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Parques dedicados
Total: que habrá un parque llamado José Segura, otro parque que recordará a las futuras generaciones a Pedro González, y uno más destinado a la memoria del ilustre folclorista y colega periodístico, Elfidio Alonso. Digo lo de la memoria no sin un cierto retintín, lo confieso. Porque, con este acuerdo municipal, lo que se hace es homenajear, imponiendo sus nombres a bellos y oxigenados se supone- espacios públicos, a gentes que todavía están vivitas, coleando y en el machito de sus respectivos quehaceres cotidianos: Segura ejerce, y no vean de qué manera, su cargo de Gobernador Civil perdón, de Delegado del Gobierno- y debe estar el hombre en un tris de no caber de gozo en si mismo ante la perspectiva, aunque, probablemente, también lamentando que no le levanten en Su Parque una estatua más o menos ecuestre. O marítima, ¿qué menos, ya que se ponen en plan de reconocer sus antiguas labores como regidor de la ciudad de Los Adelantados? Pedro González continúa pintando con renovados bríos y feraz inspiración, y paseando su elegante y esbelta figura, impecablemente ataviada con tonos generalmente claros, por los mejores restaurantes de Tenerife en compañía de agraciadas señoras y señoritas. Genio y figura, oigan. Elfidio tampoco ha dejado de currar en tertulias, asesorías y proyectos musicales. Y, en este último terreno, acaba, me aseguran, de lograr lo impensable para muchos y normal para tantos: dividir definitivamente en dos el grupo Los Sabandeños. Eran muchos, ya lo sé. Pero, eran un todo y, ahora, a ver qué pasa con la veterana e irrepetible parranda. A uno siempre le ha llamado la atención negativamente, añado- la costumbre cada vez más reiterada por parte de algunos ayuntamientos tinerfeños de poner a las plazas, rincones, calles y avenidas nombres de personajes que todavía se encuentran gozosamente entre nosotros, mientras la historia reciente de las ciudades debe todavía tributos merecidísimos a egregios vecinos o gentes populares o ciudadanos destacados ya fallecidos y cuyo recuerdo corre peligro de extinguirse si no se recuadra su memoria para la posteridad en una placa urbana, al menos. A uno le suena raro, les juro, que un niño pijo pueda invitar a su reciente novia a dar un paseo en su deportivo descapotable, sugiriendo:- ¿Te apetece que demos una vuelta por la avenida de mi abuelito?Pues esas cosas pueden pasar, perfectamente, en El Chicharro. Hombre Quizás sea admisible y hasta loable bautizar con sus nombres y apellidos una calzada de tal o cual capital en honor de uno de sus hijos destacados que haya recibido un Nóbel de medicina o de literatura, verbigracia, o que se haya revelado como un héroe de guerra o, vaya, que haya destacado en un deporte obteniendo un título importante Pero, eso de dedicar parques, calles y bulevares a ex-alcaldes, por el simple hecho de haber ocupado ese cargo, parece muy fuerte, disparatado e injusto. Entre otras razones porque, para poder valorar, si un alcalde ha sido bueno, malo o nefasto para su ciudad, es preciso que pasen bastantes años. Ani ha decidido pero no es ella sola, admitámoslo- no concederle tiempo a la historia para juzgar.
José H. Chela
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