Mentira es, y punto

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A lo que es mentira, llamémoslo así: mentira. Sin rodeos, sin subterfugios, sin dobleces conceptuales ni juegos lingüísticos. Una mentira es una mentira. No es un dato confundido, no es un error de apreciación, no es un detalle que no se tuvo en cuenta porque el criterio era otro.

No. Es una mentira, y punto. Un engaño. Una inmoralidad. Una agresión desmedida a la diáfana confianza de los receptores.

No es una triquiñuela literaria compuesta para aminorar el impacto de una mala noticia, no es un relato elaborado para calmar la ansiedad de nuestros pequeños, no es el resultado de un convencimiento ancestral. No. No es un eufemismo. Es una degradante y despreciable mentira.

Y quién miente es un mentiroso. Punto también.

Dedico este artículo a todos los que, como yo, están hartos de esta larga e inacabable era de mentiras que abunda en el ámbito de la política, sean sus actuantes de la ideología que sean; en el de las redes sociales, al margen del derecho a la libertad de expresión que asiste a sus participantes; y en el del periodismo, aunque sientan sus promotores la necesidad de venderse al mejor postor para salvar su salario y el de los empleados del medio.

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