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Corporativismo

José Manuel Balbuena Castellano / José M. Balbuena Castellano

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Aunque no todos los jueces ni los que trabajan en la administración de justicia opinen lo mismo, se ha dicho que en este caso y en muchos otros, ha jugado un papel importante el corporativismo. Si todos somos iguales ante la ley debería haber, pues un trato igualitario.

Está claro que un poder del Estado no se puede vender, ni dejar sobornar, ni dictar sentencias arbitrarias y no sujetas a la ley y se ha de tratar por igual a todos los ciudadanos, Es más, creo que debe haber más rigor contra aquellos que deben dar ejemplo de rectitud y de interpretación de la ley.

Todos sabemos que el ser humano se puede ver tentado por la ambición, por el afán de poseer riquezas y por los sobornos. Pero no es un problema moderno. Ha sucedido siempre allí donde ha habido poder. Unas naciones luchan denodadamente contra la corrupción y otros la toleran.

El país que muchos toman como “ejemplo de democracia”, o sea Estados Unidos, es donde más trapicheos, sobornos, e incluso atentados contra los derechos humanos, se han producido en la historia. Hubo épocas, como en los años 20-30, la mafia y las grandes empresas sobornaban a senadores, jueces, policías y todo aquel que tuviese alguna influencia en los poderes del estado. Yo recomiendo la lectura de la novela “Serpico”, de Peter Maas, que es un clásico ejemplo de la corrupción policial norteamericana, pero existen muchas obras donde se denuncia esa lacra en otros sectores del estado. Al menos, la mayoría de los escritores americanos son autocríticos.

Aunque con menos intensidad quizás, aún hoy se practica en el país más poderoso del mundo esta costumbre, pero no le va a la zaga el resto del continente americano, en naciones que se dicen democráticas y donde se supone que debe imperar el estado de derecho. De Río Grande hacia abajo son pocos los que se libran de este estigma. Es más: en algunos de ellos, ser político es sinónimo de corrupción. Imagínense lo que ocurre en aquellos países de este planeta donde no se respetan los derechos humanos y existen dictaduras, sean teocráticas, marxistas, capitalistas o del signo que fueren.

En España, tan imitadores como somos de las cosas malas y no de las buenas, estamos empezando a seguir el mismo camino.. Hasta ahora hemos visto como el soborno, el cohecho, la prevaricación, el tráfico de influencias, el nepotismo, y otras miserias humanas, se han acomodado en la administración pública, en determinados elementos de las fuerzas de seguridad (nacionales, autonómicas y locales) y de vez en cuando salpica también a ciertos “valedores” de la justicia. Es cierto que, hasta ahora, puede hablarse de excepciones y no de generalidad. Pero si no se actúa con contundencia y rápido, y se deja entrever que la impunidad sale triunfante, y que puede haber connivencia con elementos poco éticos del poder judicial, nos veremos corroídos por esta enfermedad y nuestra joven y débil democracia se irá al traste. Todos creemos que existen servidores de la justicia, justos y honrados, aunque a veces se vean desbordado por la desorganización, por la falta de medios y por otras causas que les son ajenas o porque ningún gobierno se atreve a afrontar una reforma judicial y un fortalecimiento de este pilar básico de un estado de derecho.

José M. Balbuena Castellano

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