Sin embargo, esa aparente fortaleza del flujo mundial de pasajeros tiene unas grandes debilidades, que podemos calificar de crónicas. Como sabemos, es un sector de actividad muy vulnerable a los vaivenes de la situación económica del país emisor, a los factores geopolíticos, etc. La gran economía del ocio viajero está fundada en una paz económica y social más o menos duradera de la que han gozado los países desarrollados en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial y que, como sabemos, tiene su base en la gran desigualdad de intercambios internacional y en el uso creciente, igualmente desigual e insostenible de recursos naturales finitos, especialmente energéticos. Pareciera, a tenor de algunas afirmaciones, que esta situación pudiera perpetuarse de forma indefinida, cuando lo cierto es que los crecimientos geométricos no son posibles mantenerlos de forma indefinida. Canarias llegó a su cenit de entrada de turistas extranjeros en el año 2001, experimentando desde entonces un declive, amortiguado en el pasado año, pero que parece confirmarse en el actual. No es ajena a esta situación la compleja situación energética del Reino Unido. Como ha advertido Chris Vernon, experto inglés en recursos energéticos y editor de www.theoildrum.com , su país está entrando en una nueva era energética caracterizada por la creciente importación de energía del exterior. Bajo el mandato de Margaret Thatcher se dio el impulso definitivo a la producción del yacimiento del Mar del Norte, descubierto en los años sesenta, y cuya extracción llegó a suponer el 8% anual de la producción mundial de crudo, según James Howard Kunstler, el autor de La gran emergencia. Este poderoso yacimiento, que se encuentra ya en agudo declive de producción desde comienzos del siglo XXI, insufló una gran potencia energética a un país que fue, durante décadas, un gran productor mundial de carbón. Sin embargo, hoy las cosas han cambiado: el petróleo y el gas siguen declinando, el Reino Unido importa dos tercios del carbón que consume y planea el cierre de sus obsoletas minas, y varias de sus catorce centrales nucleares se encuentran en el comienzo de un proceso de cierre por obsolescencia. El gran poder energético ofrece el poder económico prolongado. Y viceversa. De hecho, el Reino Unido ha vivido un largo festín de esfervescencia productiva, apoyado en la abundancia de recursos, lo que apuntaló muchas de las decisiones tomadas: grandes privatizaciones, burbuja inmobiliaria británica, endeudamiento masivo de su población, consumo conspicuo y, evidentemente, turismo de masas. Las subidas de tipos de interés del Banco de Inglaterra, y las subidas de los precios del gas y otras materias primas, así como el creciente déficit comercial británico, están ensombreciendo este panorama, y anunciando que el lobo del retroceso económico energético ya ha asomado sus fauces en las islas británicas. Parece que el Reino Unido está intentando solventar las crecientes carencias energéticas manu militari, desplegando, en el más genuino estilo imperial británico, tropas militares en los lugares donde hay mayores recursos energéticos fósiles en el Planeta y, donde, casualidad de las casualidades, se despliegan los terroristas que amenazan nuestro bienestar… El declive del petróleo, tras su cenit más o menos inmediato, supondrá un empeoramiento global de las economías turísticas, vía descenso del flujo de los países emisores. El fenómeno turístico mundial pende de una estabilidad energética y macroeconómica que veremos cuestionar crecientemente con cada subida del precio del barril del petróleo. El ocio masivo como fuente principal de actividad económica está pasando su cenit en Canarias, como lo está haciendo hoy la actividad constructiva, y las perspectivas advierten de un empeoramiento de la situación global en la pugna por los recursos. Es muy probable que vivamos el mantenimiento de una tendencia declinante en la entrada de turistas. El complejo y preocupante panorama que se presenta para la sociedad canaria debiera ser abordado con perspectiva histórica. Ignorar el escenario de declive nos sitúa en una posición de gran debilidad para afrontar los cambios socioeconómicos que traerá la creciente crisis energética global. (*) Juan Jesús Bermúdez es presidente de la asociación Canarias ante la crisis energética. Juan Jesús Bermúdez Ferrer (*)