Obama y el signo de los nuevos tiempos

Ocurre en mitad de una crisis económica de características desconocidas que facilita la puesta en cuestión de la globalización: un fenómeno que se había admitido como una realidad impuesta por el devenir de la historia pero sin reglas políticas fijadas por las soberanías de las respectivas democracias. La economía se salto todas las talanqueras de la legitimidad democrática y estableció un nuevo orden sostenido ni siquiera por el valor de las cosas sino por su reflejo contable en las expectativas que podían generar.

Ocurre en mitad de una crisis ideológica profunda que ha sepultado las diferencias fundamentales entre la derecha y la izquierda democrática bajo la ley de que el mercado no admitía demasiadas diferencias.

Ocurre en mitad de la eclosión de los nuevos gigantes de la economía mundial que cuestionan seriamente la hegemonía de Estados Unidos tanto de índole militar como económica.

Ocurre en la eclosión del terrorismo fundamentalista de origen islámico como una red de redes sigilosa que se alimenta de las grandes desigualdades y de los grandes abusos de poder como los cometidos constantemente por Israel y respaldados, por lo menos hasta ahora, por los Estados Unidos.

Ocurre cuando la Unión Europea está paralizada por el rechazo irlandés y pendiente de un nuevo impulso que le permita actuar en este nuevo orden mundial con rapidez en su unidad de criterios y asumiendo compromisos colectivos y de defensa de los que hasta ahora había manejado con razones individualistas.

Ocurre que Obama se ha constituido no sólo en la esperanza de la mayor parte del pueblo norteamericano sino de una parte considerable de la humanidad que piensa que de sus actitudes en el Gobierno dependerá el modo en que se produzca el gran cambio del siglo XXI que personalmente pienso que arranca con la llegada del primer ciudadano afroamericanos a la Casa Blanca.

* Periodista, analista político y columnista de elplural.com

Carlos Carnicero*