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Falsificaciones y trucos discográficos

Carmelo Dávila Nieto / Carmelo Dávila Nieto

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Con respecto a Carreras, en el Piccolo Dizionario (crítico) del cantati lirici Le Vocissime, publicado en el periódico milanés L´Esspreso, del 12 de Diciembre del mismo año, dictamina: “Es la más bella voz de los tenores de los últimos cuarenta años, con todas las cualidades físicas. Su desgracia es que se ha inspirado en di Stéfano, tomándolo por el técnico que no es.

Ahora grita solamente, canta siempre fuerte y en roles que son otros tantos martillazos sobre su garganta, como en Aída. Temperamento verista, es un solfista no un intérprete“. Me interesa destacar el año de estos testimonios, 1982, cuando todavía estaban en su juventud y en plenitud de sus limitadas facultades y Carreras aún no había sufrido la gravísima leucemia que, afortunadamente, superó. Quiero añadir, por si ya se ha olvidado pues la memoria de muchos es muy débil, que aquí, en el Festival de Ópera organizado por los Amigos Canarios de la Ópera, a los que hay que reconocer su muy meritoria labor- en el Teatro Pérez Galdós -antes del tremendo atentado arquitectónico y estético que ha sufrido por parte de los ”innovadores“-, Plácido Domingo fue, en 1979, un deplorable ”don José“ en una Carmen para mi inolvidable por su pésima actuación; José Carreras fue en 1978 protagonista del espectáculo más bochornoso que he presenciado en nuestro coliseo al interrumpir su ”ejecución“, nunca mejor dicho, del aria E lucevan le stelle, de Tosca, que había comenzado fatal, con un estentóreo ¡coño, así no se puede cantar!, alegando como justificante unos ruidos audibles en las primeras filas de butacas -yo los percibí muy débilmente- y que el resto del público, especialmente en las localidades altas, no oyó por lo que fue increpado duramente; cuando cesó el escándalo no la principió, que habría sido lo correcto y profesional, sino que la mal empató por donde la había roto; esto fue una reprobable solución porque sabía que de iniciarla se le rompería la voz, lo que habría sucedido fatalmente si no hubiese utilizado dicho ex abrupto. Esto se lo comenté al finado amigo el cardiólogo José Alsó Pérez y al también amigo Profesor Jerónimo Saavedra Acevedo, vecinos de butaca; creo que el actual Alcalde capitalino lo recordará.

Como en un artículo, publicado en La Provincia censuré este reprobable hecho, carente de profesionalidad y de respeto a la audiencia, varios directivos de la ACO se molestaron conmigo como si les hubiese ofendido personalmente y me retiraron la invitación que me correspondía como crítico y corresponsal de la revista musical nacional Ritmo, cuando lo lógico y correcto habría sido no contratarlo más por tal imperdonable grosería, pero lo siguieron haciendo y en 1979 estuvo desastroso en La Boheme y cerró esta trilogía lamentable de actuaciones con Luisa Miller, con voz inaudible y anulado totalmente por la malograda Ángeles Gulin. Y todo esto mucho antes de sufrir la gravísima leucemia antes mentada, que no se puede utilizar como atenuante o justificante de su declive canoro. Los tres tenores, con sus veladas en trío, rebajaron los conciertos líricos al nivel de los desfiles de variedades. También he de incluir a Montserrat Caballé, desde la década de los años ochenta del pasado siglo, en adelante. Y citaría a varios más pero su relación sería prolija. Si hubiesen sido verdaderos profesionales, se habrían retirado hace tiempo y no continuarían en la explotación de la ignorancia de los públicos y la complicidad de ciertos “críticos”. Los empresarios honestos no deberían contratarlos, pero la Ópera, actualmente, ha decaído considerablemente en calidad interpretativa, aunque tenga mayor demanda por parte de un público poco preparado e inexperto, salvo contadísimas excepciones. Carmelo Dávila Nieto

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