Lo que hay que ver en Oporto: guía para una visita a la capital del norte portugués

La mejor manera de encontrarse por primera vez con Oporto es desde las orillas del río. Los rabelos (unos barcos de rodas puntiagudas y elegantes) van cauce arriba y cauce abajo llevando turistas de un lado a otro; antes servían para llevar hasta las enormes bodegas de la orilla sur del Douro los toneles del famoso vino de Oporto que se cultivaba y prensaba muchos kilómetros tierra adentro. Hoy, los rabelos se han convertido en una seña de identidad turística para la segunda ciudad de Portugal. Pero durante muchos años fu la principal: para entender la importancia de Oporto en la historia del país hay que remontarse muy atrás. Ya era apostadero de fenicios antes de que los romanos construyeran aquí una de sus bases portuarias más importantes de la Península Ibérica. Portus Cale, la llamaron (puerto bonito). De aquel nombre deriva el actual de Portugal.

La ciudad nació a orillas del Río Duero que, aquí, forma un remanso tranquilo previo a su desembocadura en el Atlántico. De aquel pasado apenas quedan algunos restos dispersos y poco reconocibles; tampoco hay rastros de las ciudades que se fueron sucediendo a lo largo de los siglos. Algunos lienzos de las murallas medievales en torno a la Sé (Catedral) y viejos edificios góticos y renacentistas. Porque Oporto se reinventó en el XVIII gracias al vino. Fue tanta la riqueza que llegó desde el resto del mundo que la ciudad se reconstruyó barroca e imponente; y ese fue el inicio de un largo periodo de gloria industrial que culminó en el XIX. Lisboa se divierte; Coimbra estudia y Oporto trabaja, dicen por aquí con una mezcla de orgullo y reproche.

LA PRAÇA DA LIBERDADE .- Esta plaza actúa, a la vez, de nexo de unión y de frontera entre las diversas ciudades que conviven en Oporto. Hacia el Duero se extiende la ciudad vieja y hasta un tanto decadente que busca los antiguos embarcaderos en un verdadero desplome de tejados y muros; al norte se extiende la ciudad del XVIII y XIX con sus grandes edificios públicos y, más allá, sus industrias; al oeste, buscando ya las playas, están los barrios elegantes cuajados de grandes casonas y palacios modernistas y al este los humildes barrios obreros. Todas las Oportos confluyen en la Praça da Liberdade; aquí confluyen la mayoría de las líneas del eficiente servicio público de transporte de la ciudad y, también, se encuentra la imponente Estación Ferroviaria de Sao Bento (Praça Almeida Garret), famosa por los enormes murales de azulejos que cuentan la historia del país. A dos pasos está la famosa Librería Lello (Rua das Carmelitas, 144), que se hizo famosa por salir en la saga de Harry Potter pero que ya de mucho antes se la conocía como una de las más bonitas del mundo; y también cerca está el Mercado do Bolhao (Rua Formosa), otro de los lugares que hay que ver sí o sí antes de internarse por las callejuelas de la ciudad vieja, y la peatonal Rua da Santa Catarina, una de las arterias comerciales más importantes del lugar. Justo aquí está el Café Majestic (Rua da Santa Catarina, 112), una maravilla de estilo modernista dónde merece la pena parar para tomarse un café.

UN PASEO HASTA EL RÍO.- El itinerario más lógico desde Praça da Liberdade es enfilar la Rua dos Clerigos. Durante la Edad Media, a esta zona a extra muros se la conocía como el Cerro de los Ahorcados, ya que aquí recibían sepultura los condenados a muerte. Justo en este lugar se construyó uno de los edificios icónicos de la ciudad. De la Iglesia de Los Clérigos (Rua de Sao Felipe de Nery) lo más famoso es su espectacular torre de 76 metros de estilo barroco. El premio de subir hasta el campanario son las mejores vistas de la ciudad; hacia el río, el casco histórico es un inmenso puzzle de tejados que sólo se interrumpe en la pequeña acrópolis que forma la Catedral. Pero muchos dejan de lado la propia iglesia; una rareza ovalada que es una de las cumbres del barroco portugués. Los Clérigos es la mejor carta de presentación de la vieja Oporto.

Para buscar los orígenes de la ciudad hay que llegarse hasta el Terreiro da Sé, una especie de pequeña colina que se eleva unos metros antes de precipitarse hacia las orillas del río. Aquí se encuentran los restos de la antigua muralla y, también, las huellas del pasado romano de la urbe, que salen a la luz en lugares como el Arqueossitio de Dom Hugo (Rua de Dom Hugo, 5), un verdadero viaje al pasado junto a las viejas murallas dónde se han localizado restos del viejo castro lusitano y de la ciudad romana. A dos pasos se encuentra la Catedral de Oporto (Terreiro da Se) una imponente iglesia fortaleza del siglo XII que se empezó románica; se terminó gótica y fue acogiendo añadidos renacentistas y barrocos. Impresionante el claustro gótico y su retablo barroco.

Antes de buscar el río hay que pararse en varios lugares interesantes. A espaldas de la catedral se encuentra la Iglesia de Santa Clara (Largo Primero de Dezembro), una maravilla del gótico manuelino que es la preferida de los habitantes de la ciudad. Esta iglesia hay que verla sí o sí; su interior es sencillamente increíble. De ahí puedes darte un salto para ver los lienzos de la Muralla Fernandina, el trozo mejor conservado de las antiguas defensas de la ciudad. Para bajar hasta Ribeira, la opción cómoda es el Funicular Dos Guindais que conecta Batalha con la orilla (bajo el imponente Puente de Luiz I), pero la más auténtica es bajar por las Escaleras do Barredo y explorar las callejuelas decadentes del barrio Do Barredo. Esto apenas te llevará diez o quince minutos, ya que las Casas da Ribeira están ahí a un paso.

DA RIBEIRA .- Hace apenas unas décadas, esta zona de Oporto se encontraba completamente abandonada. Hoy, los antiguos muelles se han remozado para convertirse en el lugar de moda repleto de restaurantes; bares de copas; tiendas y hasta algunos museos como el del vino (Rua da Reboleira, 37). De aquí parten los barcos que hacen pequeños cruceros por el río. Las casitas de colores chillones y las callejuelas son la seña de identidad de esta parte de Oporto. Para ver cómo estaba la zona hace apenas unas décadas hay que adentrarse en Do Barredo, como te decíamos con anterioridad.

En la zona también hay grandes monumentos. El más significativo es la Iglesia de San Francisco (Rua do Infante Dom Henrique). El continente (edificio) es de estilo gótico manuelino, pero el contenido es una de las más sublimes exageraciones del barroco portugués. Todo el interior del templo está recubierto de madera dorada en un alarde de recargamiento decorativo que hasta intimida. Dicen que para recubrir todos los adornos de San Francisco se gastaron más de 200 kilos de polvo de oro. Justo al lado de la iglesia está el Palacio de la Bolsa (Rua Ferreira Borges) un enorme edificio repleto de grandes salones monumentales. Otro lugar interesante para amantes de la historia es la Casa del Infante (Rua da Alfandega, 10), antigua aduana del siglo XIII que hoy alberga un pequeño museo sobre la actividad portuaria de la ciudad.

PASAR A VILA NOVA DE GAIA .- Ya sólo para llegar hay que cumplir con una de las cosas que hay que hacer en Oporto sí o sí: cruzar el Puente de Dom Luiz I. En los dos niveles de este gigante de hierro diseñado por uno de los Discípulos de Gustave Eiffel hay sendas peatonales que permiten ir, venir y, lo más importante para los viajeros, pararse para ver o hacer fotos. El acceso al vial superior se hace desde la Avenida Vimara Pérez (trasera de la catedral) y al inferior se accede desde la Ribeira. Las vistas desde el puente son espectaculares. No es mala idea hacer el recorrido de ida por un nivel y el de vuelta por otro. Vila Nova de Gaia es, en la práctica, otra ciudad aunque esté íntimamente ligada a Oporto.

Justo enfrente de Ribeira (desde dónde se pueden hacer unas fotos brutales de todo el frente fluvial y el casco histórico de la ciudad) se localizan la mayoría de las grandes bodegas de vino de Oporto. Hay muchas que se pueden visitar y que, con una entrada, incluyen degustaciones y precios especiales de venta. Las más famosas son Sandeman; Calem y Carlos Pinto (todas en la Avenida de Ramos Pinto). Desde la misma avenida parte el Teleférico de Gaia que recorre desde el aire la zona portuaria sobre los tejados de las bodegas.

COGER EL TRANVÍA 1 HASTA FOZ DE DOURO .- Otro clásico de las visitas a Oporto es tomar la línea 18 del tranvía (Massarelos - Carmo) hasta la Foz de Douro muy cerca de la desembocadura del río. Esta zona de Oporto es una sucesión de pequeñas urbanizaciones y casas de lujo que culmina en un rosario de playas que se suceden hasta los grandes arenales de Matosinhos (Carneiro; Ourigo; Los Ingleses; da Luz; Gondarem y Homen do Lemen). Un clásico es esperar la caída del sol en el Faro das Felgueiras y para hacer tiempo se puede dar un paseo por losJardines del Paseo Alegre o hacer una visita al Fortín de Sao Joao da Foz, uno de los viejos castillos (siglo XVI) que guardaban la boca del Duero de visitantes indeseables.

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