El arte de amar

José María Noguerol

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Resulta imprescindible levantarse cada mañana con una emoción fuerte, al decir de Bachelard. Olvidada la cita, su origen, se repite cada cierto tiempo en los escritos de la ignorancia. Así por ejemplo, Ramón recita a Glòria los últimos versos de adolescencia cuando esta ya sabe lo que es ejercer la misericordia. Ella se irá a vivir al Pirineo con un hombre de las nieves. Él cometerá el error portugués: siempre detrás de la belleza con la tesitura de Pessoa y la ingenuidad de Saramago. “Pepe” como le llamaba la amiga argentina perdida en la maraña de papeles de las legalizaciones españolas. Pepe dejó un testimonio y, sobre todo, una literatura que se bifurca en ríos inaprensibles. Casi todas las personas que dicen disfrutar con Saramago lo hacen desde la militancia política, menos desde el placer de la literatura.

Otro caso parecido es el de Javier Marías. Vendió muchos ejemplares y gozó de una insólita amistad con Arturo Pérez Reverte. Este, metido en promociones de su penúltimo folletín, lo reivindica a su manera en el primer aniversario de su muerte. A Marías no le entendió ni él mismo, era imposible. Algo así como lo que escribió Thomas Mann sobre Nietzsche: “Quien le crea, está perdido. Verdaderamente ocurre con él lo mismo que con Séneca, de quien Nietzsche dice que es un hombre al que se debe prestar siempre oído, pero jamás fidelidad y fe.” Se sabe que Federico Guillermo pidió en dos ocasiones matrimonio a Lou Andreas Salomé. En las dos fue rechazado. De ahí a la demencia, al manicomio y a la muerte. Es lo que tienen los intentos intempestivos de matrimonio. Cabe la posibilidad de consumarlos postmorten en vida, lo cual suele resultar placentero no solo por lo que tiene de infidelidad con uno mismo y con las parejas correspondientes, sino en especial por el espíritu masoquista de permanecer en el que bonito hubiera sido si.

Después están los sucesivos sucesos en lontananza. Este verano en Asturias se pudieron contemplar un par. Irrefrenables y sugerentes, como casi todo lo que ocurre cerca de los picos de Europa, el recuerdo del inmenso Juan Cueto y sus “Cuadernos del Norte” surgía en cada roble, en cada castaño y en las almenas de los castillos que no fueron. ¿Cuál fue su primer artículo? Seguro que uno en El País, periódico en el que se inventó casi todas las postmodernidades, trifulcas con los fanáticos de Tin-tin y una larga serie de etiquetas de las que aun vivimos (“es muy importante ponerle nombre a las cosas”, me dijo en la cafetería del aeropuerto de El Prat) Canal Plus fue otra aventura y su obra publicada, dispersa, como buen discípulo de Barthes, y escasa.

En el quicio de la puerta, para hacer un ejercicio de simulación impropio, aparece Jane Fonda en Descalzos por el parque, un no sé qué de esa película me traslada siempre a Woody Allen: Annie Hall, Misterioso asesinato en Manhattan y Scop de un solo trago. Hay otras e iguales, quizás no mejores. Estos días en España pasea nueva película ahora que amarle en Nueva York es delito. Menos mal que allí no saben de las maldades que se dicen aquí sobre Jaume Roures, que le ha patrocinado en Europa algunas cosas. “En aquel tiempo” le vi ensayar el clarinete en la cafetería del hotel Casa Fuster de Barcelona, solo con su grupo y solo yo y mi hijo de espectadores. Hubo fotos con cámara réflex Nikon D300 (verano de 2007) y él estaba liado con Vicky, Cristina, Barcelona. Me gustan mucho Hannah y sus hermanas y Match Point. Todas aguantan el paso del tiempo por lo que, aprovechando la avinentesa, hay una plataforma que las “echa” (así lo decían) casi de golpe.

Por último, Yerma en los quioscos –con el otoño que empieza mañana, siempre hay nuevos coleccionables que nunca se acaban. La primera vez, en el teatro Colón de Coruña con una Nuria Espert en sazón y unas lonas negras tensas como escenario, creo. La Espert sigue ahí, mayorcita pero eterna como todas las grandes actrices. Se merece un gran reconocimiento en vida que no sé si alguien se acordará de darle a tiempo. Allá ellos y las que odian: no saben de las venganzas de los postestructuralistas. Vale.

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