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Multinacionales en África

Juan García Luján / Juan García Luján

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Ken Saro-Wiwa fue profesor de las universidades de Ibadan y Umuahia. La guerra de Biafra lo apartó de la docencia y se dedicó a la literatura y montó una productora de televisión para poder trabajar de forma independiente como periodista. Escribía novelas, relatos para niños, poemas y realizaba programas de radio y televisión. La Shell llevaba explotando el petróleo y el gas en Nigeria desde el año 1958, cuando el país africano era todavía una colonia británica. La petrolífera británica se había acostumbrado a los modos coloniales. Los gerentes de la compañía mandaban más en las tierras del país más grande de áfrica que los gobernantes negros, a los que se podía comprar con una pequeña parte de los beneficios que daba el oro negro.

Todavía no existía la palabra globalización, pero el sistema capitalista ya funcionaba perfectamente a nivel internacional. Para que los conductores británicos pudieran llenar el depósito de sus coches a un precio sostenible, en el Delta del Níger había que hacer cosas insostenibles como contaminar el río, destrozar los cultivos agrícolas de los Ogoni, contaminar las tierra, desplazar de sus poblados a los Ogoni. Todo eso ocurrió durante décadas, con un gobierno colonial o con un dictador al servicio de Gran Bretaña. El sistema era igual de criminal que el que existe hoy en muchos países africanos.

Las cosas empezaron a cambiar cuando el Movimiento para la Supervivencia de los Ogoni nombró presidente a Ken Saro-Wiwa. No hay nada más peligroso para un criminal que un testigo. Saro-Wiwa fue testigo de los hechos, junto a miles de ogonis, pero además Saro-Wiwa tenía recursos para contarlos. El movimiento de los ogonis comenzó a denunciar los desmanes de la Shell. Se calcula que fueron asesinados unos 2000 ogonis y hubo miles de desapariciones. El general Sani Abacha gobernaba al servicio de la Shell, e impedía la entrada de periodistas extranjeros que querían contar qué estaba pasando en el Delta del Níger. Según la ong Transparencia Internacional en los años 90 Nigeria ocupaba el primer puesto de los países más corruptos del mundo.

Para frenar la fuerza del movimiento el régimen militar buscó el camino más corto: detuvo a Ken Saro-Wiwa y a ocho militantes del Movimiento por la Superviviencia del Pueblo Ogoni. El 10 de noviembre de 1995 fueron ejecutados. El movimiento ecologista nigeriano recorrió el mundo denunciando esas ejecuciones y acusando a la petrolífera Shell de complicidad, de comprar a los militares. Han pasado catorce años. Esta semana estaba previsto un juicio contra la Shell en un tribunal de Nueva York. Había una expectación internacional. La petrolífera anglo-holandesa ha preferido llegar a un acuerdo con los denunciantes antes del juicio, y pagará 11 millones de euros a los denunciantes. Una parte del dinero irá para la población ogoni, para reparar parte de los daños causados por la Shell. El resto para los familiares de las víctimas y los abogados.

Desde la cárcel Saro-Wiwa escribió:

“La verdadera prisión/No es el techo que regalima

Ni los mosquitos que zumbean/Dentro de la celda húmeda y miserable

No es el chirriar de las llaves/Cuando el vigilante te recluye/No son las magras raciones/Impropias para la bestia o para el hombre/Tampoco los dias vacíos/

Que se hunden en el vacío de la noche/No es eso/No es eso/No es todo eso/Son los engaños introducidos/Por nuestras orejas durante toda una generación/Es el agente de policía enfurecido/Ejecutor sin ánimo de órdenes calamitosas/A cambio de una paga miserable/El magistrado que consigna en su libro/Una pena que no es merecida/La decrepitud moral/La ineptitud mental/Ordinaria de los dictadores.“

Muchos países africanos siguen siendo esa prisión que denunciaba Saro-Wiwa. Los carceleros en muchos casos son sus gobernantes. Y los patrocinadores de esas prisiones son algunas multinacionales y gobierno occidentales que hablan de “crisis del petróleo”, cuando sube el precio de los combustibles o el gas, pero no cuando asesinan a luchadores de los derechos humanos como Ken Saro-Wiwa con la intención de mantener los beneficios provocados por la explotación del petróleo africano que alimenta nuestros coches.

Juan García Luján

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