en la Cumbre Vieja hay un verdadero depósito enorme de magma, que es una espina dorsal en cuyo centro se han sucedido numerosos episodios volcánicos, Birigoyo, San Juan, La Barquita, Caldero, Tahuya, Los Charcos, Nambroque, Hoyo Negro, Duraznero, La Deseada, Los Bermejales, Lajones, El Rivero, San Antonio, Teneguía, como muy bien informa mi compañero Raúl Rejón.

Pero si he dicho que el Teneguía fue un volcán “dulce” en comparación con el terrible de Cumbre Vieja, es porque los datos que me llegan y que plasman ahora jóvenes colegas, son muy preocupantes. El Cumbre Vieja ya ha expulsado 25 millones de metros cúbicos de lava, que significan el 58 por ciento de toda la que expulsó el Teneguía, y además dicen los científicos que el volcán se está alimentando de bolsas de lava que se encuentran más lejos de la superficie entre 12 y 20 kilómetros debajo de la superficie de la tierra palmera. Es una incógnita ahora mismo cuando puede acabar la erupción. Y me acuerdo de nuevo del inefable, amable pero muy científico don Telesforo Bravo, que nos decía con mucha gracia “si supiera lo que hay aquí debajo para `poder pronosticar cuándo acabará, me quedaría más tranquilo y se lo diría a ustedes para que tranquilizaran a la población civil”. Inolvidable don Telesforo Bravo.

Después de trece días como enviado especial en La Palma, y un tanto nervioso porque mi mujer estaba embarazada y a punto de dar a luz, regresé por fin el 11 de noviembre. El Volcán Teneguía se apagó el 18 de noviembre, y un día después, el 19 de noviembre nació mi hija Sabina. Un recuerdo imborrable, y de muchas vivencias con amigos palmeros que haría una lista muy grande y emotiva citarlos a todos. Del Cumbre Vieja lógicamente no voy a escribir nada, porque mis compañeros Jennifer Jiménez, Natalia G. Vargas, Raúl Rejón e Iván Suárez, con sus crónicas me transportan a cincuenta años más joven y a otro volcán de imperecedero recuerdo. Esperemos que el Cumbre Vieja pronto deje de vomitar lava por sus asesinas fauces y la catástrofe del barrio de Todoque sea la última que tengamos que vivir.

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