El nuevo tren de la Ruta de la Seda vuela sobre los viejos caminos de Asia Central a más de 150 kilómetros por hora quemando en poco más de dos horas lo que las caravanas tardaban unos diez días en recorrer. A casi 300 kilómetros de Samarcanda y a 450 de Khiva, Bukhara (Bujará) se encuentra en el centro del corredor de la ruta comercial más importante de la historia de la Humanidad a su paso por Uzbekistan. Esta línea férrea que permite alternar tramos de alta velocidad con los vetustos pero encantadores ferrocarriles de la época soviética permite ir desde la ciudad de Taskent, en el límite noroeste del país, y las orillas secas del Mar de Aral (en el extremo contrario) en poco más de 20 horas (el tren llega hasta Khiva). Estamos hablando de más de 1.200 kilómetros de distancia. El nivel de las comunicaciones es altísimo. Se viaja bien, rápido y seguro.
Bujará, junto a Samarcanda, Taskent y la propia Khiva, forman parte del listado de postas míticas de la Ruta de la Seda. Ciudades que forman parte de los mapas desde hace más de dos mil años y que reflejan en sus calles y edificios los siglos de idas y venidas de viajeros; la riqueza del comercio entre Oriente y Occidente; el paso de las culturas; el auge y caía de imperios gigantescos… El Minarete de la Mezqkita de Kaylán (Khodja Nurobobod) es el ejemplo paradigmático de esta complejidad. Este precioso alminar de 47 metros de altura es la construcción más antigua de la ciudad (siglo XII). Según dicen, cuando el gran Ghengis Kan conquistó la ciudad en 1220 mandó a destruir todos los edificios salvo esta torre que durante siglos sirvió de atalaya para la oración y como faro para guiar a las caravanas que buscaban las aguas del Oasis donde se asienta la ciudad.
Qué ver en Bujará.- La vieja Bujará forma parte de las ciudades Patrimonio Mundial de la Unesco: no sólo hay mucho que ver, sino que casi todo es muy bueno (en el casco histórico se concentran más de 150 grandes edificios medievales). En un día no puedes verlo todo y, por lo menos, hay que pasar una noche en la medina para irse con la convicción de que se ha conocido la ciudad (hay quien sólo pasa aquí un par de horas aprovechando el tren de alta velocidad). La mejor manera de iniciar el paseo es junto al Arq o Registán (Afrosiab), una de las fortalezas medievales más imponentes de toda la Ruta de la Seda. Esta fortaleza-palacio de muros inclinados y grandes torres circulares empezó a construirse en el siglo V aunque la gran mayoría de las estructuras muestran la evolución de la arquitectura islámica entre los siglos XIII y XVIII. En su interior puedes encontrar varios museos (de Etnografía, Numismática y Arqueología), una mezquita y varias salas del viejo palacio de los últimos emires de Bujará de entre las que destaca su salón del trono rodeado de bonitas columnas de madera tallada y decorado con azulejos. El lugar es impresionante pese a que más del 80% quedó destruido durante la Guerra Civil Rusa (1917-1923). Frente a las bonitas puertas del Arq no dejes de ir a ver la Mezquita Bolo Hauz (Afrosiab), única en la ciudad por sus estructuras de madera (del siglo XVIII).
Tras los muros del Arq se extiende la intrincada medina de Bujará con sus callejuelas retorcidas y sus grandes plazas monumentales donde se concentran espléndidas mezquitas y madrasas de ladrillo y azulejos. La ciudad lleva el sobrenombre de ‘cúpula del Islam’ por su importancia como centro espiritual en su entorno regional (el Asia Central). Bujará nunca logró tener la grandeza de Samarcanda, pero si se convirtió en una de las sedes universitarias más importantes de la edad de oro de la cultura musulmana. El gran icono de esta etapa de esplendor cultural fue la biblioteca Siwan al-hikma -Almacén de la Sabiduría-, que con más de 45.000 volúmenes rivalizaba con los grandes centros intelectuales del Islam. Todo se perdió. Menos mal que quedaron el ladrillo, el azulejo, la madera, el marfil, el alma…
La primera de las grandes referencias monumentales de la medina es el Po-i Kalan (se puede traducir como lugar de la fundación). El eje de este complejo de plazas y grandes monumentos religiosos es el famoso Alminar de Kaylán, uno de esos curiosos minaretes exentos de la región que son claros herederos de las torres de fuego de la religión zoroástrica (que en Uzbekistán se convierten en obras de arte sublimes). En esta zona se acumulan algunos de los grandes monumentos religiosos de la ciudad: la Mezquita Kaylan (uno de los edificios más hermosos que vimos jamás); la Madrasa del Emir Alimkhan; la Madrasa de Mir I Arab y la Madrasa de Ulug Bek. Este conjunto de grandes edificios educativos y religiosos data de los siglos XVI y XVII y suponen el cenit del llamado Renacimiento Timúrida. Tras el trauma de la conquista Mongola, las alianzas entre las élites locales y las mongolas dan como resultado la implantación de la dinastía Timúrida que reinará en la zona tras la muerte de Kublai Kan (el Kan que recibió a Marco Polo) y el desmembramiento del kanato centralizado. Este periodo cristalizara en el establecimiento del Imperio Mogol, una nueva época de esplendor que se materializa a través de estos grandes monumentos religiosos.
Caravares y mercados; el alma de Bujará.- Otro de los elementos característicos de la medina medieval de Bujará son los ‘Toqis’. Estos viejos mercados cubiertos se diseminan por toda la ciudad pero son muy numerosos en el espacio que media entre el Po-i Kalan y el Lab-i Hauz (que significa en torno al estanque), el segundo de los grandes complejos patrimoniales que hay que ver en Bujará. Hay muchísimos santuarios en toda la ciudad pero los imperdibles son el Toqi Zargaron (Khodja Nuborobod); el Toqi Telpakfurushon (Mekhtar Anbar, 37) y el Toqi Sarrofon (Gavkushon, 25).
El Caravasar era el núcleo esencial de la Ruta de la Seda. Estas postas con alojamientos, cuadras y almacenes se sucedían cada 20 o 30 kilómetros entre Estambul y Xian ofreciendo refugio a los comerciantes y un lugar donde hacer negocios. Estos caravasares también se establecían en las ciudades y se convertían en los ejes de la actividad comercial que abastecía los mercados de objetos llegados desde Europa o China. Los caravasares más importantes de la vieja Bujará se encuentran entre el Po-i kalan y el Lab-i Hauz. El Mercado Tim Abdulla Khan (Khakikat, 34) estaba dedicado a la seda y es el único de los seis grandes ‘centros comerciales’ medievales que ha sobrevivido y el Caravasar Kulita Arkhitekturnyy Pamyatnik (Khakikat, 9) es un ejemplo magnífico de aquellos ‘hoteles’ de la ruta que hoy alberga un pequeño museo sobre el trabajo de los metales en la zona. En la calle hay otros caravansares más pequeños en un entorno donde se han descubierto restos de baños públicos, cuadras y otras infraestructuras relacionadas con el comercio.
En Lab-i Hauz encontramos el segundo de los centros patrimoniales de Bujará. Aquí sobrevive uno de los pocos lagos que formaban el oasis que convirtió a la ciudad en una de las postas más importantes de la Ruta de la Seda. Aquí nos encontramos con algunas madrasas (destacan las de Nodir Devonbegi y Kukaldosh) y una de las dos sinagogas que quedan en la ciudad (Sarrofón, 20). En la Bujará preislámica (la conquista musulmana se inició en el siglo XIII) la comunidad judía de la ciudad era enorme. Hoy apenas quedan unos cuantos miles de judíos (muchos de ellos de ascendencia sefardí).
La Mezquita y Madrasa de Chor Minor (Mekhtar Anbar, 90).- Para llegar hasta esta maravillosa muestra de la arquitectura local en los últimos momentos del Emirato independiente de Bujará hay que alejarse de los ‘dos centros’ de Bujará y serpentear por las callejas de la medina. Este edificio se construyó a principios del siglo XIX y es uno de los centros sufíes más importantes del centro de Asia. Su nombre significa ‘cuatro minaretes’ aunque sus torres redondeadas cubiertas de preciosos azulejos no se usaban para llamar a la oración sino como almacenes.
El Museo Fayzulla Khodjaev (Mekhtar Anbar, 55).- Esta mansión del siglo XIX muestra el estilo de vida de las élites del emirato independiente de Bujará en los últimos tiempos de existencia del país como entidad independiente y la transición hacia el dominio ruso. La casa perteneció a una importante familia de comerciantes, los Khodjaev, quieren se integraron de manera inteligente en los resortes del poder tras la integración en Rusia. La casa es una foto fija de aquella época con una colección de objetos cotidianos, artesanía y artes decorativas que nos trasladan a aquellos tiempos.
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