Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Bring me the head...

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

0

Estrenada en 1.974, la película gira alrededor de la mencionada cabeza y el reguero de muertos que ésta deja a su paso. El protagonista de la película, Bernnie, un músico norteamericano, antiguo soldado y que ahora sobrevive en un tugurio de la ciudad de Méjico, decide embarcarse en una esperpéntica carrera, en pos de lograr la recompensa que pesa sobre la cabeza del mencionado Alfredo García.

Dicha recompensa ?un millón de dólares- la ofrece un megalómano terrateniente, “el Jefe”, el cual acusa al fallecido Alfredo García de haber violado a su hija. Por ello, y dada su posición social, “el Jefe” recurre al tan manido término de “vivo o muerto” para lograr saciar su sed de venganza. Lo curioso es que Alfredo García también tuvo relaciones con la novia de Bernnie, razón por la cual ésta conoce el paradero, en este caso, la tumba de Alfredo García.

Para Bernnie, hombre que sólo cree en sí mismo y en su endiablada capacidad de manejar una Browing M1911 Calibre .45, llevarle la cabeza de Alfredo García al demente cacique es una oportunidad de abandonar el agujero en el que trabaja y empezar una nueva vida al lado de Elita, su pareja. El problema es que tan jugosa recompensa ha puesto en jaque a otros jugadores y la partida no se presenta, precisamente, de manera amistosa que digamos. Aún así, Bernnie prefiere jugar y apostar lo poco que tiene, a sabiendas de que nadie terminará ganando aquella mano.

Con lo que no contaba es que, además de él, otras muchas personas perderán la partida, la mayoría de ellas inocentes peones en medio de los macabros juegos de poder de personas como “el Jefe”. Para éste último, un sátrapa mezquino y pagado de sí mismo que desprecia a todos por igual, incluyendo a la hija que lleva al vástago de Alfredo García en su vientre, la recompensa es una excusa para demostrar su poder y el control de todo lo que le rodea.

No le importan las víctimas, ni sangre que ha corrido por su culpa. Para él lo único que importa es mantener las formas, demostrar que nada escapa a su control, y disfrutar con las desgracias ajenas. Cuando Bernnie está frente a frente con “el Jefe” y ve su expresión de sádico confeso y orgulloso, sólo le queda una carta por jugar y no duda, ni por un instante, en tirarla sobre la mesa de juego.

Quiero la cabeza de Alfredo García, tanto entonces como en su día, es una dura, clara y real radiografía sobre la forma que tienen de hacer las cosas muchos de los que presumen de ostentar el poder. Poco les importa las consecuencias, con tal de salirse con la suya. Para ellos, el mundo se reduce a lograr que los demás se plieguen antes sus exigencias y si para ello deben arruinar a una generación entera, no importa, eso no les quitará el sueño por las noches. Para ellos está más que justificado el eslogan ?tan cacareado por la actual administración norteamericana- de “conmigo o en contra mía”. No hay término medio que valga, y todo vale para lograr que el sistema funcione.

Y eso es algo que cada día está más presente en la vida cotidiana del nuestro mundo, nuestro país y nuestra comunidad. Da la sensación de que hay un numeroso grupo de personas, colectivos y organizaciones, que están empeñados en vendernos que su única verdad, la que nos salvará no sé muy bien de qué, la ostentan ellos. La sensación que le queda a uno es que la única sabiduría que hay en el mundo es la suya y que los demás somos unos tontos redomados, unos anormales, o unos animales sin raciocinio. Sólo ellos conocen la salvación para nuestras miserables existencias y, en pos de la mentada salvación, no dudan en hacer uso de todas las fuerzas opresivas que sus privilegias vidas les permiten.

Con tal fin están justificados los comportamientos torticeros, partidistas y falaces que se han convertido en la seña de identidad de muchos medios de comunicación, entre ellos la Televisión Autonómica Canaria y la irrepetible Tele-Espe, ante conocida como TeleMadrid. En ambos casos, por poner sólo dos ejemplos, sus contenidos y nombramientos no dejan de sorprender por lo esperpéntico que resultan.

No obstante, algunos sectores, mucho más radicales, no dudan en tratar de privar a las personas de su sagrado derecho a elegir y escoger, dejando a un lado conceptos como ideología y religión. Hace unos días leí, y cito textualmente en relación a las amenazas que sufren las mujeres que deciden abortar y los profesionales que les ayudan a ello que las denuncias y actuaciones contra las clínicas autorizadas, como las amenazas y agresiones que están sufriendo profesionales de dichos centros, forman parte de una campaña política de sectores fundamentalistas que tratan de impedir que las mujeres puedan interrumpir voluntariamente su embarazo en los términos que marca la Ley.

Se supone que cada cual es libre de pensar y CREER en lo que quiera. Nuestra Constitución así lo expresa y, al final, si hay que dar explicaciones por alguna cosa, la factura corre por cuenta de cada uno. Tratar de imponer las creencias por la fuerza no es la mejor manera de lograr que vivamos en un mundo mejor. Y la historia está llena de ejemplos, a cada cual peor, de lo que ha ocurrido cuando se abusado del poder de una idea, creencia o concepto similar

El problema es que estamos inmersos en una confrontación orquestada por quienes, como “el Jefe” de la película de Peckinpah, no desean que las cosas cambien o los demás empiecen a pensar y a actuar por su cuenta. Es mejor que las cosas permanezcan como están, que los mandamases ?cargos electos, en muchos casos- no pierdan la impunidad y que, cuando se les pille en un renuncio, alguien se saque de la chistera una excusa para salvarles la cara y el trasero. Al final son los ciudadanos, como las víctimas que la recompensa del cacique de la película termina ocasionando, quienes deben pagar los desmanes de quienes han prometido salvaguardar sus intereses.

No sé cuál es la solución para devolver la cordura a tanta insensatez, y dudo que quienes salen en televisión diciendo palabras altisonantes y huecas lo sepan. Lo que sí sé es que por lo menos Bernnie tuvo la última palabra en su rocambolesca aventura, cargando con la putrefacta cabeza de Alfredo García. Él sí pudo jugar su última mano, cómo y cuándo quiso, mientras que los demás debemos permanecer atentos a que las locuras de estos iluminados no nos arrollen como un tren sin control.

Y seguro que alguien, tras leer esta columna, me acusará de ser amigo de alguien, que fomento el aborto o que no me gusta la tele canaria, porque no me dieron trabajo en ella. Nada que decir ante las dos primeras acusaciones. Sobre la tercera, antes MUERTO que? y añadan lo que les plazca.

Eduardo Serradilla Sanchis

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats