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La pinza contra Izquierda Unida

Ramón Trujillo / Ramón Trujillo

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En una entrevista, publicada el pasado día 15 de junio, el ex presidente Calvo-Sotelo afirmó que, en aquellos años en que se decidía qué partidos se iban a consolidar en el panorama estatal, la UCD ayudó con dinero al PSOE, para neutralizar al PCE. Todo ello en consonancia con la financiación alemana, para promover dos grandes partidos en España y “corregir” el izquierdismo democrático de una parte de la ciudadanía. La legislación electoral, la interferencia externa, los mecanismos de financiación de los partidos y el miedo al golpismo fueron algunos ingredientes esenciales del descafeinado democrático que, a medida que transcurriera el tiempo, sería más y más letal para la izquierda.

En las últimas elecciones generales el pueblo otorgó 18 escaños a Izquierda Unida y la ley electoral le arrebató 13. A IU cada diputado le costó 253.906 votos, al PP 65.071 y al PSOE 66.522. En las municipales, cada concejal de IU representaba a 598 electores, frente a los 338 electores por concejal del PP y los 322 del PSOE. Esto nos muestra que hay algo en común entre la crisis de la izquierda, con programa de izquierdas, y las mayorías absolutas habidas en España: han sido fabricadas por la legislación electoral y no por los votantes. Y es que los españoles no somos iguales: si votamos a IU nuestro voto vale casi cuatro veces menos.

La lección que la derecha decidió dar al ciudadano progresista es bien simple: “si votas a la izquierda tu voto valdrá mucho menos. Así que, si quieres contener a la derecha, vota a la opción con siglas progresistas favorecida por la ley electoral”. Y ello funciona gracias al extremismo del PP. Por ejemplo, el fraude informativo del gobierno de Aznar tras el atentado del 11 de marzo, su implicación en la guerra de Irak, el Prestige, el Yak-42, el decretazo contra los derechos laborales? En suma, el miedo a una transición al revés, dirigida por el PP, refuerza la lógica del voto útil, la idea de que más importante que apoyar lo que se desea, es rechazar lo que se teme.

El guión del vaciamiento democrático español es obvio: el miedo a la derecha, sumado al menor valor del voto de izquierdas, debilitan a IU y prefiguran un bipartidismo aderezado con formaciones nacionalistas. El sistema electoral fue diseñado para destruir a IU y, si logra el objetivo, la agenda política española quedará adicionalmente escorada a la derecha durante décadas. Es terrible pensar en tanta gente progresista enredada en la trampa del voto útil que le tendió la derecha.

También sorprende la desmovilización de la gente de izquierdas que va a legar a sus hijos menos avances sociales que los que recibió de la anterior generación progresista. Falta autocrítica en quienes exigiendo una izquierda perfecta abandonan a la izquierda imperfecta, mientras crece la derecha. La deriva hacia una izquierda de tapas y cañas, hacia un progresismo de mera conversación, sólo puede llevar al fin de la izquierda por falta de compromiso.

Quienes dicen que derecha e izquierda ya no existen nos niegan instrumentos conceptuales para entender lo que pasa. La izquierda incluye a las fuerzas políticas y sociales comprometidas con la redistribución de la riqueza. La derecha articula a los sectores que pugnan por obtener privilegios económicos, aunque, por supuesto, cede ante determinadas exigencias redistributivas.

España es el único país, de los veintisiete de la OCDE, en que los salarios reales se redujeron, entre 1995 y 2005. De 1999 a fines de 2006, los salarios pasaron de representar el 48.6% del PIB al 46.4%. En ese período, los beneficios de las empresas españolas crecieron el 73%, más del doble del 33.2% que aumentaron en la Europa de los Quince (UE-15). En diez años de fuerte crecimiento económico, la pobreza relativa pasó del 19% al 20%, cuatro puntos por encima de nuestros vecinos con renta similar. Si, en 1990, gastábamos en protección social un 5.5% menos del PIB que la UE-15, para 2003, era un 8.6% menos. PP y PSOE asumen una política económica que nos deja lejos de la Europa social, compiten bajando impuestos y, si bien lo hacen a distinto ritmo, privatizan empresas públicas, es decir, los más que menos tienen venden a los menos que más tienen la riqueza que podría contribuir al bienestar colectivo.

Nuestro país vive por debajo de sus posibilidades y afronta grandes retos medioambientales con una gran parte de su izquierda desmotivada, inactiva y atrapada por el mensaje sedante y desmovilizador del voto útil. Entretanto, la principal organización progresista del país, Izquierda Unida, afronta la “pinza” legislativa electoral que pretende imponer la amnesia bipartidista. Esa izquierda sí está dispuesta a aplicarse el lema libertario: “derrota tras derrota, ¡hasta la victoria final!”

*Ramón Trujillo es coordinador de Izquierda Unida Canaria en Tenerife.

Ramón Trujillo*

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