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“Guerra civil”, la película

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Hace dos o tres años, un buen amigo manifestó subyacente que ya no leía periódicos, que se informaba por las redes sociales, y le llegaba. Me asusté entonces como me asusto ahora: estábamos en alguna cafetería coruñesa o de Las Palmas de Gran Canaria, y sus palabras fueron estrépito: “Quién hace tánta bulla, y ni deja/ testar las islas que van quedando”. (César Vallejo, Trilce, 1922).

Hacia estos tiempos llegamos sin respiración, y fatalmente y consoladoramente, pudimos leer hace tres días una entrevista con la filósofa Adela Cortina que nos tranquilizó los ánimos respecto a lo que el Presidente había hecho y cuáles habían sido sus intenciones: la explicación más sencilla, no se la pierdan. También se encendieron luces innecesarias hoy porque nunca debían haberse apagado. Se trata de la mezcla, la confusión, coctelear insultos y expresiones con persecuciones y futuras leyes, ¿cuántas personas llamadas periodistas han empezado a investigar algo sin una buena confesión, delación o traición inicial? Los papeles del Pentágono y el Watergate, solo dos ejemplos tan bien llevados al cine por Spielberg y Pakula. No entré en la sala con esa ilusión, pero algo me esperaba: Civil war del inglés Alex Garland escribe el epitafio del periodismo futuro, es decir, en cuatro días, entre otras muchas cosas. El londinense invirtió cincuenta millones de dólares y ya va por los noventa de recaudación a quince días de su estreno. Se va a convertir en clásico en los próximos meses y años, si hay tiempo.

Sin embargo, nos sucede “Mañana es otro día, alguna/ vez hallaría para el hifalto poder,/ entrada eternal” (Vallejo, de nuevo, mismo libro.) Por ello irrita escuchar a una colega periodista hablar del “nulo corporativismo de la profesión”, a otro de “las persecuciones que se están iniciando” y a la tercera la matraca de “la nostalgia de la Transición” aprovechando que Victoria Prego se ha muerto. Nada merece la pena ni tiene sentido si no puede cuestionarse en la arqueología teórica del pensamiento. Ahora que conocemos que uno de nuestros presuntos filósofos va a cerrar la lista de la derecha al Parlamento europeo, ¿quién se queda con la llave de la caja de Pandora? Me dice Helena –con hache, insiste- que eso es una mentira mitológica machista propia de la sociedad patriarcal, así, todo junto y sin pausa, casi como habla y dice la presidenta de la comunidad de Madrid, que utiliza la misma entonación para avisar de una fiesta o lamentar un asesinato, desconoce la cadencia y los ritmos del lenguaje, ella sabrá.

Como casi todas las películas que encuentran un buen pretexto para hablar de las esencias (la Mafia, Vietnam, el lejano oeste…) Civil war se integra en el paisaje de la guerra como si no pasara nada pero de lo que habla de verdad es del ejercicio del periodismo llevado a su extenuación salvaje, presente y futura. Casi la penúltima secuencia, el último plano, son un homenaje crepuscular a los paladines de la libertad periodística actual y a las tertulianas inefables de todas nuestras radios y televisiones. Sean acogidas.

 

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