Espacio de opinión de Canarias Ahora
El dilema laboral
Si uno trata de situarse en la objetividad, lo cual es absolutamente imposible según sabemos desde siempre los periodistas, aunque algunos prefieran no confesarlo, resulta que el dilema laboral que nos plantea el presidente de esta Comunidad se las trae. Por una parte, es cierto que el paro afecta con especial gravedad a los isleños y que la población con aspiraciones a un puesto de trabajo no deja de crecer. Desde esa perspectiva parece racional y hasta justificado procurar una prioridad en el empleo para los que han nacido o estaban antes aquí. Pero, atendiendo no sólo a la simple aplicación de los derechos humanos, sino a la eficacia pragmática de la economía y de la buena marcha de una determinada sociedad la nuestra- lo normal es que todo individuo tenga derecho a trabajar y que todo empresario contrate a aquella persona que le parezca más idónea para la realización de una tarea determinada. De la cualificación del positivamente discriminado nadie dice nada, pardiez. Si yo, director de un periódico, quiero fichar a un especialista en lucha canaria, raramente contrataré un guatemalteco o un checo, pongamos por caso, pero si soy un empresario que acabo de montar aquí una compañía productora de polluelos y lo que busco es un sexador de estos animalitos, difícilmente lo encontraré entre la población ya asentada en las Islas. Quiero decir que el Gobierno haría bien en especificar y explicar con pelos y señales su propuesta para, además de no parecer xenófobo, no caer en contradicciones. Las administraciones canarias adjudican constantemente proyectos de enorme envergadura a arquitectos extranjeros, asesorías a consultoras peninsulares, campañas publicitarias a creativos del continente El Ejecutivo tendría que empezar por predicar con el ejemplo y demostrar que todos sus compromisos laborales los firma con gentes del país. Je, je. Pero, es que, a niveles meramente cotidianos, el nacionalismo laboral funciona muy malamente. Ayer se me estropeó la cerradura de la puerta de mi casa. Llamé a varios especialistas que aparecían en las páginas amarillas (simbólicas páginas a tenor de la resolución del cuento que les cuento). Dadas las horas de madrugada en las que requería el servicio, ninguna cerrajería insular podía o quería atenderme. Pasaban de la urgencia, de la atención al cliente y del negocio. Vinieron unos cerrajeros chinos y me resolvieron el problema. Tengo que contárselo a Paulino, oye.
José H. Chela
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