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El ángel rubio de Charlie

Juan García Luján / Juan García Luján

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Nunca tuve curiosidad por conocer la cara de Charlie. Los ojos azules de Farrah Fawcettt (Jill) eran más importantes para mantener mi interés en cada nuevo capítulo de aquella serie de mujeres policías. En la televisión postfranquista que sólo mostraba desnudo el cuerpo de la Abeja Maya, la presencia de Los Ángeles de Charlie llenaba de sensualidad la pantalla de las 325 líneas. Yo era un chiquillo-chiquillo, que ni siquiera había aprendido todavía los caminos para encauzar los malos pensamientos. Al cura sólo le contaba las peleas con mis hermanas y alguna malcriadez que el padre Vidal me perdonaba con 2 padrenuestros y un avemaría.

Acabó la temporada y desapareció Jill, dicen que Farraw no soportaba la actitud acosadora del productor de la serie. Nada volvió a ser lo mismo. No tenía ningún sentido que Charlie se quedara con 2 ángeles antiguas y una que no podía sustituir a Farrah Fawcett. Quizá ahí empezaron mis problemas con los policías. Starsky y Hutch me parecían unos gandules, el trabajo lo hacía siempre aquel chivato negro. Luego vinieron los hombres de Harrelson, y se me parecieron demasiado a los maderos que nos perseguían en las manifestaciones de estudiantes. Así que dejé de sentarme frente a la tele para ver series de policía. Ya nada era lo mismo sin aquella mujer rubía, que sonreía y llenaba la casa, que tan pronto aparecía jugando al tenis en minichó o subida en el sanchesky.

Anoche volví a ver un capítulo de la serie. El estrangulador del muñeco de trapo. Los Ángeles de Charlie usaron sus artes seductoras (políticamente incorrecta 30 años después) para descubrir a los asesinos de una modelos. Prefiero quedarme con esa cara de Farrah, que con el rostro de la mujer madura que cuenta su cáncer terminal . Es como si uno volviera a ser un chiquillo, prefiero la fantasía de la vieja serie que el reality de las últimas semanas de esa mujer que arrastra su muerte por varios aeropuertos, buscando en Alemania un tratamiento de células madres prohibido en la moralista Norteamérica que dejó Bush.

Dicen las crónicas que las actrices Jaclyn Smith y Kate Jackson( las otras detectives de Charlie) acompañaron a Farraw en este final del camino. También cuentan que su novio de siempre le pidió la mano y ella le dijo que sí minutos antes de que entrara la guadaña. Charlie no apareció, sigue escondido el muy cabrón en alguna piscina, con el viejo teléfono al lado. Por eso yo quería despedirme de Farrah Fawcett. Decirle que yo era un chiquillo y no supe tener pensamientos libidinosos cuando clavé mis ojos en aquel poster donde ella aparecía con un bañador rojo. La mujer que fue descubierta por un productor cuando hacía anuncios de champú, las últimas semanas se escondía de las cámaras porque no quería que viéramos su cabeza sin su famosa melena. Ay, Farrah, perra vida.Encima cuando estoy terminando este humilde homenaje se muere Mickael Jackson. Sólo cuentan que se le paró el corazón. Pues mira, Jill, tienes un asunto para investigar, esta vez sin tenerle que rendir cuentas al incordio de Charlie, que no te podrá llamar por teléfono.

Juan García Luján

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