De invicto en casa durante la primera vuelta, a seis derrotas un año después
La UD Las Palmas ha finalizado la primera vuelta de LaLiga Santander como colista, con solo 11 puntos, a siete de distancia de la permanencia, y tras perder seis de los nueve partidos jugados como local, solo un año después de acabar invicta en casa la primera mitad liguera.
Ese registro del equipo amarillo lo logró entonces con Quique Setién como entrenador, algo que no conseguía desde hacía 34 años.
Desde que el 18 de marzo de 2017 el técnico cántabro, ahora en el Real Betis, anunciara que no renovaría su contrato por “falta de sintonía” con la entidad, al tener “conceptos diferentes” en la forma de trabajar, todo ha sido fatalidad para el conjunto canario, que completó una segunda vuelta paupérrima, aunque su permanencia en la elite no corrió peligro al tener llena la mochila de puntos.
En la actual temporada, el banquillo insular ha tenido ya cuatro inquilinos, aunque el club no cuente como tal al interino Paquito Ortiz, y subraya que solo se ha producido una destitución, la del vasco Pako Ayestarán, tras su sucesión de resultados negativos, con un solo punto conquistado de 21 posibles.
El elegido para suplir a Setién fue Manolo Márquez, técnico del equipo filial, quien presentó la dimisión tras la sexta jornada. Logró seis puntos, uno más de los que han sumado hasta ahora todos sus sucesores.
Tras renunciar al cargo, le fue asignado un puesto en el fútbol base local. El catalán reconoció con posterioridad en una entrevista concedida a la cadena de televisión Bein Sports que él mismo detectó que el club no confiaba en él, además de criticar la planificación de la pretemporada. Márquez ya no trabaja hoy para la entidad.
Su llegada al banquillo fue sorprendente, cuando todo parecía indicar que el elegido era el italiano Roberto De Zerbi, descartado a última hora por el club sin que hayan trascendido los motivos exactos del espontáneo arrepentimiento.
De similar manera se ha producido ahora la llegada de Paco Jémez, después de descartar también al que había sido escogido inicialmente, el argentino Jorge Almirón, aunque en esta ocasión de forma obligada al no serle otorgado el permiso para entrenar en España, circunstancia consultada después de haber llegado a un acuerdo económico con él y sus ayudantes.
Con Jémez, Las Palmas no ha logrado frenar la sangría de goles recibidos, 46 en 19 jornadas, y además continúa sin dejar la portería imbatida fuera de casa, déficit que arrastra desde 2016.
Y lo que es seguramente más grave, el equipo amarillo sigue sin encontrar un patrón de juego definido, de saber a qué juega, ni un once inicial reconocible, cuando ya se ha consumido la mitad del torneo doméstico.
Las bajas de Roque Mesa, traspasado el pasado verano al Swansea galés, y de Kevin-Prince Boateng, con su repentina marcha a Alemania a solo 48 horas de comenzar la competición, han dejado a Jonathan Viera como único futbolista capaz de marcar las diferencias y tirar del carro. La dependencia del equipo del nuevo internacional es más que notoria.
En lo que va de competición liguera ya han sido utilizados 31 jugadores, entre ellos Víctor Machín 'Vitolo', cuyo rocambolesco fichaje para cuatro meses, como puente hacia el Atlético de Madrid, tampoco dio resultado debido principalmente a las tres lesiones que sufrió en su fugaz regreso a casa.
Con la derrota por 6-0 del pasado sábado ante el Girona, y un nuevo sistema de juego de tres centrales que estaba condenado al fracaso por el escaso tiempo de ensayo, la Unión Deportiva sigue en el fondo de la clasificación, como las últimas cinco jornadas, desde el pasado 10 de diciembre.
Más allá de la distancia de siete puntos con los puestos de permanencia, totalmente salvable cuando aún quedarán 57 en juego, la principal diferencia con sus directos rivales es que el equipo está moralmente muy mermado, y ahora en proceso de reconstrucción, a la búsqueda de una identidad perdida desde que Setién decidió cambiar su lugar de trabajo.
Aunque desde entonces han sido cuatro los técnicos que ya han desfilado por el banquillo grancanario, la sensación que queda, cumplido el ecuador de la campaña 2017-2018, es que Las Palmas no ha vuelto a tener un entrenador que aporte la estabilidad necesaria para enderezar un barco a la deriva en alta mar, con una importante vía de agua en su casco, y la brújula estropeada.