Aunque muchos sabían desde hace dos semanas que Carmelo Artiles se aferraba a la vida en el Hospital Insular y que las esperanzas eran pocas, a todos conmovió este domingo, a última hora de la noche, la muerte de este destacado socialista y apasionado grancanario. Fue una pieza clave en la política insular en los ochenta y en los noventa, y con la misma sencillez que trabajó por su isla y por Canarias, se apartó prudentemente cuando consideró que era el momento de ceder el paso. No se marchó a un destino dorado, ni pidió prebendas y reconocimientos. Cogió su carpeta, se la echó bajo el brazo, y regresó a su trabajo de abogado, el que aparcó en 1983 cuando los ciudadanos lo hicieron presidente del Cabildo. Noble, sencillo y trabajador, la amalgama de personas que este lunes lo acompañaron junto a su familia en el tanatorio de San Miguel delataban cómo y con quién se relacionó Carmelo Artiles durante sus sesenta y pico años de existencia. Será recordado como un gran presidente insular, quizás el primero de indudable extracción humilde, la demostración mejor de que la democracia había llegado. Estuvo siempre a la altura de las circunstancias, incluso cuando dejó escapar unas lágrimas de pena cuando fue apartado del cargo por una injusta moción de censura.