Espacio de opinión de Canarias Ahora
¡Spínola ha musitado! por Octavio Hernández
El PSOE ha defendido, publicitaria y cambulloneramente, una reforma electoral que era el primero en reconocer inviable, escudando así el hecho de que no era un partido electoralmente perjudicado por ella. El transito lo hizo hace tiempo Saavedra, quien bien pronto vino a reconocer, pues lo había sufrido en sus carnes presidenciales, que el sistema de pactos turnantes y no los resultados electorales era el auténtico problema para el PSOE. Y esto es, señor capidismilitante Spínola, lo que explica la frasecita que encabeza este artículo y el suyo: las dificultades de Zapatero para conformar mayorías allende Allende los mares, vino como calcetín oloroso al zapato de aquende para las calzas de Paulino Rivero, encajando a plena satisfacción, o eso pensaban en Las Palmas, con el reconocimiento sin tapujos de la estrategia pactista subyacente a toda la acción política de personajes como usted: el cambalache florido, la transacción fofa, la rendición lambiona.
A cuenta de no verse descabalgados por un nuevo pacto CC-PP, imbuidos de la sensación de fracaso y el conveniente derrotismo que los enfrentaba frontalmente al discurso de Juan Fernando López Aguilar, aprovechando los acuerdos que Zapatero tomó con CC sin contar con ustedes, meros brazos de palo que lo mismo hacen de barrenderos que de escoba de las vergüenzas muchas del PSOE, vieron abierta la veda para subirse a esa ola sin fingimientos. Sólo que no contaron con que hubiera gente dentro que no fingía. Así que han tenido que escabechinarlos a diestro y siniestro, más lo segundo y bien poco de lo primero, equivocando el tiro en la Ejecutiva de José Miguel Pérez, algo que el propio secretario de rotos y descosidos, señor Spínola, ha reconocido pública y lacónicamente.
Uno se pregunta qué esperaba alcanzar el catedrático medrático llevándose de los diparates y navajeos de quienes han convertido al PSOE canario en el partido más corrompido y mafioso del sistema caciquil isleño. Y ante este penoso panorama, el siempre flojo y apocado Spínola, ahora crecido miserablemente en ese montón de basura que sin duda se ha ganado aunque de él nunca se pueda decir a pulso, porque de eso anda siempre necesitado, opone una diatriba personalísima despatarrada en proclamar y afirmar urbi et orbe que “en la nueva dirección política del grupo decidimos continuar con la tramitación de la iniciativa [de Santiago Pérez] por tratarse de una propuesta, en parte, coherente con la posición histórica del PSC-PSOE”. O sea, ¡qué malagradecido Santiago, mia tú! En aras de la coherencia, algo por lo que Spínola siempre ha destacado enormemente, como todo el mundo sabe (jeje), junto a elevadas cumbres de la rectitud cambada como Juan Carlos Alemán, el mayor patoso tarambana de esta parte del mar de las lentejas, la “nueva (sic, es un decir) dirección política” decidió continuar con un sainete publicitario más gastado, seco y quemado que una porreta en las azoteas de Tiscamanita, cuando en realidad esa propuesta ya había sido arrollada por el pactismo, uno de cuyos elementos esenciales, sobra decirlo, es la separación de la reforma estatutaria y la reforma electoral.
El consumado arte, por llamarlo de alguna manera, de afirmar una cosa y hacer exactamente la contraria, regateando bufonescamente con la prestidigitación parlamentaria como en la Ley del Catálogo de Especies, es la bastarda especialidad en ese partido, pero pretende Spínola que el hecho de haber seguido el trámite parlamentario por pura propaganda barata, para continuar engañando a un respetable que ha apurado su capacidad de sorpresa con estas señorías en permanente saldo de rebajas, haciéndose los listos al descubrir la América de que lo contrario, dejar caer sin una pose opositora la propuesta de Santiago Pérez, no iba a ayudar mucho a una credibilidad que se encuentra a más grados bajo cero que el hombre de nieve de la Cueva del Hielo, debería convencernos del tenor de la verdad y la coherencia que le asisten frente a la aviesa tergiversación del proponente. Toda su obsesiva repetición jaquéquica acerca del exmilitante, el exmilitante, el exmilitante, como si este penitente peregrino estuviera exorcizándose con azotes de cilicio y mea culpa, prueba la poca idea que tiene de la envergadura del descrédito que sus ínfulas tendrían que atravesar para alcanzar a tocar un solo pelo de Santiago Pérez en este asunto particular de la reforma electoral y la deriva del PSOE canario, que ya es más bien marisco que proa, y bien que me alegro. Así que, señor Spínola, siga usted musitando a ver si algún día alguien le oye, aunque me temo que ya no queda nadie, a este lado, que le escuche.
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