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El gas natural, los pedos y el metano

Antonio Morales

A finales de la primera quincena de febrero publiqué un artículo en este medio (Apesta a gas) en el que analizaba los últimos movimientos que se han producido en Canarias tras la compra de Enagás del total de Gascan por la friolera de 15 millones de euros. Después de este negociete se ha desatado otro embate mediático encaminado a intentar torcer el sentimiento de rechazo de los canarios a este combustible fósil, tal y como quedó medianamente claro en la encuesta encargada por el Gobierno de Canarias como sucedáneo de la consulta popular que se pretendía hacer sobre las prospecciones. Según las últimas noticias emanadas de Enagás, la entrada del gas es inminente. Aunque en Gran Canaria reconocen que lo tienen más difícil, anuncian que en Tenerife podrán disponer de una planta gasificadora en 2018. Y será la repera: se crearán más de 1.500 puestos de trabajo para su construcción, las emisiones de dióxido de carbono se reducirán notablemente, nos ahorraremos un montón en la compra de combustible… Por supuesto todo lo pintan sumamente positivo. Y para hacerlo posible corren que se matan mientras las renovables siguen estancadas. Aunque la implantación del gas suponga un freno a las renovables. Aunque sea mucho más caro producir energía con gas que con las renovables. Aunque sea más contaminante el gas que las renovables.

En esa línea de santificación del gas natural, el exdiputado del PP Antonio Luis Medina Toledo escribió días atrás un artículo en el Canarias 7 a favor de la introducción del gas (El modelo energético: mitos y realidades), utilizando argumentos profundamente conservadores en su mayoría radicalmente rechazados por la ciencia energética moderna. Según él, no debemos poner dinero público para obras faraónicas que permitan la entrada de las renovables en esta tierra; son más caras y menos fiables para el suministro; lo de “Canarias, paraíso de las renovables” es un mito; la amenaza malthusiana del agotamiento de los recursos fósiles va para largo gracias al fracking y otras técnicas parecidas; los asuntos medioambientales se han convertido en una religión para muchos (como decía el primo de Rajoy)…

En fin, los tópicos de siempre. Se trata de un tema debatido en profundidad en el que casi todo está dicho. Pero Antonio Luis intenta llevar algunos aspectos a la descalificación y al chiste fácil. Aunque dice que no lo utiliza en tono peyorativo, la realidad es que manifiesta que los que opinamos de estas cosas y de manera distinta a lo que él sostiene somos “aficionados”. Y los periodistas que se lo tragan, pues también son “aficionados”. Y la verdad es que sí, soy un aficionado a profundizar en todos aquellos aspectos que tienen que ver con el futuro energético de esta tierra. Soy un aficionado que procura leer, informarse, debatir, ser crítico, escudriñar las fuentes de información e indagar sobre los intereses que se ocultan detrás de determinadas posiciones. Soy un aficionado además que nunca ha tenido un despacho profesional realizando trabajos para las eléctricas o para empresarios relacionados con el gas.

En su escrito, el Sr. Medina alude a mi participación en el Debate de la 1 de TVEC e intenta citar textualmente una parte pequeña de mi intervención donde afirmo, según él, que “el gas natural, que es metano, es cuatro veces más dañino como gas de efecto invernadero que el dióxido de carbono”. Para descalificar mis palabras acude a una chanza facilona -también recurrió a ella Leopoldo Fernández en el citado programa- afirmando que “el razonamiento de Morales podrá ser válido para los pedos de las vacas en la ganadería intensiva (que es metano, aclaró) pero no para el gas natural”. La realidad es que yo no dije exactamente eso. El gas natural (que es en un 90% metano) no es 4 veces más dañino sino 24. Atrapa 24 veces más calor que el C02, aunque existen tesis muy recientes que indican que durante los primeros 20 años en la atmosfera es 86 veces más potente. La diferencia es notable. Debe ser que no me escuchó bien. Y que no lo sabe, claro.

Como Antonio Luis, ingeniero él, desconoce este aspecto sobre el que hace burlas irrespetuosas, permítanme que profundice en algo que me parece muy importante y trascendental para la vida en la Tierra. El gas metano no es malo en sí mismo si no fuera porque su crecimiento es cada vez mayor y sobrepasa la capacidad de absorción por el planeta. El crecimiento demográfico y la sobreexplotación de los recursos han hecho que su producción haya crecido rápidamente. Efectivamente, la cría intensiva de rumiantes hace que, a través de la fermentación entérica que se produce en sus estómagos se precipite a la atmósfera una cantidad importante de CH4. También, a través de los estercoleros y de los vertederos donde arrojamos los desechos de nuestro consumo. Las plantaciones de arroz son, igualmente, causantes de un exceso de emisiones. Y los combustibles fósiles: durante las operaciones de extracción, manipulación, procesamiento y transporte del petróleo, el carbón y el gas natural las emisiones de metano se multiplican.

El metano fugitivo es uno de los problemas más serios para la Tierra en estos momentos. Según la Universidad de Michigan, reemplazar el carbón y el petróleo por el gas natural no ayuda a combatir el calentamiento global. Opina que la huella de los gases de efecto invernadero del gas natural o del esquisto es mucho mayor que la del petróleo o el carbón. Cinco equipos de distintas universidades del mundo han llegado a la conclusión, según Nature, de que las nuevas técnicas de extracción del gas natural y el abaratamiento de los precios dificulta la penetración de las renovables y produce el efecto perverso del desplazamiento de los combustibles limpios y el aumento de los escapes de metano. Un estudio dirigido por el físico Nathan Myhrvold, publicado recientemente por National Geographic, sostiene que si en el transcurso de 40 años todas las centrales de carbón (peor que el fuel) se pasaran al gas natural, generando la mitad de gases de efecto invernadero, la reducción del calentamiento global durante este siglo sería mínima, todo lo contrario que con las renovables que podrían disminuirlo entre dos tercios y tres cuartos. Es lo mismo que plantea una publicación del National Center for Atmospheric Research que considera que sustituir el carbón por el gas no implica una reducción significativa del cambio climático. Es más, suplir el 50% del carbón por gas aumentaría la temperatura durante los próximos cuarenta años en un 0,1 grados. Distintas investigaciones de última generación apuntan a que los impactos del metano sobre el cambio climático podrían ser el doble de severos de lo que en la actualidad se sostiene y que puede acercarse en estos momentos a un tercio del calentamiento del clima.

Como mantienen la mayoría de los expertos, la sobreexplotación del gas en la actualidad está suponiendo un freno brutal a las renovables y un sostén para la industria de los hidrocarburos que alientan las campañitas que afirman que se trata de un combustible limpio y natural. En España y en Canarias nos intentan hacer comulgar con ruedas de molino a marchas forzadas. A pesar de que el preámbulo del Real Decreto Ley 8/2014 habla de la sobrecapacidad gasista española; a pesar de que se están cerrando centrales de ciclos combinados en la península; a pesar de que se ha producido un déficit gasista de 800 millones en 2014; a pesar de nuestros suministros inseguros; a pesar de que la eólica es la energía más barata en España trimestre tras trimestre. En fin, cosas de aficionados.

Suena ya a abuso retórico insistir en que el 5º informe del IPCC señala que el crecimiento del calentamiento global avanza a pasos agigantados y que estamos llegando a un punto de difícil retorno; que el informe Stern apunta a que el impacto del calentamiento global puede, de manera inmediata, producir un impacto en la economía de un 20% del PIB mundial; que la AIE insiste en que dos tercios de los combustibles fósiles deben permanecer sin extraer y que la alternativa está en las renovables… pero la dura realidad con la que nos enfrentamos es esa. Sin paliativos.

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