The cocktail

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Cuando ves a una persona conduciendo un caro deportivo todos los días, de lunes a viernes, a las siete y media de la mañana, es probable que no esté rodeado de riqueza. Presumiblemente se ha levantado temprano para ir a trabajar, salvo que todas las madrugadas sean de agitado desenfreno. Así y todo, eso no significa que lo acumulado sea fruto de un esfuerzo sobrehumano, pero es muy verosímil que, si no hay sacrificio, no hay resultados. Dicho esfuerzo no hay espolvorearlo en muchas direcciones. Principalmente hay que focalizarlo en las oportunidades que da el sistema educativo y el mercado laboral. De hecho, en más de una, dos y tres ocasiones se ha defendido que la formación, como un proceso de acumulación de conocimiento, no es previo a un empleo. Es un hecho consustancial a nuestra vida diaria asumiendo que el saber no ocupa lugar (salvo el gastronómico). Con todo, a mayor y mejor formación, mayor y mejor capacidad en lo que a la resolución de retos se refiere, que irán de menor a la mayor de las complejidades. 

Entonces ¿qué hacemos? Resulta que las perspectivas de movilidad salarial dependen de las expectativas que tu sistema de relaciones laborales, en lo que a las oportunidades de inserción social te permitan. Porque una cosa es tener un contrato, y otra cosa bien diferente es poder vivir eternamente de él. Y es que los datos estadísticos son tozudos. En este sentido en Canarias, de media, de los contratos temporales celebrado desde la perspectiva mensual, que son la mayoría, el 52,98% tienen una duración superior a los 30 días, seguido de los que duran entre 8 y 30 días, con un porcentaje del 21,97%. Y qué decir de esos contratos que no van más allá de tres días, los cuales representan un 18,59% de los de duración determinada y un 11,85% de la totalidad de los contratos celebrados.

La importancia de estos datos no es el dato en sí. Es la posible situación de desigualdad que puede ocasionar. De hecho, en las regiones donde la desigualdad es alta, la movilidad salarial es menos recurrente. En este aspecto, hay determinados lugares en donde se ha tenido un cierto éxito ha tenido al contener la desigualdad de ingresos, aunque el crecimiento ha sido desigual. De hecho, en los últimos lustros, el promedio del 1% de los mayores ingresos ha crecido al doble de velocidad que el del 50% de los menores en donde el desempleo es el principal responsable de la desigualdad y, si se le suma el abandono o fracaso escolar, el cóctel está servido.

Por ello, más allá de propiciar el crecimiento económico per se, hay que apostar por estructuras de desarrollo en donde se disponga de un sistema educativo que presente mayores cotas de calidad para generar un capital humano destinado a soportar el binomio existente entre más y mejor a través de un incremento de rentas proporcionalmente repartida. Y todo ello en aras de cohesionar a la población porque, aunque es cierto que tampoco hay que ver la vida como una mera motivación de ascender de clase social en clase social, como dice el dicho, el dinero no da la felicidad. Mucho dinero, ya es otra cosa. Y si no la da, ayuda a conseguirla. No obstante, no está mejor quien más tiene, sino quien menos necesita. Al menos es lo que se le pasó por la cabeza a la persona que dijo que, en la competición, lo importante no es ganar, sino participar. Pensando así, algo me dice que ya sabía que no iba a quedar en primer lugar. 

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