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A esperar otros 500 años

Juan García Luján / Juan García Luján

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También me fue imposible asistir a la batalla de Bentayga para poder ver a Bentejuí corriendo por los riscos de Tunte . Tuve que conformarme con la lectura de los libros de Fray Juan de Abreu Galindo, pero las crónicas del franciscano andaluz sobre la conquista tienen la misma fiabilidad que los reportajes de los periodistas empotrados en los cañones norteamericanos durante la invasión de Irak.

Tras la conquista no pude ser testigo de la evolución de los monocultivos de la agricultura canaria, de los cambios del azúcar, al vino, a la cochinilla y al plátano. No pude vivir la crisis de esos cultivos ni las emigraciones masivas posteriores. Las mismas leyes naturales me impidieron estar presente en la aprobación en 1852 de la Ley de Puertos Francos, ni de la Ley de Cabildos. Me conformé con leer a Pepe Alemán, Antonio González Vieitez y Oscar Bergasa, que resumían muy bien la historia de la economía canaria. Sí había nacido cuando se aprobó la ley del REF y el estatuto de Autonomía de Canarias, pero reconozco que estaba más ocupado en conocer los misterios del amor adolescente que en enterarme de esos acontecimientos que contaban los periódicos.

No pude estar en la creación de la Asociación Obrera de Canarias que José Cabrera fundó en 1900, y que Secundino Delgado defendió desde las páginas de El Obrero. Pero en 1993 sí presencié en directo la moción de censura contra Jerónimo Saavedra , vi las lágrimas emocionadas del legionario Martín Paredes y el ojo hinchado de Honorio García Bravo, causa y efecto de la moción de censura que elevó a los altares de la presidencia del gobierno al empresario de la construcción Manuel Hermoso. Fui testigo directo del momento histórico en el que la muchachada icánica levantaba en sus hombros al político tardofranquista que unos meses antes había sido la reencarnación del diablo según el líder de ICAN, al nuevo héroe nacional lo introdujeron rodeado de banderas de siete estrellas verdes en el palacio de la presidencia de la capital grancanaria. Unos días antes en Tenerife lo recibieron con las banderas blanquiazules y con pancartas que ponían “llegó la hora de Tenerife”, ellos lo tenían más claro.

Quede claro por tanto que un servidor sólo ha podido presenciar algún pequeño capítulo de los últimos quinientos años de la historia de nuestro país volcánico. Por eso me siento terriblemente frustrado por no haber acudido a la reunión que convocó Paulino Rivero el pasado jueves en la sede de la presidencia del gobierno. En su deseo de formar lo que podríamos llamar el FRENTAPREZA (Frente Amplio contra los Presupuestos de Zapatero) Paulino logró convocar a 50 representantes de colectivos económicos y sociales. Las patronales canarias emitieron un comunicado desmarcándose del FRENTAPREZA, y los sindicatos UGT y Comisiones Obreras (los únicos que hasta la fecha el gobierno canario ha reconocido como interlocutores oficiales) no acudieron a la convocatoria que tildaron de “circo”. Pero el presidente no se desanimó y declaró que la reunión del jueves fue “el hecho más importante desde el punto de vista de unidad y de la representación socioeconómica que ha tenido lugar en el archipiélago en sus más de 500 años de historia”.

Ayer Paulino continuó con sus reuniones. Recibió a López Aguilar, Román Rodríguez, al hijo de Dimas Martín, al hijo de Ignacio González y al cabeza de familia del PNC. El líder del PSC-PSOE salió de la reunión diciendo que el FRENTAPREZA había fracasado. Los otros políticos que participaron en el coñazo de desfile (copyright Rajoy) ante Paulino se mostraron más cercanos a los planteamientos de Rivero. Así que si tenemos en cuenta la escasa representatividad de López Aguilar frente al hijo de Dimas, o al chiquillo de don Ignacio o al conductor del coche que el PNC usa para sus asambleas, debemos concluir que ayer fue otro día histórico que también me perdí. Pues nada, tendré que cuidarme y esperar otros quinientos años a que se vuelva a suicidar Bentejuí o a que el retataranieto de Bencomo vuelva a hacer una huelga de hambre como homenaje a su antepasado, espero estar para contarlo .

Juan García Luján

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