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El G20 no es el marco, la ONU sí

Francisco Morote Costa / Francisco Morote Costa

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¿Qué se ha hecho, en estos tiempos de globalización de los problemas, para afrontar con garantías de éxito un peligro semejante?

Lo lógico, puesto que el drama tiene una dimensión mundial, sería que el marco escogido para la resolución de la crisis hubiera sido la ONU que, con todas sus carencias y limitaciones, representa legitimamente al conjunto de la comunidad internacional. Sin embargo, no ha sido así. En su lugar y suplantando a las Naciones Unidas, el llamado G-20 ( Grupo de los Veinte ), se ha erigido en protagonista y único actor del rescate o salvamento del sistema financiero y económico mundial.

Preguntémonos, entonces, qué es el G-20 y qué títulos puede reclamar para arrogarse él solo la representación de la totalidad de la comunidad internacional.

Formado por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia,Canadá,Japón, Rusia, la Unión Europea, China, India, Corea del Sur, Indonesia, Turquía, Arabia Saudita, México, Brasil, Argentina, Australia y la República Surafricana, el G-20 es la expresión cabal de los cambios que en este principio del siglo XXI ha experimentado el mundo.

Hasta no hace tanto tiempo era el G-7 ( Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y Japón ), - las potencias industriales que realmente venían dominando el mundo desde finales del siglo XIX -, el que actuando al margen de la ONU, como una especie de Consejo de Seguridad paralelo, sin la incómoda presencia de la URSS y China, pero con la conveniente presencia de Alemania, Italia, Japón y Canadá, se reunía anualmente, como si del gobierno del mundo se tratara, para decidir, bajo la dirección imperial de los Estados Unidos, el rumbo que debían tomar y seguir los asuntos del planeta. Su arrogancia y parcialidad era tanta que sus citas anuales se convirtieron en una ocasión de protesta ciudadana universal contra decisiones que, en términos generales, resultaban lesivas para los países empobrecidos y las clases trabajadoras del mundo entero. De esta forma, el G-7 + Rusia, tras la desaparición de la URSS, cubrió una etapa de la historia contemporánea caracterizada, en lo económico, por el dominio de la tríada Estados Unidos, Japón, Europa Occidental.

Pero el desarrollo económico y político del mundo no se detiene. El centro del sistema, que con sus rivalidades imperialistas arrastró al planeta a dos guerras mundiales durante la primera mitad del siglo XX, está siendo abordado por países que hasta hace bien poco formaban parte de la semiperiferia y aún de la periferia del orden capitalista mundial. China, la India, Brasil, etcétera, se han industrializado o se están industrializando a marchas forzadas, están dejando de ser países marginales y avanzan con el propósito de formar parte del núcleo duro, del corazón del sistema. Ha bastado la eclosión de una nueva crisis capitalista mundial para que esa nueva realidad se ponga de manifiesto. En un mundo más globalizado que nunca, las viejas potencias industriales que dominaron y gobernaron el planeta en los siglos XIX y XX, no pueden ya enfrentarse a los cataclismos del sistema sin recurrir y reconocer a los nuevos poderes presentes en el escenario internacional.

Ese es el sentido y la razón de ser del G-20. Sin embargo, por mucho que el G-20 ostente una representatividad superior a su antecesor el G-7, sigue padeciendo un déficit de legitimidad. Lo países que lo forman están condenados a velar antes por sus intereses particulares que por los intereses generales. África, por ejemplo, el continente más empobrecido, apenas está representado en ese minoritario y, por consiguiente, elitista club. Es evidente que el G-20 busca,ante todo, alcanzar un nuevo consenso capitalista que sirva como recambio al fracasado modelo neoliberal ...

Ahora bien, para una crisis global se necesita una respuesta global y el único marco idóneo para esa respuesta es la ONU. A ella le corresponde convocar la Conferencia Internacional que afronte la crisis en toda su complejidad multidimensional y sea capaz de instaurar un Nuevo Orden Económico Internacional más justo, con el fin de asegurar la supervivencia de la humanidad y de garantizar el cumplimiento de los derechos humanos.

Francisco Morote Costa

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