Muchas veces leerán ustedes en los periódicos desafectos y escucharán en las emisoras atrevidas críticas a la gestión de las administraciones públicas, que lo mismo prometen que incumplen sin que a nadie le tiemble el pulso lo más mínimo. El ejemplo más palmario lo hemos tenido los últimos diez años con los diferentes planes de vivienda y con las inversiones en costas. Si no fuera porque suena fatal, se diría que son una vergüenza ambas cosas. Las obras públicas, por lo general, suelen ser muy relajientas, no sólo porque terminan costando siempre un 20% más de lo licitado, sino porque, como ha quedado dicho, se retrasan una barbaridad. Como la depuradora de Jinámar, en Telde, de la que se colocó la primera piedra hace ahora un año.