Tan desastroso es este estadio, donde la UD no termina de levantar cabeza, o más bien donde la UD va camino de perdición, que ni siquiera sirve para una de las actividades de las que tanto presumió Angulo: no se pueden organizar conciertos o actos lúdicos no deportivos que requieran cierta infraestructura ocasional, porque, entre otros muchos defectos, entre los que se encuentra el insoportable pelete que viene por ese barranco para arriba, los camiones con escenarios, luces, sonido, etcétera, no pueden acceder a la zona pensada a tal fin. Salvo que se llevan por delante las pistas de atletismo, que tantas alegrías vienen dando a la afición. Los expertos se echan las manos a la cabeza porque pensaban que por fin la isla iba a poder contar con un estadio capaz de albergar conciertos multitudinarios. Nunca imaginaron sus creadores el acierto que iban a tener instalándolo junto a un cementerio.