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Los antipolíticos

Juan García Luján / Juan García Luján

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Uno intenta ser comprensivo con ellos. Pero esta gente no quiere aprender. Parecen extraterrestres. El otro día discutí con un amigo que me enseñó orgulloso una blusa que se acababa de comprar. “Los antipolíticos. Todos los políticos son una mierda”. Le dije que yo no me pondría esa camiseta, me parece un lema fascista. No quería hacer de enteradillo de la caja del agua, pero tuve que recordar la etimología de la palabra político: relativo a la polis, a la ciudad, ciudadano. Decir antipolíticos es decir que estamos en contra de nosotros mismos.

Queramos o no queramos, como animales sociales que somos tenemos que organizarnos. Hay que tomar decisiones que nos afectan a todos en todos los espacios: en nuestra casa, en la comunidad de vecinos, en el barrio, en la ciudad, en la isla, en el país. Si decimos que pasamos de la político, si no queremos hablar de política, si pensamos que todos son iguales, que van a lo mismo, si consideramos que la política no va con nosotros y que cualquiera que esté o aspire a estar en una institución pública es un enemigo a batir o a ignorar, estamos dando paso a un sistema absolutista, donde una clase privilegiada decidirá por su cuenta sin escucharnos.

Es cierto que tenemos razones para desanimarnos. El sistema económico capitalista ha convertido todo en mercancía que se compra y se vende. La imagen de un eurodiputado del PP aceptando cambiar una ley a cambio de dinero o de una eurodiputada socialista firmando a las 8 de la mañana en la ventanilla para cobrar las dietas (300 euros) por trabajar ese día y a las 8.30 de ese día en el aeropuerto camino de su ciudad, esas dos imágenes ( que no han provocado ni siquiera una amonestación de sus respectivos partidos ) provocan que los ciudadanos den la espalda a los políticos. Pero el sistema está preparado para llegar a un 60 o un 70 por ciento de abstención.

Otro dato de la lejanía entre políticos y ciudadanos es el uso de las nuevas tecnologías. Un paseo por los muros de Facebook de los candidatos nos permite comprobar la falta de ideas, la ausencia absoluta de autocríticas. Todo el potencial interactivo de las redes sociales tirado a la basura. Los muros están llenos de simplezas nacionaleras como “que buenos somos los canarios”, o consignas simplonas como qué malo es ZP, qué peligro es Rajoy? Y, por supuesto, no falta el “me gusta” puesto siempre por los mismos fans que vienen a ser los militantes que acuden a los actos que salen en esas fotografías. Salvo el blog de Dulce Xerach, el resto de los políticos canarios ha convertido su presencia en las redes sociales en mítines virtuales que sólo ven y animas los suyos.

Ustedes no lo han notado, pero yo pretendía con este artículo criticar el nauseabundo mensaje “Los antipolíticos. Todos los políticos son una mierda”. Lo rechazo absolutamente, no es una ironía. Me parece la antesala del fascismo. Si los señores y señores que están al frente de buena parte de las instituciones nos han defraudados, si quieren convertirse en una nueva casta aristocrática, si algunos gozan de jubilaciones privilegiadas, de contratos millonarios que compatibilizan con pensiones públicas millonarias? Digamos que también hay concejales que pierden dinero, que trabajan sin horario, que han mejorado la calidad de vida de sus vecinos. Digamos que hay gente que han rechazado comisiones, que han dimitido antes de votar contra su conciencia. Digamos que desde que tomamos el primer cortado de la mañana estamos pagando unos impuestos que sirven para mantener unas instituciones y unos políticos que, queramos o no queramos, tomas decisiones que nos afectan.

Todavía queda mucha gente viva que se jugó la libertad, el pan y la vida para que nosotros podamos votar o ser votados, para que tengamos unas instituciones con muchos defectos que sirven para aprobar leyes que nos fastidian o nos ayudan a vivir en comunidad. La mayoría de los que lucharon por la libertad lo hicieron sin interés personal, casi ninguno de ellos está hoy en día en esas instituciones. Gracias a la lucha de aquella gente hoy tenemos la libertad que nos permite hacer el imbécil poniéndonos una camisa con el lema “Los antipolíticos”, consigna sólo superada por algunos eslóganes electorales.

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