Espacio de opinión de Canarias Ahora
Quedarse rojo con la zona azul
Tengo la impresión de que los ayuntamientos han inventado los parquímetros de las zonas azules, además de para recaudar vorazmente, para fastidiar al pobre mientras favorece al rico. Lo contrario de lo que hacía Robin Hood.
Es evidente que los ricos no necesitan parquímetros porque no tienen que aparcar sus lujosos coches en la calle; todos ellos cuentan con garaje propio. Si en alguna ocasión tienen que estacionar en la vía pública, prefieren hacerlo en un parking bien pertrechado porque a ellos les importa un rábano tener que apoquinar pasta porque, entre otras cosas, es de lo poco que les sobra.
Los ricos, si no tienen plaza en propiedad, pueden permitirse el lujo de alquilar una. Les da igual lo que cueste. En cambio, los pobres que tienen coche pero el sueldo justo para llegar a fin de mes son los únicos que se ven obligados a aparcar en la calle.
Antes un pobre normal, corriente y moliente (o sea, usted o yo mismo: hoy el millonario tiene que tener al menos un millón de euros, no de pesetas, en el banco) podía aparcar en cualquier calle su utilitario o su coche viejo (el mío tiene 24 años, cuatro más que mi hija mayor, por lo que mis hijos no han conocido otro carro que el que sigo usando).
Pero ya ni la calle es para los pobres. A los indigentes e inmigrantes (si es inmigrante indigente, aún peor) los están barriendo las autoridades de las calles. Hemos pasado de “la calle es mía” de Fraga a que la calle es sólo del ayuntamiento, que nos obliga a los pobres automovilistas a pagar cada día parquímetro, como si no tuvieran suficiente con el impuesto de circulación de vehículos que le apoquinamos cada año, además de la gasolina que pagamos a precio de oro.
Los más perjudicados de los parquímetros son los trabajadores que faenan por las inmediaciones de la zona azul y los vecinos que viven en esa calle de toda la vida que ahora está pintada con color restrictivo. ¿Por qué un trabajador tiene que dejar la mitad de su sueldo en un parquímetro o en un parking privado al tener que ir cada día a faenar? ¿Por qué yo mismo tengo que dejar el coche a diez manzanas porque las calles de mi casa y adyacentes están todas pintadas de azul? Lo peor es que los ayuntamientos dividen a los ciudadanos: los de primera no tienen parquímetros y los de segunda son los pringados.
Hay muchos ciudadanos que no pueden permitirse el lujo de disponer de un presupuesto de 100 euros extras al mes para pagarse una plaza de garaje. Los parquímetros son tan regresivos como las multas de tráfico: sólo les afecta a los pobres, que pueden ver seriamente diezmado su salario, mientras que a los ricos se las trae al fresco porque apenas les supone merma en su peculio.
Por eso extraña que en ayuntamientos supuestamente progresistas, como el socialista de Las Palmas de Gran Canaria, no sólo hayan mantenido los parquímetros sino que incluso los hayan aumentado. Las ampliaciones han molestado a vecinos y trabajadores de las nuevas zonas prohibidas y ahora el concejal del ramo ha anunciado una marcha atrás (hablando de coches) dentro de unos meses, pero sólo en esas calles y no en las que ya llevan sufriendo la medida restrictiva desde hace años. No sé cómo no se les cae la cara de vergüenza con la zona azul. Es de sonrojo.
Los políticos, da igual que sean de derecha o de izquierda, del PP o del PSOE, nacionalistas o mediopensionistas, pasan completamente del ciudadano de la clase media porque ellos son unos privilegiados, empezando por sus propios coches. Los administradores de lo público emplean, paradójicamente, el coche más privado de los públicos: el oficial que pagamos todos.
Para quedarte con el encefalograma plano no hay nada mejor que usar el coche oficial cada día. Te aleja pronto de tu puesto de trabajo y, sobre todo, de la cruda realidad.
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