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Espoo Ciné 2010: El año que nos reencontramos con la realidad (II)

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Esta última conclusión bien se pudiera obtener con sólo ver una mínima selección de las películas proyectadas en la pasada edición del festival de cine de Espoo. Prácticamente todas las películas vistas durante los días en los que duró el evento estaban fuertemente ancladas a la realidad cotidiana, incluso las de temática fantástica. Tal paradoja no deja de ser digna de comentar, dado que uno de los géneros, todavía, más denostados dentro del séptimo arte sigue siendo el cine de género fantástico.

Outcast, producción británico-irlandesa, dirigida por Colm McCarthy, reúne elementos tales como el mito del hombre lobo, ancestrales creencias de la mitología irlandesa y escocesa, los problemas de comunicación entre distintas generaciones y un exceso de fanatismo que termina por ser más peligroso que cualquier criatura de ultratumba.

En Outcast queda muy claro que los verdaderos monstruos no son, en este caso, los hombres lobo, sino los humanos, que se creen con derecho a destruir cualquier cosa con tal de salirse con la suya. Por añadidura, los deprimentes exteriores, rodados en los suburbios de Edimburgo, se tornan un escenario tan peligroso y desolador como pudiera ser cualquier paraje de los que ilustran las novelas góticas de terror.

Tampoco una película cinemática y disparatada como Les Aventures extraordinaires d'Adèle Blanc-Sec se escapa de una dura crítica social contra la realidad del imperio francés de principios del siglo XX. Su director, el archiconocido Luc Besson, reúne, con el consentimiento del autor original de las aventuras gráficas de Adele Blanc-Sec, Jacques Tardi, algunos de los mejores momentos de los cuatro primeros álbumes, publicados entre 1976 y 1978 por la editorial Casterman.

La película bebe, en algunas secuencia, de las páginas dibujadas por Tardi hace tres décadas, mientras que, en otras, Luc Besson ?artífice del guión, junto con Jacques Tardi- lleva a la protagonista a vivir aventuras que dejarían con la lengua fuera al mismísimo Doctor Henry Jones Jr. Lo cierto es que lo que añade Besson a las historias originales de Tardi está muy bien, sobre todo los diálogos entre la momia del médico personal de Ramsés II y Adèle.

En cuanto a lo que se refiere a la anteriormente comentada crítica a la burocracia francesa de principios del siglo XX, y a los mandatarios de la época, en la película no se escapa ni el Presidente de la República ?un absoluto imbécil- ni el resto de los cargos intermedios que hay hasta llegar a los hujieres de los ministerios franceses. A quien el director respeta es al infeliz Zborowsky, el solícito empleado del Museo de Historia Natural del Jardín de las Plantas, perdidamente enamorado, entre otras cosas, de la aventurera.

El mayor acierto de la película es la elección de la actriz, Louise Bourgoin, una Adèle Blanc-Sec muchísimo más guapa, atractiva y elegante que la dibujada por Tardi, y que me perdone el autor original.

Aunque no pertenece a la sección de cine fantástico del festival, no quiero dejar pasar la oportunidad de hablar de una película que padres, educadores y niños deberían ver. Dicha película es Superbroidi, dirigida por Birger Larsen, y cuenta la historia de dos hermanos, Anton, de diez años, y Buller, un encantador niño autista, hermano mayor de Anton.

La vida de Anton no es precisamente fácil, no sólo por la falta de cabeza de su madre, sino por los constantes abusos de un grupo de gallitos impresentables que resultan ser invisibles para los profesores, que tendrían que evitar que trataran de esa forma a otros estudiantes.

Por suerte para Anton, la solución a todos sus problemas llegará desde el espacio exterior, en forma de un invento que transformará a su hermano en Superhermano, algo que no gustará a todos.

Sencilla, bien contada, crítica y con momentos absolutamente memorables, Superbroidi es una película que merece ver vista no sólo en los países nórdicos, sino en el resto del mundo, especialmente en países como el nuestro donde los colegios se han convertido en aparcamientos de niños y donde los padres viven de espaldas a las vidas de sus hijos.

He dejado para el final los ganadores del Méliès de plata al mejor corto y al mejor largo concedidos por el festival.

En la categoría de cortometrajes, el ganador fue El ataque de los robots de la nebulosa 5, dirigido por Chema García Ibarra. Contado en primera persona por un niño grande, su simplicidad, realismo, ingenuidad y buen hacer demuestran que para rodar una historia no hace falta ni grandes medios, ni grandes actores ni nada por el estilo. Lo único que hace falta es tener una buena idea.

El largometraje ganador del Méliès de plata fue uno de los experimentos visuales más atractivos de cuantos se han rodado en los últimos años, por no decir en la última década. Amer, dirigida por la pareja Hélène Cattet y Bruno Forzani, nos devuelve al giallo italiano que encumbró a un realizador como Dario Argento y lo convirtió en uno de los referentes del cine de género a partir de entonces. En Amer, lo importante no es lo que se dice, sino cómo está rodado. Cada sonido, cada textura, el ruido de una llave al caer al suelo, el roce del cuero de unas botas cuando éstas tropiezan con el escalón de una escalera de madera, el aire de un ventilador, o el brillo de una cuchilla de afeitar antes de cortar el labio de una persona son algunos de los signos de puntuación que utilizan esta pareja de directores para contarnos esta historia.

Dotada de una atmósfera pegajosa, pero muy seductora, la cual se logra en parte por la música del genial Ennio Morricone entre otros autores, Amer es una historia con claras referencias al surrealismo cinematográfico practicado por Salvador Dalí y Luis Buñuel en su incalificable Perro Andaluz.

Quizás la mayor virtud de esta película sea el dejar a un lado los largos e insufribles diálogos en pos de un derroche visual, mucho más rico en matices, y que termina por seducir al espectador, sin necesidad de contar al espectador cosas que no vienen a cuento. Al final, nuestra retina termina por ser la mejor intérprete de la historia.

Eduardo Serradilla Sanchis

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