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Irak, después de Sadam Husein

Rafael Morales / Rafael Morales

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Diciembre fue el mes de mayor número de bajas estadounidenses. Unos 3.000 muertos, 22.000 heridos, miles de desertores, una baja moral de combate, la voluntad de los electores norteamericanos y 600.000 iraquíes muertos desde la invasión deberían ser suficientes razones para regresar a casa. Hoy tienen menos posibilidades que nunca de controlar el país. El número de ataques contra las fuerzas de ocupación aumentó en un 22% entre octubre y fin de año respecto a los tres meses anteriores. Más de dos tercios de los ataques se dirigen contra el ejército de ocupación y las fuerzas de Bagdad. Los soldados iraquíes tienen un entrenamiento rudimentario. De unos 325.000 efectivos, más de 40.000 han muerto, desertado o desaparecido. Según el Pentágono, la mitad desertaría si tuvieran que actuar fuera de las zonas donde viven. El Jefe del Estado Mayor del Ejército estadounidense, Peter Schoomaker, protestaba ante una comisión del Congreso el pasado 14 de diciembre. “No hay suficientes soldados en activo trabajando para dar cumplimiento a los requerimientos de constantes despliegues…” Necesita más soldados.Las ilusiones sobre la retirada de Irak tras las elecciones pasadas empiezan a tambalearse. Bush intenta ganar un tiempo del que no dispone. Los demócratas apoyan este juego en nombre del patriotismo y el prestigio nacional perdido. Escribe Patrick Martin: “Los conflictos dentro de la elite dirigente tienen que ver con la forma de recuperar lo más posible del desastre en Irak, pero todas las facciones (líderes republicanos y demócratas) aprueban los objetivos fundamentales de la política del gobierno Bush, que son lograr el control de los recursos petrolíferos de Irak y utilizar el territorio de este país como una base estratégica para proyectar el poder de Estados Unidos en todo Oriente Medio”.Pero esa estrategia fracasó a un coste humano y económico incalculable para el pueblo iraquí, al tiempo que hizo militarmente imbatible a la insurgencia. Precisamente estos hechos probados imponen la salida de las fuerzas extranjeras lo antes posible. Cambiar algo la táctica, como recluirse en bases militares, ayudar desde ellas al desmoralizado ejército iraquí e intentar la privatización del petróleo, siempre bajo su control, sólo agravará las dimensiones del desastre. Las luchas sectarias crecerán si Washington pretende fragmentar el país para mejor explotar sus recursos y dominar a la población, pero entonces la resistencia luchará para asegurar la sobrevivencia de la nación iraquí. En cuanto al intento de “utilizar el territorio como base estratégica para proyectar el poder de Estados Unidos en todo Oriente Medio”, tampoco parece un objetivo realista tras la pérdida irreparable del prestigio estadounidense a los ojos de los habitantes de la región. Hoy es menos probable ese proyecto que hace tres años, aunque lo pretendan. Una consecuencia más de la aventura militar. Insisto. Cualquier solución pasa inevitablemente por la salida previa de las fuerzas de ocupación. Sin este requisito, la paz será una misión imposible de cumplir. Hoy o mañana.

Rafael Morales

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