De recovas y urnas

Los domingos voy de recova. O de mercadillo cuando decido salir de la urbe. Y es curioso, porque, en tales recintos me he encuentro a gentes de toda clase y condición, desde colegas periodistas a médicos, pasando por artistas en variadas disciplinas y, por supuesto, muchos personajes populares. A quien no me he encontrado jamás es a un político. Bueno: una vez me tropecé en la compra sabatina con Adán Martín y Pilar Parejo, pero fue en el súper del Corte Ingles.

En lo del jamás exagero, y es a lo que iba. Que los políticos se acuerdan indefectiblemente de las recovas y de los recoveros y, lo que es más importante, de la ciudadanía que acude a los puestos para suministrar sus despensas y frigoríficos cuando tocan a urnas. De pronto y milagrosamente, recuerdan que hay gentes que se dedican a eso: a suministrar, mayormente, viandas a los contribuyentes (aunque en las recovas se vendan también otras cosas), que muchos de esos negocios no son tan boyantes y tienen sus problemas y, que la clientela se ve obligada a hacer encaje de bolillos con los presupuestos familiares para llevar a cabo las adquisiciones imprescindibles y llenar eso que se llama la cesta de la compra. Van los políticos entonces y fingen interesarse por las cuitas de los recoveros y estrechan las manos de los compradores y hasta de las vendedoras de pescado, sin poner cara de repugnancia ni nada. La recova es siempre un buen mercado? de votos. Los partidos lo saben. Y hasta Manuel Pizarro se metió el otro día en uno madrileño. Allí, confesó a los periodistas:

- Siempre tuve curiosidad por saber cómo era un mercado.

Traducido: nunca tuvo necesidad de entrar en uno hasta que se ha lanzado de lleno a la política y le han fichado como candidato en unas elecciones.

José H. Chela