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La anticipación de la experiencia

José Miguel González Hernández

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Si queremos que pasen cosas debemos conocer primero cómo funcionan. Será esa la forma en la que condicionaremos los procedimientos para que se den los resultados que pretendemos, realizando acciones que aumenten su probabilidad de ocurrencia. Es cierto que, en alguna ocasión, el azar aparece y, sin pretenderlo, se dan las circunstancias de un escenario favorable sin ni siquiera haberlo esperado. Pero darse a los brazos de la incertidumbre y la suerte no es el mejor de los consejos que podamos recibir.

Pasa en todos los órdenes de nuestras vidas. Tanto en aquellas facetas que tienen incorporado un manual de instrucciones como en aquellas otras donde no existe. Es por ello que, para establecer los puentes de compensación necesarios entre lo errático y lo preciso, la investigación de contraste debe hacer un acto de aparición permanente de forma que se configura como un eje fundamental para obtener respuestas a los diferentes interrogantes.

Ante este panorama, lo primero a tener en cuenta es dilucidar qué es lo que pretendemos alcanzar, ya sea desde el punto de vista de la utilidad, de la necesidad o simplemente desde la perspectiva de la curiosidad. Para ello hay que definir las hipótesis o supuestos a contrastar, recordando siempre el principio de falsación. Es decir, no debo demostrar que es cierto, sino que en ningún caso es falso más allá de la mera inducción, o sea, a partir de un conocimiento particular repetido.

Es aquí donde, en el diseño de la investigación, ya sea cuantitativa o cualitativa, se adoptan y se aplican estrategias básicas para generar información interpretable. Hay que comentar que los de carácter cualitativo deben ser altamente estructurados, donde el diseño de la captación de la muestra debe estar perfectamente configurado antes de recoger el primer dato. Por otro lado, en los cuantitativos se permite, una vez recogidos los datos, la realización de ajustes con el fin de obtener más con menos.

Eso sí, sea el que sea debe responder a las cuestiones que se basan en el para quién, el qué, el cómo y el cuándo. La estructura fundamental en el diseño de la investigación estipula y especifica la naturaleza de la intervención a seguir. De hecho, cuando se propone un estudio concreto, hay que tomar como referencia un eje sobre el que se pueda comparar.

Por ello, la teoría es la anticipación de la experiencia y también necesita ser medida ante las posibles desviaciones de los resultados observados con la realidad contextual del diseño experimental. Así, se puede decir que la mayoría de las teorías son leyes estadísticas, ya que determinan una distribución de los valores realmente observados.

Ahora bien. Existen otros tipos de investigación. Y son aquello que terminan por demostrar lo que se quiere demostrar, sea o no cierto, sea o no universal. Son “esos” proyectos que se pagan y que deben avalar las tesis de la parte que abona la factura. Son “esos” que terminan por contaminar la verdad en base a para demostrar lo que interesa demostrar. ¿Cómo diferenciarlos? Empezando por asumir que los milagros no existen, sería un buen comienzo. A partir de ahí, lo que quieran…

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