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Contra la violencia sexista: prevenir por los buenos tratos por Noemi Parra Abaúnza

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El 25 de noviembre, Día para la erradicación de la violencia hacia las mujeres, es una fecha para remover las conciencias sociales y promover la solidaridad con las víctimas de este tipo de violencia: para decirles que no están solas, que estamos con ellas. Pero es también una oportunidad para la reflexión y el diálogo social sobre lo que estamos haciendo y sobre lo que nos queda por hacer en Canarias en el camino hacia la erradicación de la violencia.

A este necesario diálogo, queremos contribuir desde el Programa Por los Buenos Tratos, incidiendo sobre la necesidad de apostar firmemente y de poner los medios necesarios para la prevención de la violencia sexista en Canarias.

En la actualidad en nuestra sociedad, la violencia interpersonal de mayores dimensiones es la que se produce en al ámbito de la pareja. Las cifras son alarmantes. Cada año muere un elevado número de mujeres a manos de su pareja o ex pareja y Canarias viene sufriendo una de las tasas más altas . Paralelamente, va en aumento el volumen de denuncias presentadas y se mantiene alto el de las mujeres que cuentan con medidas de protección activas . A esto se suma que año tras año, se repiten las cifras de violencia contra las mujeres en este ámbito sin que disminuya su intensidad.

Atendiendo específicamente a las y los jóvenes, los datos disponibles apuntan a que no se ha roto la transmisión generacional de la violencia : por un lado, se da una sobre representación de mujeres jóvenes víctimas de malos tratos (entre 15 y 30 años) en las estadísticas de acceso a recursos públicos: denuncias presentadas y tutela judicial. Sin embargo, por sí mismo esto no indica necesariamente un incremento de la violencia. De hecho, la interpretación generalizada que se viene haciendo de este dato es que hay una mayor determinación en las chicas jóvenes a presentar denuncia y a hacerlo antes que las mayores. Por otro lado, se da también una sobre representación en homicidios de mujeres menores de 30 años a manos de su pareja, registrándose en 2008 la cifra más elevada.

Como podemos ver, a pesar de la mayor conciencia social sobre el problema, el progresivo reconocimiento de los derechos de las mujeres, el desarrollo legislativo y de medidas sociales, judiciales y policiales para atención de la violencia de género, etc. en definitiva, a pesar de que el contexto y las mentalidades sociales han cambiado y rechazan rotundamente este tipo de violencia, ésta se sigue produciendo y afecta también a la juventud. En este sentido, el mero relevo generacional no permite acabar con el sexismo y la violencia.

En los últimos años se han puesto en marcha muchas medidas pero los resultados siguen sin ser satisfactorios. Por ello, se considera fundamental, entre otras cuestiones , que se incrementen los recursos preventivos pero asegurándose, además, que se encaminan en buena dirección. Así se viene reclamando desde diferentes instancias sociales y personas expertas, que insistentemente repiten la necesidad de ponerse manos a la obra remarcando las ventajas de hacerlo en edades tempranas. Ya que la intervención educativa específica contra la violencia de género disminuye el riesgo de sufrirla y de ejercerla .

De esta forma, la adolescencia nos ofrece oportunidades desde el punto de vista preventivo, siempre y cuando atendamos sus particularidades, es decir, ajustemos la propuesta que hacemos a su realidad. Para ello es imprescindible realizar un buen diagnóstico, lo que nos permitirá articular medidas preventivas que efectivamente se orienten a transformar la realidad que tenemos.

Desde el Programa Por los Buenos Tratos, además, constatamos los efectos positivos de intervenir incidiendo sobre las variables que intervienen en la calidad de las relaciones amorosas, desde la educación en valores y el refuerzo de la autonomía personal de los jóvenes para decidir cómo quieren (y no quieren) vivir sus relaciones amorosas. Esta forma de intervenir en positivo, promocionando la igualdad entre mujeres y hombres, la autonomía personal, la libertad para decidir sobre nuestras vidas sin condicionantes sexistas, la resolución pacífica de conflictos, la responsabilidad, el respeto, etc. implica una mayor conciencia sobre los condicionantes sociales que favorecen modelos de relación violentos y también respecto a la capacidad de las personas para determinar nuestras conductas, lo que supone una reflexión que creemos que puede ser un buen antídoto contra la violencia.

En los últimos años ha habido un esfuerzo legislativo importante para atender el problema de violencia sexista. La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género aprobada a finales de 2004 reconocía, por fin, la necesidad de la prevención y la educación, tan reclamadas aún hoy. Sin embargo, no se establecieron medidas para estas tareas. Tuvimos que esperar hasta el año 2006 para que se desarrollase el aspecto preventivo de esta ley: el Plan Nacional de Sensibilización y Prevención de la Violencia de Género. Plan que, en cualquier caso, se queda muy corto respecto a las necesidades.

En este ámbito es significativo el caso de Canarias. Desde el año 2003 contamos con la Ley de la Comunidad Autónoma de Canarias de Prevención y Protección Integral de las Mujeres contra la Violencia de Género que, como indica su propio nombre, atiende especialmente la prevención aunque no se hayan establecido medidas específicas para ello. Además, hemos tenido que esperar a 2009 para contar con un Protocolo de Coordinación Interinstitucional para la Atención de las Víctimas de Violencia de Género en la Comunidad Autónoma de Canarias, y a 2010 para tener una Ley Canaria de Igualdad, aunque estamos pendientes de que se empiece a aplicar. A esto se añade que vamos por el III Plan de Igualdad 2003-2006 y que, aunque se prorrogó hasta 2009, aún no se ha evaluado. En las mismas condiciones está el Programa Canario para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres 2002-2006.

Es urgente que se realicen investigaciones sobre violencia sexista en Canarias ya que en la actualidad son escasas e insuficientes. Esto complica poder profundizar sobre los factores derivados de nuestra realidad que pueden estar incidiendo de manera específica en este problema y dificulta, además, impulsar medidas que se ajusten a las necesidades de Canarias para erradicarla.

Ayudaría, además, la puesta en funcionamiento del Observatorio sobre la Violencia de Género anunciado la Directora del Instituto Canario de Igualdad, quien afirmaba que se haría en el 2009 y cuya función consistiría en “recabar toda la información relativa a este problema social que sufren las mujeres” .

Las medidas encaminadas a la erradicación de la violencia de género también se visibilizan en el ámbito educativo en el 2006 con la aprobación de la Ley Orgánica de Educación que asume el contenido de la Ley de Violencia de Género. Este marco normativo converge de manera significativa con nuestra propuesta socioeducativa de Buenos Tratos en la medida en que se destaca la relevancia de la educación en valores democráticos y de igualdad, afirmándose la lucha contra la discriminación de las mujeres y contra el sexismo, así como la formación en la resolución pacífica de los conflictos interpersonales.

A pesar de esto, en Canarias estamos asistiendo a un desmantelamiento progresivo de la educación pública . Es significativa la eliminación de los Programas de Innovación Educativa que suponían una apuesta por la educación en valores, así como las medidas que están siendo tomadas por la Consejería de Educación hacia el profesorado que deja explícito que en el computo horario del mismo no hay lugar para estos temas.

La educación nos parece un ámbito muy adecuado para la prevención, pero educar en valores no es únicamente una labor de los centros educativos (tampoco es exclusiva de las familias, como plantean los sectores contrarios a que se promueva la educación en valores desde la escuela), sino de toda la sociedad porque nos compete y porque en la medida en que ningún ámbito es omnipotente se requiere de la implicación de toda la ciudadanía.

Una legislación adecuada ayuda, pero además es preciso el compromiso de hacerla cumplir con los medios necesarios. Pero es más, las leyes por sí solas no cambian a la sociedad, es la movilización social, la educación y la toma de conciencia individual y colectiva, tanto de mujeres como de hombres, lo que puede hacernos caminar hacia nuestros objetivos.

En lo concreto, este marco de referencia, con interesantes normas y en muchos aspectos coincidentes con el Programa Por los Buenos Tratos, contrasta con la insuficiencia de medidas y recursos necesarios. Ello pone de manifiesto la necesidad de una mayor voluntad política y de una mayor implicación ciudadana en Canarias para la consecución de los fines perseguidos.

En el contexto actual, además, estamos sufriendo unos grandísimos recortes en las políticas sociales. En este sentido, la prevención parece que va a ser unas de las mayores perjudicadas porque sus efectos, como sabemos, los podremos ver a largo plazo lo que implica la apuesta por políticas sociales públicas más allá de los 4 años de legislatura.

En resumen, prevalecen dificultades para priorizar una labor preventiva no cortoplacista basada en, como proponemos desde el Programa Por los Buenos Tratos, en la prevención, reeducación y reparación del mal, que además implique en la labor educativa a toda la sociedad.

Por todo lo expuesto, se debería estar debatiendo si se transita por buen camino para reducir la violencia sexista. Si se están poniendo medios suficientes y adecuados para avanzar y si se está logrando además implicar al conjunto de la sociedad en una tarea que sólo con su concurso puede llegar a buen fin. Nos parece un diálogo social imprescindible que ayude a investigar y evaluar lo que se viene haciendo y que permita mejorar desde todos los ámbitos sociales la eficacia de la intervención. Buenos Tratos supone una manera activa y constructiva de participar en ese necesario diálogo.

* Coordinadora del Programa Por los Buenos Tratos de acciónenred-Canarias.

Noemi Parra Abaúnza*

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