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Esquizofrenia

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Esquizofrenia: Grupo de enfermedades mentales correspondientes a la antigua demencia precoz, que se declaran hacia la pubertad y se caracterizan por una disociación específica de las funciones psíquicas, que conduce, en los casos graves, a una demencia incurable. Atendiendo a su definición, queda claro que dicha enfermedad es mucho más grave y peligrosa de lo que puede parecer y, además, no sucede por generación espontánea, sino que tiene un largo proceso que puede terminar desembocando en muchos de los comportamientos que estamos padeciendo. No pretendo decir que la clase política y parte de la clase empresarial y / o adinerada de las Islas esté aquejada de tal mal, pero sí que hay un grupo de representantes públicos que, de no estar aquejados de la mentada dolencia, lo disimulan muy mal.Sus actuaciones cada vez discurren más por los caminos de la insensatez, el nulo respeto por los intereses generales y un egocentrismo que deja pequeño al de los reyes absolutos. Nada es suficiente para lograr que no se cuestione su autoridad, aunque, con ello, se deterioren los cimientos de nuestra sociedad. Lo único que importa es ocultar la realidad. La verdad es una entelequia tiempo atrás enterrada. Y si para ello se deben recurrir a los más ponzoñosos venenos, lo mismo da. El fin justifica los medios, por lo menos los suyos. Es más, ya no les importa insultar abierta y públicamente a los ciudadanos que asisten atónitos a sus disputas barriobajeras. Declaraciones como la que emitió el gobierno de nuestra comunidad -reconociendo que los canales de comunicación no habían funcionado en la última legislatura- sobrepasa la tomadura de pelo más rotunda. Después nos dirán que su inoperancia es fruto de la falta de recursos, que los gastos excesivos son culpa de los malos contables y que la luna y el sol son de queso y caramelo. De todas formas, a ellos qué les importa. Hasta las elecciones no hay nada que temer, salvo que continúen apareciendo manzanas podridas en el cesto, cuyos resultados pueden ser más peligrosos que una bomba con la espoleta retardada. Después, “aunque las urnas nos den como perdedores, siempre hay tiempo de hacer un oportuno pacto, con alguien más ansioso del poder que yo”. Y las cosas permanecerán igual, sino peor, añado.Tampoco quiero que esta columna sea sólo una diatriba contra la vomitiva clase política que nos está tocando vivir. El resto de la sociedad y muchos de los llamados medios de comunicación de masas –el bien llamado cuarto poder- tienen, también, la brújula bastante estropeada. Debería dejar de ser una verdad aceptada el que en determinados ambientes sea normal –lógico llegan a decir algunos- que se dilapiden los presupuestos, sin orden ni concierto. Vulgarmente se acepta que en los organismo públicos no se derrocha sino que se roba abiertamente, ya sea favoreciendo a terceros o desviando capitales para fines realmente oscuros. Podría decir que ahí se acaba el problema, pero para mí lo peor es la tendencia a tildar de alarmistas a todos aquellos capaces de denunciar la situación. Las cosas nunca están tan mal, como algunos dicen. “Son exageraciones de quienes siempre están disconformes con la realidad en la que viven”, se atreven a decir. Claro que siempre aparece alguien mucho más cualificado que los portavoces oficiales –normalmente, meros altavoces de quien está al mando de todo- y les golpea con la vedad, sin añadidos ni adornos. Este fue el caso de las declaraciones de Alejandra Gómez-Céspedes, publicadas por el rotativo tinerfeño La Opinión. Gómez-Céspedes es criminóloga especializada en delincuencia económica y trabaja en el Instituto Andaluz de Criminología de la Universidad de Málaga, con el cual participó en una investigación sobre irregularidades urbanísticas en la Costa del Sol, realizada entre 2000 y 2003, la cual se adelantó a los acontecimientos. Su visita a la isla de Tenerife, hace unas semanas, se debió a un foro organizado por Los Verdes dedicado a los problemas de la especulación urbanística. En dicho foro, la ponente explicó sus experiencias mientras estudiaba la situación que se vivía en la Costa del Sol.Sus palabras al respecto no pueden ser más claras: “Al empezar a estudiar el funcionamiento de los tres ayuntamientos que estábamos estudiando, comprobamos cómo determinadas actitudes se repetían, casi de manera sistemática: información privilegiada, recalificaciones, convenios urbanísticos al margen de los plenos, prácticas para dejar superar los plazos de reclamación y así cuando los ciudadanos iban a aportar sus alegaciones ya no pudieran, una total falta de transparencia en el acceso a la información, baja o nula rendición de cuentas a los ciudadanos, textos ininteligibles... Hay mucho oscurantismo y eso favorece la impunidad. Los ayuntamientos alegan que todo es por falta de financiación. Lo que nos resultaba extraño es que los grandes beneficios de las operaciones no se reinvertían en los ayuntamientos”. De todas formas, lo peor de todo es comprobar cómo, una vez terminado el estudio, la sociedad repudió los datos allí recogidos. “Nos adelantamos un poco, pero cuando presentamos el estudio éste fue descalificado por muchos medios de comunicación y colectivos. Lo tacharon de alarmista y de que ahuyentaba el turismo. Verdaderamente, la labor de los científicos sociales es predecir lo que puede pasar. Fíjese que después vino en el 2005 la operación Ballena Blanca, en la que vimos a un reputado bufete de abogados lavando capitales procedentes del narcotráfico; los casos de Marbella, la disolución de todo un Ayuntamiento...”Sé que el cuento del lobo es un mal precedente, pero cuando hay más lobos que hombres en el bosque el que no se quiera dar por aludido, o es muy tonto o es un lobo y no le interesa que nadie lo sepa.Actitudes como ésta, y otras muchas que siguen lastrando nuestra sociedad, no son fáciles de quitar, pero sería bueno que en estas fechas, donde parece que todo el mundo es bueno, apechugáramos un poco sin necesidad de depender de las lumbreras que dicen gobernarnos. Una sociedad es, o debería ser, un conjunto de personas trabajando por un bien común y no el patio de recreo de unos pocos. O, simplemente, puede que esté equivocado y sea yo quien sufra la esquizofrenia que da título a esta columna, quién sabe.De todas formas, Feliz Navidad. Eduardo Serradilla Sanchis

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