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Y tengan cuidado ahí fuera
El consejero Ruano, quien más empeño ha puesto, manifestó que en breve se hablará de guanchancha de forma mucho más positiva que como término hasta ahora empleado con sorna para referirse al instituto policial autóctono. Da la sensación que, de producirse más deslices, se hablará durante mucho tiempo, en términos coloquiales, de actos o decisiones que serán identificadas y asociadas con un cuerpo que ya debe estar mirándose en el espejo de las policías locales para contrastar el esfuerzo que ha significado ganarse el respeto de la población, una buena parte de la cual todavía sigue aludiendo a los guindillas cuando ha de referirse a los componentes de aquéllas. Quizá por eso se expliquen los primeros mensajes de los responsables políticos a los integrantes de la flamante policía: sean amables y háganse respetar. Una suerte de aquella lacónica pero ilustrativa recomendación que en la comisaría de Hill Street inmortalizara la serie televisiva norteamericana:
-Y tengan cuidado ahí fuera.
Al Gobierno le da igual la inoportunidad de la entrada en funcionamiento y de la puesta en escena. Con tal de satisfacer el capricho, es lo mismo: ni el fracaso escolar ni ser la única Comunidad española donde no bajó el desempleo parecen importar demasiado. La legislatura, para este ejecutivo, ya tiene nombre y apellidos de policía propia que suenan a logro, a consecución. Que el día de la presentación, el presidente haya pedido al Estado “un esfuerzo inversor” para completar la actuación, resulta un paradójico y cruel sarcasmo: como si la desmemoria, una vez más, se hiciera presente y aquel planteamiento conocido desde el principio de la iniciativa, cuando empezó a fraguarse el capricho se hubiera evaporado:
-Usted quiere una policía. Muy bien, adelante. Pero tendrá que pagarla con sus propios recursos presupuestarios.
Otra paradoja, como se ve. Es indiferente que sigan sin estar claras las competencias y que no se haya entendido del todo la función de colaboración, no de sustitución, el papel complementario que teóricamente le corresponde. De momento, descontada la policía local a la espera de su modalidad de integración, Canarias puede presumir de que en su territorio frágil y discontínuo operan ya tres cuerpos policiales. Pero ya sabe, con todos los respetos: vivimos en un archipiélago, donde tocan el tambor y la gente se mueve.
Hay que ser conscientes de que una policía tarda en hacerse y consolidarse. Pero no es una mera cuestión de voluntarismo. Sólo en Catalunya y Euzkadi actúan policías sustitutas. En Navarra también funciona un modelo singular derivado de circunstancias políticas e históricas. Ese tiempo que se necesita discurre a ritmo directamente proporcional a la necesidad de acreditación profesional y a la conquista de la credibilidad. Ojalá no se vean enturbiadas por riesgos y vicios de manipulación política, tan característicos de la política canaria en lo que a gestión de recursos públicos se refiere.
Atentos, en este sentido, al funcionamiento de la Junta de Seguridad Autonómica, órgano previsto en el Estatuto de Autonomía, al que dio luz verde el Plan Integral de Seguridad para Canarias, iniciativa de José Segura en sus tiempos de Delegado del Gobierno, refrendada por un consejo de ministros. Una Proposición No de Ley, aprobada por unanimidad en el Parlamento de Canarias, debe ser el soporte definitivo para su operatividad y para su misma fiscalización en sede parlamentaria en las coordenadas procedentes.
Atentos, porque independientemente de todos estos factores, es mucho lo que aún queda por despejar: desde la especificación de las competencias a la coordinación real y efectiva con otros cuerpos de seguridad. Desde la complementariedad a un territorio policial y a si tienen que marcharse a la larga el Cuerpo Nacional de Policía o la Guardia Civil. Palabras mayores.
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