Están que tiemblan en la Viceconsejería de Justicia y Seguridad ante la innegable evidencia de que han metido la pata con la implantación del Atlante II, la herramienta informática que, como su propio nombre indica, sustituyó a Atlante I (sin necesidad ninguna, por lo que dicen los afectados). Y están temblando porque la aplicación hace aguas por todas partes, no sólo por su pésimo funcionamiento y sus graves carencias, sino porque está terminando por afectar a los sistemas operativos, a la arquitectura donde se sustenta, según una de las versiones ofrecidas estos días por Administración. Dicen los técnicos de la Consejería de Presidencia que ya están hasta los mismísimos de hacer horas extras, de estar metidos allí incluso los fines de semana, resolviendo un problema que, a su entender, ha generado la empresa históricamente adjudicataria del invento, Accenture. Y todo, sostienen, por el oscurantismo de la aplicación, destinado a que la Comunidad Autónoma tenga que depender siempre del proveedor para cualquier modificación, mejora o adaptación a la idiosincracia, que se llama. O cogidos por los fondillos forever, que se llama también.