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El test del 9-M
Aquí me interesa ver cómo queda CC en la provincia de 3Las Palmas. Es decir, si obtendrá el diputado bailón, si se hará con él NC o si se irá con el PSOE o el PP. Le va mucho a todos. Al PSOE, para que la victoria augurada sea más rotunda; al PP, para salvar la cara, que tiene de sobra; a CC porque sería el escaño de la honrilla, como el gol futbolero del equipo de fútbol que pierde por goleada; y a NC, para mantener encendido el nacionalismo posible. En Tenerife habrá que ver si ATIcc continúa con su Administración de Lotería abierta.
Sin embargo, ya ven, me inspira aún mayor curiosidad lo que tienen las elecciones del domingo de test, no tanto para la Iglesia Católica como para el integrismo que la gobierna y dirige. La Conferencia Episcopal Española (CEE) acaba de elegir para presidirla al cardenal Rouco Varela y bien conocidas son sus actitudes en contra del Gobierno psocialista que lo llevaron incluso a manifestarse en la calle. Un posicionamiento político claro desvinculado de las creencias religiosas que trata de utilizar para imponerlo.
Yo no considero censurable la postura de Rouco. Aparte de no ser novedad en la tradición de la Iglesia española, es cierto que los obispos, como cualquier ciudadano, tienen derecho a hacer públicas sus opciones partidistas y recomendar el voto que les parezca. Pero una cosa es ponerse frente al Gobierno en desacuerdo con sus iniciativas legislativas, incluso combatirlas, y dos cosas querer que prevalezcan sus principios y criterios sobre lo aprobado en las cámaras legislativas. Eso es deslegitimar al sistema democrático y supeditar los valores cívicos y de convivencia a su interpretación de la palabra de Dios, la que ellos consideran la única válida al extremo de creerse con derecho a imponérsela a quienes no la comparten. Esa es la cuestión.
Es inevitable considerar los resultados del PP, su “ahijado”, un test para sobre la percepción de la Iglesia por los electores, que de paso mide de alguna manera la profundidad de los cambios de mentalidad y de costumbres que los obispos no aceptan. Siguiendo las directrices del Estado Vaticano, no lo olviden. Y en el fondo, la cuestión de las relaciones Iglesia-Estado, tampoco lo olviden.
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