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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Todos perdemos con esta mala política

Pleno en el Parlamento de Canarias. (Flickr Parcan).

Carlos Sosa

El debate sobre el estado de la nacionalidad canaria (denominación que de ser pronunciada en Catalunya sería revisada por el Tribunal Constitucional) ha puesto de manifiesto estos dos días la escasa calidad de la política que se ejerce en Canarias. Por primera vez en toda la historia de la autonomía la oposición parlamentaria es más numerosa que el grupo que sustenta al Gobierno en solitario (18 diputados de 60) y sin embargo, sus señorías no han sido capaces, ni por la izquierda ni por la derecha ni por la triple paridad o por su propio peso, de ponerse de acuerdo en asuntos esenciales para la ciudadanía.

Como recordaba Fernando Clavijo en su discurso de apertura del debate, la única ley que ha logrado sacar adelante es la del suelo, recurrida ante instancias constitucionales y ante las autoridades comunitarias por su la nula capacidad de consenso ciudadano sobre la que fue construida y por la vulneración de principios constitucionales y del sentido común que atesoran algunos de sus artículos. La de servicios sociales, actualmente en tramitación, viene con el mismo sello de la falta de apoyo de los sectores implicados.

La baja calidad de la política que se ejerce ahora en Canarias ha mostrado con toda su crudeza cómo la mayoría de sus actores no ha aprendido nada de la crisis institucional que condujo al 15-M y a la irrupción de partidos rupturistas como Podemos. Los tres grupos mayoritarios de la Cámara autonómica han dado la espalda a esa nueva realidad, plasmada en la misma composición parlamentaria, a la hora de repartirse como si se tratara de un botín los puestos a renovar en la Audiencia de Cuentas, el Consejo Consultivo o el Diputado del Común. Se han saltado principios que parecían ya consagrados, como la representatividad ciudadana, la paridad o la capacidad y méritos de los candidatos, para dedicarse exclusivamente a devolverse favores o a colocar estratégicamente en cada lugar al que pueda echar una mano al partido en un momento de apuro. Que el PSOE haya roto sus puentes con Coalición Canaria cuando ha visto amenazada la Presidencia de la Autoridad Portuaria de Las Palmas porque la exige el PP es la prueba más evidente de lo lejos que están los tres partidos políticos tradicionales de Canarias de presentarse como decentes ante la ciudadanía. Y que no haya sido capaz de pactar nada con los partidos progresistas, clama al cielo.

El bochorno que se está viviendo en torno a la Radio Televisión pública no anima tampoco a reconciliarse con la política que ahora mismo se ejerce en esta nacionalidad (y dos piedras). Dos candidatas a vocales del consejo rector, humilladas por un Parlamento donde se obliga a los diputados de los tres grupos mayoritarios (y al monaguillo gomero) a utilizar rotuladores de colores para detectar dónde se puede producir una fuga son pésimas evidencias del mal funcionamiento del sistema de partidos.

Pero si esos son los síntomas más patentes, las consecuencias, siendo aún más graves, se sienten de menor manera por no poderse retransmitir en directo. Esta política de tan pobre calidad afecta directamente a la vida de la gente que vive en Canarias.

Ganan los fondos de inversión salvajes con decisiones tan discutibles como la imposición del aire propanado en las ciudades como antesala a la implantación del gas natural.

Ganan los especuladores con leyes como la del suelo o la de las islas verdes, planteadas bajo la coartada de promover las inversiones y los puestos de trabajo, profundizando en el mismo modelo productivo que -anuncian grandilocuentemente- pretenden cambiar.

Ganan los manipuladores de la información con manejos como el del concurso de los servicios informativos de la Televisión Canaria, dirigido de manera unipersonal por un presidente de RTVC preso de las decisiones de la Presidencia del Gobierno.

Ganan los mediocres, los lameculos y los correveidiles con la política pesebrista de nombramientos en el Gobierno y en los órganos de control dependientes del Parlamento. Además de los destinarios de la política de captación a la desesperada que ha puesto en marcha CC.

Ganan los zebenzuis que ayudan a mantener gobiernos (el autonómico y algunos locales) a pesar de la repulsión que generan entre los que se dejan apoyar por ellos.

Pierde el medio ambiente con unas ausentes políticas de protección y de lucha contra el cambio climático porque, pese a los anuncios solemnes del alcalde-presidente Clavijo, no se ha hecho nada serio en esta materia.

Pierden las mujeres con la ausencia clamorosa de paridad en las últimas decisiones de nombramientos y de propuestas de nombramientos.

Pierde la verdad cuando se impone una política de comunicación gubernamental basada en el fondo de reptiles y en la compra de voluntades mediante la manipulación de concursos públicos como el de informativos de TVC.

Pierden los servicios públicos sanitarios y educativos, cada vez más deteriorados; pierden las personas dependientes, que se mueren sin recibir las prestaciones que por ley les corresponden; pierden los asalariados, con los sueldos más bajos de España, pierden los jóvenes y los viejos mientras nos quedamos mirando como bobos a una reforma electoral que se desdibuja entre tanta mediocridad.

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