Espacio de opinión de Canarias Ahora
El contrato
¡Bravo! ¡Albricias! Al fin alguien tiene una idea brillante para que la inmigración no siga siendo un cachondeo. Hagamos firmar un contrato de convivencia a los que llegan de fuera para contaminar nuestras esencias y robarnos el trabajo.
Tiene algunos peros evidentes la iniciativa, pero los forofos del PP no van a admitirlos, por supuesto. El primero es ése de que los que aspiren a vivir y a currar en este país deban pagar impuestos y demás. No sólo deberán pagar impuestos. Y las multas. Y los desayunos que se manden en la cafetería de abajo. Si no respetar todas las leyes, entre las que están incluidas las fiscales. No faltaba más.
Obligar contractualmente a los inmigrantes a aprender español no está mal. Aunque sea una medida nacionalista y mal planteada: tan español es el catalán como el gallego, un suponer. Habría que señalar en el proyecto popular que los foráneos deberán hablar castellano, lo cual para la mayoría de los inmigrantes de origen latinoamericano ?que son los más- no es ninguna cortapisa. Por lo común, lo hablan bastante mejor que nosotros. E incluyo en el nosotros a Mariano Rajoy.
No obstante en esto del aprendizaje del idioma hay algo que me mosquea. Desde hace mucho tiempo, en este país, hay zonas y puntos geográficos concretos en los mapas turísticos donde campan por sus respetos empresarios germánicos y británicos en cuyos establecimientos ?restaurantes, pubs, discotecas? -sólo se habla inglés o alemán. Si eres un cliente español te tratan como una basura y ni se molestan en entenderte. ¿Nunca se pensó, cuando gobernaba Aznar, en que estos inmigrantes, por muy comunitarios que sean, respetasen nuestra lengua y la asimilaran?...
El contrato mariánico ?ojo con el acento, que puede sonar a cachondeo- estipularía además que el inmigrante ha de respetar las costumbres españolas. ¿Qué costumbres, qué hábitos, qué usos?... Son ?somos- muchos los españolitos de nacimiento que ni respetamos ni nos gustan ciertas costumbres del país. Desde los toros hasta la Semana Santa, cuando nos cortan las calles y nos las llenan de ritos religiosos sobre los que no existe aceptación unánime. Y hay hasta a quien no le gustan los callos con garbanzas, el tinto de verano, las romerías, la peineta o el piropo. ¿Nos van a quitar la nacionalidad por eso?... (Chiquita estupidez la que le están jaleando a don Rajoy, oigan, chiquita estupidez).
José H. Chela
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