Continúan las tragedias del mar

Junto a los catorce muertos últimos llegaron otros cuarenta y cinco en las peores condiciones. A la impotencia y a no saber si los gobiernos están actuando se suma la indignación ante el único hecho verificable: los países ricos apenas procuran promover el desarrollo de las zonas del continente vecino de donde salen los inmigrantes para fijar a sus poblaciones y deje de ser una necesidad lanzarse a la aventura de embarcarse en un cayuco. Ni siquiera les mueve que gran parte de los sufrimientos de esos pueblos sean consecuencia de la colonización europea; de un continente que presume de vanguardia de la civilización y que lo es la insolidaridad ante situaciones que contribuyó a crear.

Por eso el discurso europeísta se antoja cada vez más vacío. Europa no es lo que dice ser. Esta inmigración, que sigue sin ser importante en número aunque lo sea en tragedias, pone en evidencia la verdad de Europa, su escasa disposición a reparar los daños de la política colonial de sus naciones que siguen, por cierto, estando presentes en varios países que tienen todavía algo que ofrecer a su avaricia. No es demagogia sino hecho demostrable que buena parte de la prosperidad europea se debe a la explotación de África. La historia económica está ahí.

En la parte que nos toca, es sabido que el Gobierno canario no se tomó en serio estas arribadas hasta que alcanzaron Tenerife. Entonces sobrevino la histeria que proporcionó, además, una baza política contra Zapatero. Pero ni un análisis, ni una propuesta que fuera más allá del blindaje de las costas con su toque de xenofobia. Un Gobierno, en definitiva, que no sabe mirar alrededor y adoptar una postura aunque sólo sea ética ante lo que ve para saber al menos que su visión del mundo trasciende la costa de Añaza.