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El propósito

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Decir que los puentes conectan es como decir que el agua moja. Ahora bien, hay que reconocer que desempeñan un papel crucial en diversos aspectos de la vida moderna, permitiéndonos contribuir al desarrollo económico de las regiones. Si nos damos cuenta, esta reflexión se puede dar para los puentes físicos, pero también para los vacacionales. De hecho, la propia Real Academia de la Lengua Española viene a decir, en su acepción séptima de puente, que son una serie completa de días de vacaciones formada por un día laboral no ejecutado y los festivos a los que se suma.

Es cierto que allá por la crisis de 2008 se le achacaba a este país la excesiva cantidad de días festivos y puentes. Dicha percepción estaba fundamentada, puesto que es uno de los países de Europa con un mayor número de ellos, empatados eso sí, con Suecia y Portugal, con catorce y solo uno por debajo de los quince de Eslovaquia. Por esa razón, pudiera parecer razonable pensar que, a mayor número de festivos, mayor impacto negativo en la economía. Teniendo en cuenta que el año tiene unos 260 días excluyendo sábados y domingos, el coste de cada día extra de 'parón' sería de aproximadamente de casi medio punto del PIB. Pero las cosas no son tan sencillas. Aunque gran parte de la actividad económica se paralice durante los días libres, estos tienen un impacto positivo en sectores como el transporte, el comercio, la restauración, el turismo y la hostelería, además de otros aspectos menos tangibles como la motivación o la propia conciliación familiar. De esa forma las economías con mayor especialización productiva hacia los servicios podrán extraer más beneficios que costes respecto a las festividades.

No obstante, si nos rigiéramos por dicha afirmación, ¿por qué no tener todo el año de vacaciones? Probablemente se nos haya esbozado una pícara sonrisa, pero cuando realmente nos paramos a pensar tal opción, no parece tan razonable porque si no tenemos un propósito más no es mejor. Además, para disponer hay que previamente tener, por lo que disponer de más tiempo libre no se traduce siempre en una mejora en nuestros niveles de felicidad y bienestar debido a una falta de sentido de productividad. 

Al final resulta que, en la variedad está el gusto pudiéndose combinar el horario de trabajo con la discrecionalidad de su uso. De hecho, 2020 con la pandemia nos lo recordó, de forma que las plantillas han requerido el poder tener posibilidades reales de contar con un horario flexible como parte del paquete de beneficios y bienestar que las empresas pueden ofrecer, donde el tiempo se ha configurado como parte fundamental de la retribución, por lo que hay que darle la importancia que se merece dentro de sus políticas de atracción y retención del talento.

Pero también existe la otra cara de la misma moneda, porque no es menos cierto que muchas personas inmersas en sus tareas durante la mayor parte del tiempo de su día a día sufren episodios de estrés y nerviosismo cuando se acercan días libres o laborales interrumpidos. Esto sucede cuando el trabajo supone un aspecto tan importante de la vida que puede originar que aparezca el miedo al vacío que este deja en periodos de vacaciones. Sin embargo, esta situación puede que esté provocada por la ausencia de planes. Por consiguiente, no se trata de tener mucho o poco. Se trata de saber qué diablos hacer con lo que se tiene porque al final, para todo, hay que tener un propósito que nos ordene la vida. Por cierto, ¿ya sabe cuál es el suyo?

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