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Al pasar la banca me dijo el banquero
Los poderes fácticos del siglo XXI son los bancos, las multinacionales y las eléctricas. Son los dueños del mundo. Atrás quedan los ejércitos y las iglesias, aunque todavía encuentren eco en algunas repúblicas bananeras y ciertas monarquías decimonónicas. Algunas de ellas huelen a Rey, a Bárbara Rey. Sea lo que sea, los generales y los curas son poderes algo periclitados.
Los poderes modernos son los económicos, comerciales y financieros. Los partidos políticos más grandes se achican ante el poder de la banca porque están hipotecados con ella. Los partidos necesitan dinero para mantenerse, influir y ganar las elecciones, y eso solo se lo proporcionan la banca y los grandes empresarios.
Una vez llegan al poder, da igual que sea PSOE o PP, le ríen la gracia al banquero de turno porque no pueden prescindir de sus favores, que siempre se cobran en especie o en metálico directamente. Los partidos gubernamentales no legislan contra la banca porque su supervivencia está en juego. La de ellos, no la de la banca. La banca, además de tener larga vida, siempre gana.
Los bancos prestan dinero a los partidos y luego les condonan sus deudas para tenerlos agarrados por los bajos. Da igual que abusen con las cláusulas suelo o con la preferentes porque desde el gobierno jamás harán nada que pueda importunarles. Son sus rehenes con el síndrome de Estocolmo a cuestas.
Lo mismo se podría decir de las grandes empresas energéticas, que también premian a los políticos sumisos y gobernantes deshonestos regalándoles trabajos que en realidad son canonjías. Los ministros y presidentes de gobiernos que se porten bien con las eléctricas serán premiados con un buen puesto bien remunerado en sus consejos de administración. No es necesario saber nada de la materia. Lo único que puntúa de sus currículos es haber sido dóciles, obedientes y disciplinados.
Hay políticos que son unos sinvergüenzas, aunque lleguen a presidir consejos de ministros. En 2009 Rajoy pidió la dimisión de Magdalena Álvarez cuando era ministra de Fomento -y él jefe de la oposición- por haber actuado exactamente igual que su actual ministro del ramo en un colapso de transportes, con trenes parados y aviones sin despegar, debido a un intenso temporal de nieve y frío.
Así es fácil quedarse congelado, aunque la tradicional pasividad de Rajoy hace que esté inmovilizado todo el año. Hasta en verano está gélido. Quizá de ahí venga lo de su ancestral cara dura.
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