Ecos de la vieja Sefarad en las calles de la judería toledana

Arco medieval en la Calle del Ángel, en plena judería de Toledo. VIAJAR AHORA

Apelotonadas sobre las murallas que caen a plomo sobre los cauces del Tajo las manzanas de casas ofrecen la apariencia de un laberinto sin orden ni concierto. Las calles bajan desde las inmediaciones de la Iglesia de Santo Tomé en una trama urbana propia de locos donde abundan las escaleras, los callejones y los recodos de geometrías imposibles. Un galimatías para cualquier urbanista de nuestros días que, sin embargo, es hermoso. Desde las alturas de cualquier torre, la zona es un mar de tejados que casi se tocan dejando poco espacio a calles y plazas. La Toledo medieval es sorprendente. Los muros nobles lindan con casas donde el ladrillo y la madera ponen de manifiesto la humildad de sus orígenes. Iglesias, mezquitas, templos romanos, termas, sinagogas… Apenas 100 metros de cada calle es una síntesis exacta de la historia de España; una historia en la que la comunidad judía tiene un papel protagonista.

La Madinat al Yahud (ciudad de los judíos) de Toledo se creó en el año 920. Las autoridades musulmanas concentraron a los hebreos en la zona oeste de la ciudad para, en teoría, protegerlos de las iras de la mayoría musulmana. Un clásico que se repetiría con posterioridad, ya con los cristianos en el poder. Por eso a los judíos se les confinó en barrios separados y, como en el caso de Toledo, cerrados desde el año 920. Los hebreos, en teoría, vivían en una zona comprendida entre la Puerta del Cambrón y el Río Tajo; pero había otros núcleos repartidos por el resto de la ciudad y en las laderas que, a extramuros, bajan hasta el Tajo. Pero la judería, en sentido estricto, ocupa el extremo oeste de la ciudad. Las calles Santo Tomé, Ángel, Reyes Católicos y El Tránsito son las vías principales de una red de callejuelas que guardan los rastros de la comunidad judía en una ciudad que, durante siglos, fue solar de coexistencia en precario equilibrio de cristianos, musulmanes y hebreos.

La Calle Santo Tomé arranca en la Plaza del Salvador. Desde allí, lugar cercano al espacio privilegiado que ocupa la catedral Primada de Toledo, la ciudad empieza a declinar hacia las riberas del Río Tajo. Aquí empieza la Judería. Poco queda de aquellos tiempos. Y los solares que ocuparon antiguas sinagogas o mezquitas hoy son iglesias. Y precisamente un templo musulmán era lo que hoy ocupa la Iglesia de Santo Tomé. El pasado mahometano queda más que patente en su campanario, antiguo alminar de tintes morunos que condicionó, para bien, el estilo mudéjar del edificio cristiano. La iglesia, más allá de sus bondades arquitectónicas, es famosa en todo el mundo por albergar el Entierro del Señor de Orgaz (Dirección: Plaza del Conde, 4; Tel: (+34) 925 256 098; Horario: LD 10.00 – 17.45; E-mail: santotome@santotome.org), una de las obras maestras de El Greco. Esta parte de la judería es un laberinto de callejuelas que culmina, Calle Ángel abajo, en el espectacular Monasterio de San Juan de los Reyes (Dirección: C/ San Juan de los Reyes sn; Te.; (+34) 925 223 802; Horario: LD 10.00 – 17.45 ), una de las obras maestras del gótico plateresco español que bien merece una visita. Y calle abajo la Puerta del Cambrón, antiguo límite del barrio y de la propia ciudad y un buen punto de partida para recorrer las murallas y dejarse asombrar por el contundente Puente de San Martín, uno de los que comunica la antigua Toledo con la orilla oeste del Tajo.

La Judería monumental

Barrio adentro, los recuerdos de lo que un día fueron palacetes, tiendas, zocos y sinagogas quedaron diluidos por reformas, olvidos y ocultaciones que se impusieron tras la expulsión de los judíos españoles en 1492. En casas aparecen restos de antiguos baños rituales, muros que pertenecieron a viejas escuelas, topónimos que nos hablan del matadero (como el degolladero de los judíos) y otros lugares que, más de cinco siglos atrás, servían de escenario a los quehaceres diarios de aquellos hombres y mujeres. Sitios sagrados como el cementerio hebreo se convirtieron en improvisadas canteras y por eso aparecen lápidas esculpidas en la lengua de Jacob en las fachadas de algunas casas (la más conocida se encuentra en el número nueve de la calle de La Plata). La esencia se diluyó y quedaron los recuerdos, los nombres, las antiguas historias. Para encontrar los restos más notorios de aquella pujante comunidad hay que caminar por la calle Reyes Católicos, vía en la que se apelotonan las huellas más gloriosas de aquella Sefarad ya no sólo en Toledo, sino en España.

Suele pasar. Santa María la Blanca (Dirección: C/ Reyes Católicos, 4: Tel: (+34) 925 277 257; Horario: Del 1 de mayo al 31 de octubre L-D 10.00-18.45 y del 1 de noviembre al 30 de abril L-D 10.00-17.45.) se salvó del pico y la pala porque inmediatamente de dejar de ser sinagoga se convirtió en iglesia. Y a Dios gracias, porque es uno de los edificios más hermosos de la Europa medieval. Aunque una de las vigas marca el año de 1180, el edificio actual es algo más reciente. Un incendio destruyó el templo original, lo que obligó a reedificarlo en el siglo XIII. Una de las señas de identidad de Santa María la Blanca es la sencillez y belleza de su interior. La sala de oraciones cuenta con cinco naves separadas por arcos de herradura de ladrillo cubiertos de estuco blanco. Los capiteles de las columnas, como sucede en su homóloga segoviana, cuentan con decoración vegetal y las tradicionales piñas. Otro de los elementos destacables de esta construcción es la decoración geométrica de sus simples pero notables yeserías. Como particularidad, el templo no cuenta con galería de mujeres.

Y a dos pasos se encuentra la Sinagoga del Tránsito (Dirección: C/ Samuel Levi sn; Tel: (+34) 925 223 665; E-mail: reservas.msefardi@mecd.es; Horario: Del 1 de abril al 30 de septiembre M-S 9.30-20.00 DyF 10.00-15.00, del 1 de noviembre al 31 de marzo M-S 9.30-18.30 DyF 10.00-15.00.), buque insignia de las sinagogas históricas españolas y sede del Museo Nacional Sefardí. Sin duda alguna es la más importante construcción de este tipo que aún se conserva en España. Se construyó en el siglo XIV gracias a la mediación del rabino Samuel Ha Levi, consejero personal del Rey Pedro I de Castilla, tesorero del reino e importante personaje de la comunidad judía castellana. El patronazgo real queda de manifiesto en la grandiosidad del edificio y en su decoración, ya que a los acostumbrados motivos geométricos y epigráficos (inscripciones) hay que añadir los escudos heráldicos de la corona castellana y loas al monarca. La gran sala principal es una de las obras cumbre de la arquitectura mudéjar, un arte exclusivamente español que combina las tradiciones artísticas musulmanas con las diferentes corrientes medievales europeas. En este sentido, cabe destacar el impresionante artesonado (techo) de madera, una auténtica obra de arte que pone de manifiesto la pericia de los artesanos del Toledo de la época. Otro de los elementos fundamentales del edificio es el Hejal o Muro de Jerusalén, lugar donde se sitúa el Aron ‘ha Qodes (armario sagrado) que guarda los rollos de la Torá. La decoración de la pared es impresionante: sencillamente uno de los mejores trabajos en yesería de España, que ya es decir. Otro de los elementos típicos del edificio es la galería de mujeres, situada a mayor altura que la sala principal. Desde aquí se puede admirar a escasa distancia la armadura del techo.

Junto a la Sinagoga del Tránsito se encontraba la residencia de Samuel Ha-Levi. Un hombre de su importancia no podía vivir en un lugar cualquiera. Hoy, el aspecto externo de esta casa, que es una de las pocas residencias nobiliarias judías de época medieval que quedan en Europa, nada tiene que ver con la casa que habitó el tesorero de Pedro I; pero quedan la estructura del palacio, sus patios y uno de los pocos baños rituales judías que sobreviven de la Sefarad de aquellos tiempos. Hoy, la residencia del patriarca de los judíos toledanos es la sede del Museo del Greco (Dirección: Paseo del Tránsito sn; Tel: (+34) 990 980; Horarios: MS 9.30 – 18.00 (19.30 del 1 de marzo al 31 de octubre) DyF 10.00 – 15.00; E-mail: museodelgreco@mecd.es) que, aparte de una buena colección de cuadros del genial pintor griego, también exhibe objetos y muebles de la época.

Viajar a Toledo desde Madrid

En Tren: El servicio Avant de Renfe (Alta Velocidad) conecta la Estación de Atocha y Toledo con 15 frecuencias por trayecto (entre las 6.50 y las 21.30). La duración del viaje apenas es de 33 minutos y el precio promedio es de 13 euros por trayecto.

En autobús: La empresa Alsa comunica Madrid y Toledo con más de 50 frecuencias al día. La duración del trayecto directo es de una hora (hora y media el servicio con paradas) y el precio es de 6 euros por trayecto o 9,77 el ida y vuelta. Los buses salen del Intercambiador de la Plaza Elíptica de Madrid (Metro líneas 6 y 11).

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