Postales de Trinidad: la villa más española de Cuba
Trinidad es un encanto. Tiene a sus espaldas más historia que la propia Habana o Santiago de Cuba. Apenas unos años después de que los españoles hubieran puesto los pies en la isla, Trinidad ya estaba ahí poniendo de manifiesto que los europeos llegaban para quedarse. Y se quedaron casi cuatro centurias. Y, a diferencia de otras naciones, trajeron consigo la piedra, la teja, el hierro y la madera para crear ciudades perdurables. Ciudades españolas al otro lado del charco. Las huellas de esta herencia hispana se derraman por toda Cuba. No hay ciudad, por pequeña o grande que sea, donde no queden edificios que recuerdan a España; pero la colección de arquitectura colonial de Trinidad es única. Es, de lejos, la mayor y mejor conservada de todo el país. Y también de las mejores cuidadas y preservadas. Dicen que Trinidad es la ciudad más bonita de la Perla del Caribe. En Cuba hay pueblos y villas muy bonitas; pero ninguna cuenta con la homogeneidad de Trinidad. Por aquí no pasó el tiempo.
Trinidad se encuentra situada en la costa sur de la isla: a 315 kilómetros de la capital cubana y a casi 600 de Santiago de Cuba. La ciudad está en la región central del país a tiro de piedra de otros lugares míticos como Cienfuegos, Santa Clara y el fantástico Cayo Romanos, uno de los mejores lugares de toda la isla para empaparse de naturaleza y auténticos playazos (es la nueva zona de moda tras la masificación de Varadero). Trinidad es chiquita. Pero en sus alrededores hay mucho por ver. En la costa hay buenas playas (con Playa Ancón y María Aguilar a la cabeza) y un pequeño reducto de costa salvaje en torno a la Bahía de Casilda –aquí te vas a encontrar con uno de los manglares más espectaculares de la isla-.
Y también hay una buena porción de campo en el que se pueden rastrear los propios orígenes de la localidad, que nació por y para el azúcar en 1514. Desde el Mirador del Valle de los Ingenios tienes una buena vista sobre la vega del Río Guarabó (aprovecha para recorrerla entera y llegarte hasta la desembocadura porque merece la pena). El nombre alude a la gran cantidad de ingenios azucareros que funcionaron en la comarca hasta prácticamente antes de ayer. Aun quedan algunos que se pueden visitar: Hacienda el Abanico y Hacienda El papayal (fuera del valle hay otro ingenio que aún funciona que se llama San Isidro de los Destiladeros –acceso por carretera N-12-). Hoy, la caña de azúcar es casi testimonial y buena parte de los antiguos plantíos se han vuelto a cubrir del antiguo bosque nativo (formando una auténtica selva en las inmediaciones de la Loma La Vigía). Pero el azúcar aún sigue siendo el Leiv Motiv de Trinidad. EL azúcar construyó las haciendas, las iglesias, las casas y el empedrado de las calles. Todo por y para el azúcar. Y también gracias al colapso del azúcar se mantuvo así: como una foto fija en el tiempo.
Una guía de Trinidad.- Todo empieza y acaba en la Plaza Mayor. Sólo los colores chillones la diferencian de cualquier plaza de Canarias o del sur de la Península. Aquí se apelotonan los edificios de mayor importancia de la ciudad ya que aquí se agolpaban el poder religioso y el económico. Aquí está la Iglesia de la Trinidad (enorme, gigantesca, desproporcionada, incluso), el Palacio Brunet (hoy sede del Museo Romántico donde se guarda una enorme colección de arte suntuario vinculado con la industria del azúcar), el palacete que alberga el Museo de Arquitectura Colonial (Casa Sánchez Iznaga) y, un poco más allá, el Palacio de Cantero (Desengaño, 423), otra casona colonial divina que hoy alberga las instalaciones del Museo Histórico. Para encontrar la sede del antiguo poder político hay que desplazarse bastante lejos de este centro ciudadano, porque el Cabildo de San Antonio (San Antonio, sn) queda un poco apartado de la Plaza Mayor. Aquí encontramos otro de los puntos de contacto con Canarias: el baile de la matanza de la culebra, una tradición que saltó al Archipiélago (pese a la ausencia de ofidios) y que forma parte del calendario carnavalesco de varias localidades del norte de Tenerife.
Las grandes casas se limitan a este espacio de poder articulado por el eje que forman la plaza, el Palacio de Cantero y la Iglesia de la Trinidad: el resto del casco histórico de la ciudad está formado por una red de calles, callejuelas y pasajes formadas por manzanas de casas de un piso con tejados a dos aguas, pequeños patios y fachadas pintadas de colores alegres. Es bellísimo. Algunos de estos espacios modestos tienen una honda importancia histórica más allá de su carácter pintoresco. La Plaza del Jigüe, por ejemplo, es mucho más que un pequeño espacio público rodeado de casas muy bonitas: aquí dio su primera misa en Cuba Fray Bartolomé de Las Casas. Y en la esquina de las calles Cristo y Rosario (en plena Plaza Mayor) la casita con el balcón esquinero fue una de las sedes clandestinas de la llamada Rosa de Cuba, una organización nacionalista que alentó la independencia del país (por eso se llama la Casa de los Conspiradores). Casi en cualquier esquina hay algo que ver. En la Casa Padrón (Desengaño, 400) –un apellido canario-, por ejemplo, se dice que durmió el mismísimo Hernán Cortés antes de partir hacia México. La casa fue ampliamente reformada en el siglo XIII y ahora alberga las colecciones arqueológicas del Museo Guamuhaya, especializado en las culturas tahínas prehispánicas.
Trinidad fue la tercera villa de Cuba durante siglos. Y eso se refleja en sus calles. Las iglesias, los viejos conventos… El de San Antonio de Asís (Cristo, 274) es famoso por su hermosa torre y puedes visitarlo porque ahora es el curioso Museo Nacional de la lucha contra los Bandidos, un centro histórico que sigue la pista de los contrarrevolucionarios que anduvieron por los montes de la comarca (Sierra de Escambray) después del triunfo de la Revolución de 1959. Y después queda caminar y descubrir todos y cada uno de los rincones o buscar los pequeños mercadillos que se esconden en algunos callejones del casco histórico. Y disfrutar de la noche. En la Casa de la Trova (Cristo, 29) puedes comer y beber algo mientras escuchas buena música tradicional cubana; otro clásico es La Canchánchara (Real del Jigüe, 90) una taberna que ocupa un bonito edificio colonial del XVIII. La Canchánchara es una bebida que se parece bastante al mojito elaborada con ron blanco, lima, agua y miel. Aquí no sólo vas a poder beberla, sino también comer y escuchar música en vivo. También puedes ir a bailar a Las Cuevas (Pólvora, sn), un local curioso que como su propio nombre indica se encuentra bajo tierra en una enorme cueva natural.
Fotos bajo Licencia CC: Enrico Strocchi; young shanahan; kuhnmi; JackMcKracken; Chris Mole
1