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El rito del encuentro

José A. Alemán / José A. Alemán

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Rajoy quiere acabar con el déficit público del zapatazo mientras que Zapatero no hace honor a su apellido y no es partidario de semejante contundencia sino de proceder con calma y tabaco. La reforma laboral el PP la quiere por decreto y Zapatero prefiere el consenso con patronal y sindicatos. La vaselina es cosa más fina que el griego a pelo seco, deberían saber.

En las comparecencias tras la entrevista, Zapatero la calificó de positiva y Rajoy se proclamó alternativa de gobierno si los españoles le dan la oportunidad de cambiar el tapizado de los sillones monclovitas donde se sentaron. No solicitó Rajoy el adelanto de las elecciones, pues de eso se encargaron varios dirigentes peperos a los que volvió a madrugar Esperanza Aguirre. La doña nos alertó de que debemos hacernos a la idea de que habrá gobierno del PP antes de que acabe la legislatura. Le faltó ésto para conjurar a la División Acorazada Brunete, en la tradición derechosa española para recuperar la finca. A lo mejor quiere Aguirre volver a ser ministra de Cultura y reparar el célebre patinazo de creer que Saramago, pobrecito, era una señora que pintaba muy bien.

A quienes no estén familiarizados con el golpismo patrio, diréles que la Brunete siempre se consideró llave del éxito de cualquier cuartelazo. Tanto que en tiempos circuló la leyenda urbana de que Franco, El que habitara entre nosotros, ya saben, la mantenía siempre a media vela de modo que nunca tuvieran los tanques combustible suficiente para llegar a Madrid y darle un disgusto.

Cubrieron las formas Zapatero y Rajoy. A mí, qué quieren, no me convence el primero, pero me irrita más el segundo y su convencimiento de que mientras peor para todos, mejor para él. El otro día tildó de “antidemocráticas” las reacciones dentro y fuera de España contra el acoso al juez Garzón en el que depositó sus esperanzas de ahogar el Gurtel. Olvidó, cínicamente, su apoyo a manifestaciones contra leyes democráticamente votadas en el Parlamento, en el caso del aborto de bracillo de obispos con las cartucheras repletas de excomuniones. O la reciente llamada a la rebelión contra el incremento del IVA, también salida del Congreso, con la agravante de ocultar que las decisiones en materia alimentación, que por ahí van los peperos, están sometidas a una directiva de la UE y no pueden los gobiernos nacionales decidir por su cuenta. Desde luego, no es plato de gusto pagar más, pero que al menos sepamos a quien hemos de mentarle la madre.

Pensaba ocuparme hoy también de la incongruencia del PP que por un lado se desmelena exigiendo recortes del gasto público y por el otro promueve el mantenimiento de las ayudas para la compra de coches (un desembolso del orden de orden de los 100 millones) y toca a rebato para que sus alcaldes atosiguen al Gobierno exigiendo más cuartos del Estado para sus gastos. Pensaba, ya digo, ocuparme de estas contradicciones, pero héte aquí que Zapatero me las fundió ayer al aludirlas.

No digo que el presidente sea una maravilla, pero está a la altura de su rival y sin embargo enemigo, que le aventaja sólo en lo de tomar a la ciudadanía por idiota.

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