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Los expertos ven incongruencias en las medidas para frenar la COVID-19 en Canarias

Una mujer camina junto al escaparate de una tienda de ropa. EFE/Marcial Guillén/Archivo

Toni Ferrera

Las Palmas de Gran Canaria —

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Gran Canaria estrenó este lunes el nivel de alerta 3 y la confusión no se hizo esperar: ¿por qué no puedo acudir a un parque con unos amigos y sí puedo hacerlo en una terraza? ¿Por qué han cerrado el gimnasio y sí han mantenido abiertas las tiendas? Las medidas más restrictivas desde que comenzó la desescalada del primer confinamiento han aterrizado en la isla redonda como un golpe muy duro para la hostelería y el comercio. Pero también para cientos de personas que no han terminado de entender el porqué de algunas cuestiones. Los expertos preguntados por esta redacción han aclarado que existen incongruencias en algunas normativas y que no se ha hecho un ejercicio correcto de comunicación para explicar las mismas.

En total han entrado en vigor ocho medidas para contener el avance de la epidemia en Gran Canaria, que junto a Lanzarote presenta los peores datos de contagios en el Archipiélago. Se decreta el cierre de la isla y se autoriza la salida solo por causa justificada; se limita la libertad de circulación de las personas (toque de queda) entre las 22:00 y las 06:00 todos los días; se prohíbe el servicio en interiores en locales de restauración y hostelería; los centros de apuestas y actividades recreativas permanecerán cerrados; se suspenden las visitas externas en hospitales salvo algunos casos específicos; en el transporte público, aforo al 50%; y por último, los dos puntos que más controversia han causado: el cierre de los gimnasios y los centros deportivos, y la posibilidad de reunirse con no convivientes (en un máximo de cuatro personas) solo en hostelería y restauración, y no en el resto de espacios públicos o privados.

Es decir, una persona no puede pasear por el parque con un amigo y no puede reunirse con nadie que no viva en su casa si no lo hace para tomar un café o merendar. Y esto tiene que ser en un local de restauración. Todo lo demás no está permitido. Y es aquí donde los expertos no encuentran la lógica.

“Entiendo la dificultad para comprenderlo. Creo que esto tiene mucho que ver con nuestra dependencia del turismo y el sector servicios. Encima cuando vas a la terraza te quitas la mascarilla, y hay gente que no se la vuelve a poner en la hora que está allí sentado”, apunta José Luis Alonso, presidente de la Sociedad Canaria de Salud Pública. “Nos sentamos a comer y luego no nos ponemos la mascarilla. Ahí hay que ser más precisos y contundentes. El riesgo de transmisión es menor en parques. Deberíamos decir dónde está el riesgo y que la mascarilla hay que usarla bien. Falta esa explicación”, agrega José Luis Arocha, especialista en medicina familiar y máster en salud pública.

Para María del Mar Tomás, científica del Instituto de Investigación Biomédica de A Coruña y portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, el tema ya no es si debe haber reuniones o no en parques. Lo que se tiene que limitar, en su opinión, es toda interacción social con no convivientes. La pandemia está descontrolada y este fin de semana se ha batido récord de contagios en España. “No tendrías que mantener contacto con no convivientes. Me da igual que sea un restaurante o un parque, aunque no entiendo por qué se aprueba en un sitio y no en otro. Estamos en un tsunami, y las medidas que funcionan son las que limitan el contacto entre las personas que no viven bajo el mismo techo. Y aún así, si uno cae lo hacen todos”, añade Tomás.

El cerrojazo de los espacios deportivos y gimnasios también ha causado revuelo. En esta ocasión los expertos coinciden en que un lugar cerrado, con un sistema de ventilación que no está preparado para hacer frente al virus y una respiración intensa por parte de los usuarios, sí es un lugar donde el contagio podría producirse. No existen datos concretos sobre qué brotes se han detectado en un sitio así. En España los casos asociados a brotes suponen un 10% de las detecciones de coronavirus desde marzo, por lo que está siendo muy difícil para el sistema de rastreo determinar dónde se dan los focos y cómo frenarlos. Pero los epidemiólogos prefieren ser cautos.

“Esto creo que tiene que ver con las altas posibilidades de transmisión que hay en espacios cerrados, con individuos moviéndose y respirando de forma intensa. En una tienda estás menos tiempo y no inspiras y exhalas tan fuerte”, argumenta Alonso, quien cree que también hay factores económicos detrás para mantener los comercios abiertos, y que hacerlo es un ejemplo más del intento de las autoridades por salvar la economía en la peor pandemia en un siglo. “Claramente en un gimnasio puedes transmitir más aerosoles. Acudir a una tienda puntualmente no creo que sea igual. Pero siempre, si puede ser, tenemos que irnos al exterior”, subraya Tomás. “Además, las mascarillas tienen que ser FFP2. Eso para hacer deporte es incómodo y las mascarillas deportivas no evitan los contagios”.

Lo que ha centrado el discurso estos días entre los residentes de Gran Canaria y Lanzarote, donde se ha aplicado el nivel de alerta 3, es la confusión. Algunos no han entendido la medida y otros no han comprendido la raíz de la misma. Y ha sido así durante más de diez meses, desde que estalló el virus. Arocha pide dos cosas: que las decisiones se tomen con una base informativa y analítica exhaustiva para determinar cuáles son más adecuadas que otras, y más precisión, “porque al final las restricciones son tan generales que parecen incongruentes”.

Por su parte, Alonso considera que se ha hecho una buena difusión de las normas, pero que la explicación ha sido insuficiente. El presidente de la Sociedad Canaria de Salud Pública cree que en Canarias no hay un mal plan para aplanar la curva de casos, pero recuerda que existen medidas estructurales muy importantes que quizá estas semanas se han quedado en el olvido. “¿Hay suficientes rastreadores? ¿Se está realizando una exploración óptima de los casos? Esas cosas básicas son necesarias. Hay que seguir insistiendo, y para ello se necesitan más médicos, enfermeros y personal de atención primaria”.

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